¿Es Malo Tener un Hijo Favorito?
|- Los padres suelen decir que se quiere a todos los hijos por igual, pero muchos, a continuación, reconocen que uno de ellos es su ‘ojito derecho’. ¿Es inevitable? ¿Es positivo o negativo?
Aunque sea de forma inconsciente, esa preferencia de un hijo existe. Hay progenitores que reconocen abiertamente sentirse más unidos a uno de ellos, su ‘ojito derecho’. Así lo han constatado numerosos estudios publicados por revistas especializadas de relevancia internacional, como Psychology Today. Los motivos son muchos; entre ellos, la personalidad, las capacidades o competencias, los rasgos físicos, las habilidades comunicativas, los estilos emocionales… “Si las peculiaridades del hijo coinciden más con las de uno de los progenitores (“se parece en todo a mí”), es muy probable que se produzca un trato afectivo diferencial con respecto a su hermano o hermanos”, explica Antonio Vallés Arandiga, doctor en Psicología en la Universidad de Alicante, pedagogo y autor de La inteligencia emocional de los padres y de los hijos (Ed. Pirámide). El experto advierte, además, de que, pese a su naturalidad, hay que evitar evidenciar este sentimiento, porque los niños captan enseguida si son o no los predilectos de sus padres.
Perjudicial incluso para ‘el elegido’.
“Si un hijo percibe que es preferido con respecto a sus hermanos puede sentirse más querido y, por lo tanto, crecer con un apego o vínculo emocional más estable que le proporciona seguridad psicológica. En cambio, si los hermanos notan esta desigualdad de trato, sentirán un apego más inseguro, lo que puede dar lugar, y así ocurre con frecuencia, a los celos”, explica Vallés.
La envidia fraternal, basada en la creencia de que alguien está capturando una parte del afecto que uno cree que le corresponde con exclusividad, es todo un problema para los niños porque intensifican el odio hacia un hermano al que también aman, y puede provocar conductas negativas para llamar la atención de los padres. “No hay que olvidar que la expresión de cariño, de afectividad positiva y de reconocimiento de la valía personal hacia todos los hijos es necesaria permanentemente para que éstos desarrollen un apego seguro hacia sus progenitores y se sientan queridos. Crecer con un vínculo afectivo estable proporciona autoconfianza y aumenta la autoestima de los hijos, aspectos psicológicos fundamentales para que se sientan felices”. En algunas ocasiones, la preferencia incluso puede ser perjudicial para el hijo favorito, ya que el hecho de estar atrapado en la obligación de satisfacer a los padres le impedirá atender sus propios deseos si no se ajustan a lo que se espera de él.
Proteger al más débil.
Pese a todo, algunos padres continúan afirmando que cada hijo es único y especial, según asegura Silvia Álava Sordo, psicóloga, experta en Logopedia y Coordinadora del Área Infantil del prestigioso Centro de Psicología Álava Reyes. “Según mi experiencia en la materia, tanto si tenemos un hijo como siete, cada niño se hace querer a su manera y hace que lo sintamos como único e irrepetible. Lo que pasa es que todos necesitan algo diferente y por eso no exigimos a todos los hermanos por igual”.
Pero la experta recuerda que los niños son muy observadores y detectan cuándo hay desigualdades de trato: “Los padres tienen que saber cuánto y en qué medida exigen a cada hijo según sus caracteres”. A veces, estas diferencias a favor se producen hacia el que se considera el más débil de todos los hijos. Pero los demás hermanos pueden no percibirlo así, y sólo entienden que no son tratados de igual modo que el otro. Ante esta situación, la psicóloga señala que son los padres quienes tienen que explicar a sus otros hijos la necesidad que tiene el ‘más débil’ de recibir una mayor atención.
No es malo si no lo demostramos
La experiencia de Miguel Martínez al frente del Instituto de Orientación Psicológica EOS le ha llevado a comprobar que, efectivamente, “la interacción entre padres e hijos hace que la relación con ellos tenga diferencias. Unos niños son más estimulantes, más trabajadores, más positivos, más afectivos…”. Las bondades y las debilidades de cada uno se perciben desde que nacen, pero el psicólogo afirma que las preferencias no son injustas en sí: “Lo injusto es no reconocerlas para poder manejarlas sin perjudicar a los demás”. Martínez explica cuál es la manera correcta de actuar para que los hijos no sientan esa diferencia: “No es malo tener hijos preferidos si eso no se muestra claramente delante de ellos, si no se les compara ni se hace evidente ante sus ojos. Los niños necesitan sentirse muy valorados por los padres porque, si no, se sienten abandonados. Por eso es importante no hacer comentarios en los que se destaquen las cualidades de uno, la parte positiva, mientras se señalan las carencias o defectos de los otros”. Cada hijo tiene que percibir de sus padres que se le valora. Hay que realzar lo que se ve como valorable y, sobre todo, “hay que transmitir a cada niño que es tu favorito por algo que tiene él de especial”. Lamentablemente, no contamos con un ‘amorómetro’, es decir, un aparato para medir el amor que nos permita identificar lo mucho que queremos a cada uno de nuestros hijos. Pero, según Martínez, tener un hijo favorito no es malo si los padres hacen un esfuerzo de reflexión sobre lo que sienten por cada uno de ellos y, sobre todo, si dan amor a todos por igual.
Si uno es tu preferido… evita perjudicar a los demás.
Como padres, no olvidéis transmitir a todos los hijos las cualidades positivas que posee cada uno. Hay que evitar las comparaciones y tener en cuenta que los niños se tienen que sentir muy valorados por todos los miembros de la familia, porque eso alimenta su prestigio social.
No olvides que la identidad de los pequeños se va conformando por los aprecios que reciben de sus progenitores en estas primeras fases de desarrollo emocional: crecer con un vínculo afectivo estable es fundamental para sentirse felices tanto ahora como en el futuro.