Rutina, mina en reposo; Vanessa Téllez

  • La escritora guerrerense presenta Animales de costumbre, relatos con la influencia de Amparo Dávila, Elena Garro e Inés Arredondo.

CIUDAD DE MÉXICO.

Animales de costumbre (Cuadrivio, 2020), primer volumen de cuentos de Vanessa Téllez (Guerrero, 1981), surge por el tedio y la cacofonía producidos por la rutina. Estos relatos, que van tras la huella de Amparo Dávila, suturan el hartazgo con hilos fabricados del temor, el riesgo, las fisuras personales, así como de situaciones extremas, donde las protagonistas confrontan su realidad de maneras inusuales.

En entrevista con Excélsior, la escritora analiza los engranes que dan rotación a su sistema narrativo. “Mi libro de cuentos está cortado por la experiencia propia. No me interesaba contar una gran anécdota, sino subrayar los desajustes diarios como la convivencia entre dos personas que, pese a una vinculación afectiva, se ven rebasadas por fantasmas no compartidos. La rutina es una mina en reposo, cualquiera está a dos centímetros de poner el pie en ella.

Cuando escribí la mayoría de los cuentos me encontraba en una catástrofe personal. No sabía cómo lidiar con el abandono. La forma en que enfrenté el miedo fue llevándolo al extremo, haciendo con los personajes lo que no tendría valor de hacer. Aun así, creo que uno ejerce ciertas acciones, como herirse o infligir dolor. Durante la escritura me preguntaba cuántas veces al sacar de mi vida a alguien no le corté literalmente la cabeza”, asegura Téllez.

Cada uno de los once cuentos, entre ellos La higuera, Fiona y Fidelio, Árbol genealógico, que componen Animales de costumbre sucede de adentro hacia afuera, es decir, todo surge de una inquietud, del espacio íntimo de uno de los personajes; sin embargo, en las inmediaciones, en la intemperie, el caos reordena la realidad, lo que confronta a los habitantes de estos relatos.

Creo en la literatura como un artefacto con la posibilidad de las matrioskas, es decir, van de menos a más y lo que acontece en un cuarto tiene una propagación instantánea de daño colateral. El asunto de los espacios está vinculado con mi estadía en la Ciudad de México, me llevó siete años estacionarme en mi lugar de origen.

En Acapulco, pese a ser una ciudad extremadamente pequeña, el asunto de la movilidad es grave, o lo era, pero aun así no existe una competencia por los espacios públicos y personales como en CDMX. Creo que esa observación se vinculó con mis búsquedas literarias y por ello enfaticé ciertas sensaciones de opresión”.

TRAS LA HUELLA DE AMPARO DÁVILA

Desde el primer relato, Verde, Animales de costumbre da muestras de sus intenciones: dialogar con Amparo Dávila.  “Llegué a Amparo Dávila en 2016. Estaba atrapada en una novela sobre narcotráfico y me preguntaba qué seguiría. Cuando leí Tiempo destrozado sentí que alguien entendía lo que sucedía con el miedo y la ansiedad más persistente, aquella que convierte los objetos inmóviles en pesadillas.

No sólo me influenció, diría que me señaló el camino que aún no encontraba. Por supuesto, me gustan Elena Garro, Francisco Tario, Salvador Elizondo, autores que daban importancia a la oralidad como un laboratorio de la experimentación más genuina”.

PUERTAS ADENTRO

Autora de la novela Signos vitales, Vanessa Téllez reconoce que por ahora está interesada en el cuento y habla sobre la realidad que vivimos.

La literatura ha ahondado en el 2020 constantemente. Lo que hoy sabemos del covid-19 no es ni siquiera la cuarta parte de lo que sabremos a finales de año. La idea de pensar que andamos a ciegas, en términos científicos, es aterradora.

 Le he dado muchas vueltas al futuro pensando en el peor escenario, que, por otro lado, el cine ha explorado hasta el hartazgo. Como la mayoría, tengo bajones y me siento a esperar lo peor, luego el sentido de supervivencia me levanta y me animo con cosas simples. Es importante encontrar un espacio de silencio y paz donde las certezas no entren”, afirma.

LA LITERATURA Y LAS MUJERES

En Animales de costumbre, las protagonistas, en su mayoría, son mujeres y habla sobre la obra escrita por ellas, su valor estilístico e ideológico.

Me gusta la idea de que, esto funciona para motivarme no es algo en que crea realmente, nos quitaron tanto que al dejarnos sin espacios busquemos dinamitarlos. No es que sea una intención, sino más bien una respuesta al contexto. Pienso en la caja de Pandora abierta en las manos de una escritora, quien sea, ella duplicará lo vaciado, no huirá de él.

Simone de Beauvoir hablaba sobre la idea de que para la mujer el amor es una dimisión total en beneficio de su amo. No estoy a favor de esa argumentación, pero me seduce y molesta por igual la idea repetida de que las mujeres nacimos para amar o buscar nuestro complemento. Pero si así lo fuera, entonces era lógico cuestionarme qué no seríamos capaces de hacer sobre un papel que intenta constantemente etiquetarnos. Durante la convivencia con una pareja existe un exterminio que crece de forma personal, entonces la convivencia es casi canibalismo”, concluye la autora

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