Benito Juárez, el héroe que la crítica olvidó

  • Rebeca Villalobos, autora de El culto a Juárez, destaca la vigencia de la figura del prócer en el panteón cívico.

CIUDAD DE MÉXICO.

Benito Juárez ha sido una de las figuras más representadas de México y quien más ha mantenido su esencia heroica durante poco más de un siglo. Sin duda, es uno de los héroes más vigentes del panteón cívico mexicano, quien se ha consolidado como una figura pétrea y broncínea que hoy es representada en dos billetes de diferente denominación y que sirve de inspiración a la figura presidencial, dice a Excélsior la historiadora Rebeca Villalobos Álvarez.

Sin embargo, la historia ha olvidado al otro Juárez, el personaje satirizado por los caricaturistas de El Hijo del AhuizoteLa Orquesta y El Padre Cobos, con dispositivos de aguda crítica y parodia visual, quienes lo representaron como un insecto regordete y mañoso, un líder chapucero y bailando, con gestos más espontáneos, apunta la autora del libro El culto a Juárez, publicado por la editorial Grano de Sal, donde explora la evolución mítica del personaje y la manera como obtuvo su peso y su brillo en el panteón nacional.

Y así predominaron las fotografías y los óleos de un personaje sobrio, adusto y concordante con la investidura presidencial, cuya base se encuentra en la primera imagen mítica que fue creada al morir en el mausoleo del panteón de San Fernando, donde yace su escultura sobre los brazos de una mujer que representa la patria, en una obra de los hermanos Juan y Manuel Islas.

Algo muy claro es que, en términos generales, la veneración a la imagen de Juárez es un fenómeno que adquirió nitidez y una base cultural y social más amplia a raíz de su muerte”, explica, especialmente después del 18 de julio de 1872, una vez fallecido, cuando no volvió a ser objeto de la sátira liberal.

En ese momento la prensa otrora inclemente cedió y, haciendo gala de un curioso gesto de autocensura, prefirió callar antes que utilizar cualquier otro apelativo que no fuera el de prócer, tribuno o patricio. Y entonces, las  imágenes de ese Benito regordete, escarabajo de intenciones chapuceras, que El Padre Cobos utilizaba para criticar su codicia por la presidencia y su autoritarismo, no volvieron a figurar en el repertorio iconográfico juarista”, abunda.

¿Por qué le interesó hurgar en la imagen de Juárez? “Porque las sociedades tienden a construir o a creer estas figuras, en algunos casos cuasimíticas. La figura del héroe es un fenómeno muy antiguo y, en algunos casos, se relaciona con la cultura clásica y con los grandes mitos griegos. La realidad es que la figura heroica es un fenómeno moderno y, esencialmente, político”.

¿Considera que los mexicanos tenemos un panteón muy amplio? “El panteón cívico está lleno de personajes –señores casi todos–, pero es interesante porque cuando revisamos la construcción de esta imagen póstuma, nos damos cuenta de que la concepción del héroe varía mucho con el tiempo, en función de épocas, lugares y sujetos sociales”.

¿Algún ejemplo? “La presencia de Hidalgo es incuestionable en todos los rituales cívicos, pero eso no era así en 1830; o la figura de Agustín de Iturbide que hace muchas décadas no se reivindica como héroe y fue héroe y libertador durante el siglo XIX temprano. Todo eso cambió después del triunfo de la república juarista y durante el siglo XX, tras la Revolución”.

¿Por qué Juárez? “Porque es una de las figuras más importantes del panteón cívico y también por su asociación con la figura, con las instituciones y particularmente con la figura presidencial”.

Además, me parece interesante el culto a Juárez, un héroe cívico por excelencia, ya que no se le reivindicó como caudillo, líder militar o héroe a caballo, y es la antítesis de un personaje romántico como Napoleón o Simón Bolívar”, comenta.

UNA CABEZA

Villalobos Álvarez destaca que “Juárez ha sido una de las figuras más estables y diligentes del panteón cívico mexicano, debido a esa cualidad cívica y ética que se le ha atribuido a su imagen póstuma, aunque no haya entrado a esa imagen melodramática que es atractiva y rentable en términos contestatarios”.

Esto ha propiciado que su figura no movilice muchas sensaciones o sentimientos, explica, pero sí le permitió preservar una imagen civilista que contiene esas pulsiones y encuentra un sentido a esas revoluciones sin desdibujar las ideas de justicia, libertad y lucha social.

Y destaca que su imagen no se desdibujó, pese a que Obregón no le rindió mucho tributo y a que Lázaro Cárdenas tampoco fue su fan. Sin embargo, su figura y simbología permaneció en la institucionalidad y fue reactivada por la Escuela Mexicana de Pintura y el cine”.

Por último, destaca “la celebración del Año de Juárez, el oficialismo hizo una nueva explotación de la figura civil e institucional de Juárez. Y tenemos una curiosa comunión entre esto y la imagen del indígena que le plantó la cara a Estados Unidos y esa es la idea de Alberto Híjar cuando describió el monumento Cabeza de Juárez (ubicada en los límites de Iztapalapa y Nezahualcóyotl), como el representante de la raza de los oprimidos y, al mismo tiempo, con un poder monumental”.

¿Coincide en que el porfiriato articuló el culto a Juárez? “Algunos se refieren al porfiriato como el creador del culto a Juárez. Yo no estoy de acuerdo. El culto ya existía y el régimen porfirista se aprovechó de él, pero lo hizo agregando predicados políticos a la imagen del héroe”, concluye.