NUNCA HA EXISTIDO LA OPINIÓN PÚBLICA

60 SEGUNDOS

RAÚL GONZÁLEZ RIVERA

NUNCA HA EXISTIDO LA OPINIÓN PÚBLICA

            Si la opinión pública es la resultante de los sondeos de opinión, cabría asegurar que ésta no existe.

            Pierre Bourdieu es un sociólogo francés que vivió entre 1930 y 2002, reconocido como uno de los principales actores de la vida intelectual francesa. Influyó considerablemente en las ciencias humanas y sociales, en particular en la sociología, que se escribió después de escenificarse la segunda Guerra Mundial.

            Hacia el año de 1972 hizo una referencia durante una conferencia que dictó en Arras (Francia), en la que aseguró que la opinión pública no existe. 

            Bourdieu, para llegar al juicio anteriormente mencionado, señala que la opinión pública resulta de los sondeos de opinión y que suponen que todo el mundo puede tener una y que de su producción es accesible a todos y que todos los puntos de vista se valen.

            Y que por el hecho de preguntar una misma cosa a todo el mundo, se encuentra la hipótesis de que hay consenso sobre los problemas más comunes. Un acuerdo sobre las cuestiones que merecen de ser preguntadas.

            Aquí es cuando el autor francés argumenta como un apuntamiento que exhibe la inoperancia de la opinión pública, porque ésta no todo el mundo la tiene. Tampoco la sociedad tiene una opinión sobre todas las cuestiones, que algunos supuestamente, consideran que lo son de manera unánime y hay cosas que se desconocen, o simplemente al grueso de una población no le interesan.

            Equivocadamente se considera que todas las opiniones son válidas y no es así y, por otro lado, por el hecho de acumular opiniones no siempre carecen de una fuerza real y en no pocas ocasiones conducen a registrar resultados sin ningún sentido, e incurren en la producción de falsas ideas.

            A tono con lo dicho por el autor francés, cabría que pudiera incurrirse en la ausencia de un consenso de opinión entre los mexicanos, para señalar que el señor Emilio Lozoya, sea lo suficientemente creíble y confiable, cuando da una lista supuestamente de personajes de la vida pública y privada relacionados con la mala administración y el saqueo con las finanzas de la paraestatal de Petróleos Mexicanos, vaya a encontrarse el hilo que lleve a la devolución del saqueo.

            En un país como el nuestro, la estigmatización que hagan los verdugos del poder judicial y los fiscales va a alcanzar la meta que a toda pesquisa que se siga en contra de los ex políticos de ligas mayores de toda la vida, en el sentido de que se les pueda señalar, pero al final del día no pisan la cárcel debido a que su cinismo cobra carta credencial cuando se trata de que canten los horrores cometidos a través de los saqueos descomunales, pero es la hora en que de tantos acusados y perseguidos en el curso de los sexenios, ninguno ha devuelto un solo peso cruzado por la mitad.

            Ex funcionarios aldeanos que sirvieron en el último sexenio priista sobre tierras veracruzanas, los que ingresaron a la cárcel, pero ninguno fue sentenciado condenatoriamente, no devolvieron nada y por el contrario concluirían diciendo lo que cada seis años se decía, que “aquí no pasa nada”. Y de la supuesta opinión pública, tampoco nada, perdió la memoria.  

A PROPÓSITO DEL PERIODISTA Y EL PERIODISMO TRASCENDENTE

            Es posible regresar a las aulas de la Facultad de Periodismo, la primera en provincia azteca y que abrió puertas gracias a la Universidad Veracruzana con el visto bueno que le dio históricamente el gobernador quizá más joven de Veracruz, el abogado Marco Antonio Muñoz Turnbull.

            El periodista no sólo debe recoger declaraciones ajenas y reproducirlas, sino que un profesional que informa y ofrece a sus lectores, oyentes o televidentes, su perspectiva sobre los sucesos que se suceden en el curso de la vida cotidiana.

            Es justamente necesario advertirlo, en días de descrédito para el viejo oficio de escribir, que ética, imparcialidad y veracidad son partes elementales de su responsabilidad y que por hacerlo no debe ser descalificado.

            Es cierto que la descomposición del sistema de vida público, sobre todo en el lapso de los últimos 36 años, no falta quien, por otro lado, procura ganar impunidad para difundir mentiras y, por obviedad, hay quienes hacen fortunas personales sin ningún escrúpulo, por supuesto que a cambio del silencio.

Hay que decirlo, que sin una prensa libre, en cualquiera de sus especialidades, es dejar morir inclusive al propio país.

Por supuesto que es indispensable que se establezca en el ayer y el ahora la distancia que por naturaleza debe existir entre el poder y el ejercicio de la libertad de expresión.

Se dijo la distancia, porque la libertad de expresión definitivamente debe evitar reglamentación alguna que no sea únicamente guardar absoluto respeto a la vida privada de las personas.

En este contexto es urgente hacer la distinción entre publicidad, propaganda, información, para que los medios en su papel de receptores de las voces que hacen reclamos a las instituciones públicas y sus representantes le lleven a la sociedad un mensaje confiable.

De la seriedad con que los órganos electorales vean a los medios, la ciudadanía dará crédito de confiabilidad a ambos entes, muchas veces ayunos de credibilidad, sobre todo.

Lo recomendable sería que los funcionarios electorales fueran ajenos a cualquier filiación partidaria, es decir, que operen como verdaderos agentes en la competición democrática, cuiden celosamente las urnas, aunque no lo es todo, pero puedan brindar a los periodistas y los medios puntos de vista y su disposición para democratizar las instancias de orden público.

Aun en días como los actuales, en que las redes sociales han aparecido como una tercera vía para el comentario periodístico, hay que decirlo también, la ciudadanía sigue sin tener mayor acercamiento con los medios, lo que se demuestra en la mayoría de procesos electorales a los cuales aquella decide no asistir a votar en los procesos electorales.

Por decenios y sexenios la ciudadanía decidió no participar, hasta que se dio la histórica elección del pasado año de 2018, sin embargo ante la ausencia de un líder con rostro y nombre y trayectoria y que pueda ser competitivo y confronte con expectativa de  triunfo, al presidente Andrés Manuel López Obrador, el riesgo que se va a correr en el 2021 es precisamente el de volver a las votaciones sin una mayoría de votantes. Al tiempo.  

ENRIQUE OCHOA REZA, SIN ECO AL ACUSAR A CORRUPTOS

Los socios priistas guardan –claro, no todos– el discurso aquel cuando Enrique Ochoa Reza asumía la dirección del PRI nacional y se atrevió a emitir su condena en contra de ex gobernadores corruptos, todos egresados de su partido y que hasta aquellos días ninguno había siquiera ser sometido a juicio.

Cuando el ex director de la CFE arremetiera contra cinco ex gobernadores, muchos inocentes socios del membrete en cuestión, hasta creyeron que el zar del taxi en la CDMX habría tocado tinglados tan sensibles que sería posible imaginar el momento de cambio y refundación de su sigla partidaria.

Para el histórico momento, la familia priista iba a la baja. Perdía elecciones y los huesos políticos se le escapaban de sus manos.

En aquellos días Veracruz alcanzaba significativamente escalones en la curva de la corrupción en que solían incurrir gobernantes estatales y administradores de ayuntamientos municipales, pero nada pasaba, pese a los señalamientos que les enderezaría su dirigente priista.

Algunos iluminados de las trincheras partidarias hasta concebían imaginariamente que el PRI finalmente sería refundado o transformado.

El sueño de don Jesús Reyes Heroles estaría por consumarse. O la vieja propuesta de Gustavo Carvajal Moreno alcanzaría finalmente la meta tantas veces acariciada.

Sin embargo, en el ámbito de los particulares, o gente sin influencias, logran consignaciones y pesquisas con el fin de exhibirlos con el dictado de resoluciones que llaman al escándalo.

Cuando se trata de funcionarios públicos, hizo la observación el dirigente priista que las cosas cambian, atraparlos puede llevar meses y años o para ellos se inventa la condición de “testigo protegido”, los juicios se alargan siglos y muy pocos acusados de cometer actos de corrupción reciben la sentencia que los condene con su confinamiento en las mazmorras de una de las prisiones en donde el hacinamiento es mano y la readaptación del presunto delincuente francamente no existe.

Veracruz, a decir de Ochoa Reza, en el momento de asumir la dirección nacional del partido tricolor condenaría que había numerosos hombres públicos con cuentas pendientes, tan sabidas por sus excesos y vidas de pequeños rajás, de los cuales había carpetas integradas en su contra, pero como por encanto desaparecieron, los involucrados no entraron jamás a prisión, disfrutan de confortables residencias, viajaron por todo el mundo, explotan ranchos ganaderos y jamás nadie los llamó siquiera a aclarar las cuentas denunciadas por su amo partidario nacional.

Cabe recordar que algunos pillines de la función pública eran diputados federales, los cuales se escudaron en el fuero constitucional que los protegería durante aquellos tres años de gestiones legislativas, así que nunca ninguna autoridad judicial los persiguió ni mucho menos castigó. Empero, el líder Ochoa Reza hizo el papelón de exigir un cambio en la carrera que seguiría el PRI hacia el despeñadero del cual con seguridad no va a poder salir a flote jamás. Es todo.