“La esperanza nos abre un mundo”

VIVIRCON ESPERANZA

“La esperanza nos abre un mundo”

Por JACINTO ROJAS RAMOS

Dejarnos tocar por el amor de Dios, dejarnos mirar por Cristo: la esperanza nos abre un mundo, porque se basa en lo que Dios quiere hacer en nosotros.

¿Qué hace valiosa la vida? ¿Qué hace valiosa mi vida? En el mundo actual, la respuesta a esta pregunta gira a menudo alrededor de dos polos: el éxito que uno es capaz de alcanzar, y la opinión que los demás tienen de él. No se trata, desde luego, de cuestiones banales: la opinión ajena tiene consecuencias en la vida familiar, social, profesional; y el éxito es la expectativa lógica de lo que emprendemos: nadie se pone a hacer algo con el objetivo de fracasar. Sin embargo, de hecho a veces en la vida hay pequeñas o no tan pequeñas derrotas, o sucede que los demás se forjan una opinión de nosotros en la que quizá no nos reconocemos.

La experiencia del fracaso, del desprestigio, o la conciencia de la propia incapacidad –ya no sólo en el mundo laboral, sino incluso en el empeño por vivir una vida cristiana– pueden llevarle a uno al desánimo, al desaliento y, en último término, a la desesperanza. En la actualidad es más fuerte que en otras épocas la presión por tener éxito a distintos niveles, por ser alguien, o al menos por poderse decir que uno es alguien. Y, en realidad, más que en lo que uno es –hijo, madre, hermano, abuela–, los focos están puestos en lo que uno es capaz de hacer. Por eso se es hoy más vulnerable a los distintos tipos de derrotas que suele traer consigo la vida: reveses que antes se resolvían o se sobrellevaban con entereza, hoy causan con frecuencia una tristeza o frustración de fondo, desde edades muy tempranas. En un mundo con tantas expectativas y desengaños ¿es posible aún vivir, como proponía San Pablo, «alegres en la esperanza» (Romanos 12,12)?

Nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza solo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar.

La mirada de Jesús nos ayudará a reaccionar con esperanza ante las caídas, los resbalones, la mediocridad. Y no es simplemente que seamos buenos tal como somos, sino que Dios cuenta con cada uno de nosotros para transformar el mundo y llenarlo de su Amor. También esa llamada está contenida en la mirada amorosa de Cristo. “Me dirás, pero yo soy muy limitado, soy pecador, ¿qué puedo hacer?”Cuando el Señor nos llama no piensa en lo que somos, en lo que éramos, en lo que hemos hecho o de dejado de hacer. Al contrario: Él, en ese momento que nos llama, está mirando todo lo que podríamos dar, todo el amor que somos capaces de contagiar. Su apuesta siempre es al futuro, al mañana. Jesús nos proyecta al horizonte, por eso, la esperanza nos abre a un mundo nuevo, grandioso y diferente.

rrjacinto_9@hotmail.com