CUANDO LA LIGA AGRARIA DEFENDÍA A LOS CAMPESINOS

60 SEGUNDOS

RAÚL GONZÁLEZ RIVERA 

CUANDO LA LIGA AGRARIA DEFENDÍA A LOS CAMPESINOS

            Se fueron los viejos tiempos y no precisamente porque la pandemia lo haya decidido, pero el viejo edificio que ocupa todavía el membrete de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de la entidad, más pareciera un antiguo museo de lo que fue la lucha que emprendieron los hombres del campo en aras de hacer que la tierra volviera a sus manos como lo había prometido el líder guerrillero Emiliano Zapata.

            Los campesinos en la época colonial eran siervos de los españoles y con la Independencia de México siguieron igual, el surco del agro lo trabajaban los más desprotegidos de todo, pero la nación azteca operó de alguna manera autárquicamente porque comían lo que producían.

            En el periodo posrevolucionario, gracias al presidente Francisco I. Madero y los guerrilleros Zapata y Villa, la dieta de los hombres del campo era bastante rica en nutrientes. No enfermaban fácilmente, comían tres veces al día y balanceaban su alimentación con lácteos, tortilla de maíz, frijol, las frutas más variadas, cuentan todavía los patrones de aquellos que vivieron tradicionalmente los años de la posrevolución mexicana.

            Lamentablemente, para la causa revolucionaria, el propio Emiliano Zapata pecó de inocente. Creyó que con el aplastamiento de la dictadura del general Porfirio Díaz sería más que suficiente para que se cumpliera el compromiso asumido por el general agrarista, de devolver a los hombres del campo, no solo la posesión, sino la propiedad de la tierra a la que pertenecían y siempre habían trabajado.

            Don Plutarco Elías calles tuvo la agudeza para entender que con la contienda electoral Maderista igual surgiría la necesidad de que los mexicanos se agruparan en membretes partidarios, con la mira de elegir a sus mejores hombres y proponerlos para los cargos públicos. Así lo entendió de los pensadores franceses Montesquieu, Voltaire, Juan Jacobo Rousseau y del propio Nicolás Maquiavelo.

            Los gobiernos revolucionarios, surgidos a la contienda en procesos electorales, incluyeron partidariamente a los campesinos, como sería más tarde el Partido Revolucionario Institucional, con sus sectores popular, obrero y campesino, maniatando por decirlo, a los mexicanos distribuidos en los tres ámbitos en que se desarrollaba la vida nacional.

            Por supuesto que hubo los líderes del campo auténticos, los cuales igual fueron cayendo bajo las balas de los caciques y los grupos de poder forjados en las lides del uni-partido tricolor y apapachados por los distintos regímenes sexenales que se fueron afianzando en el uso del poder público.

            Los veracruzanos conocieron a un José Cardel, a Úrsulo Galván, quienes gozaron de alguna legitimidad como líderes agraristas.

            Posteriormente surgieron otros, unos buenos y auténticos defensores de los campesinos, entre éstos los Azúa Torres y después ya un tanto burocratizados los Azúa Gallegos. 

            Un personaje con más colmillo que un jabalí, decían quienes lo conocían de cerca, que era don Agustín G. Alvarado, quien mantuvo en calma al agro veracruzano cuatro décadas, sin más armas para hacerlo que su labia desde el edificio que sigue ocupando el membrete histórico de la Liga Agraria, con asiento en esta capital.

            Es decir, que la Liga Agraria se burocratizó y las consecuencias tendrían que afrontarlas el agro y los campesinos.

            El viejo edificio forma parte de legendarias construcciones, como es el mercado de abastos y la iglesia católica, en ambos frentes.

            El bullicio se acabó, el domicilio oficial de los herederos de Zapata luce vacío y hasta se cuenta que no tiene dirigente oficialmente desde hace un año cuando menos. 

“A UNA VOZ DE USTED, SEÑOR PRESIDENTE, MÉXICO SE INCENDIA O SE APACIGUA”: AVB 

            Corrían los años del régimen del presidente Luis Echeverría Alvarez, personaje que hizo que su gobierno coqueteara con el socialismo encarnado por la isla caribeña de Cuba y su presidente, el barbón Fidel Castro Ruz.

            Sin embargo, la cercanía de México con los Estados Unidos de Norteamérica no podía ignorarla.

            En aquellos se decía que era tan fuerte el compromiso de los mandatarios aztecas con el Tío Sam, que hasta les asignaban un número como agentes de la CIA (Central de Inteligencia), aunque tampoco nadie ha podido probar la osada apreciación.

            Lo cierto es que LEA motivó a la sociedad mexicana con sus giras de trabajo por todo el territorio nacional, pero sobre todo le atraía el campo, los campesinos, y como hervidero surgieron los líderes y luchadores, los cuales se decían fervientes admiradores del presidente, que acostumbraba celebrar reuniones de trabajo en la provincia de ocho, diez horas continuas. En las que los oradores lucían sus voces con una oratoria que recordaba a muchos sus años escolares y cuyas sesiones concluía Echeverría con un mensaje incendiario, la más de las veces.

            El campo veracruzano de aquellos ayeres lucía espléndido produciendo los víveres que alimentaban a todos ellos, a sus familias y rendían lo suficiente para llevarlo a todos los confines del territorio nacional.

            Aquí, en la aldea xalapeña, miles de cortadores de café arribaban a los campos de Las Ánimas, para hacer de la producción del aromático grano la principal fuente de divisas que la otrora Atenas veracruzana disfrutaba, llevando su producto al resto del país, y exportándolo al escenario de los países de Europa occidental.

            La industria de la caña de azúcar había alcanzado en el 68 la histórica zafra con que podía bañar del edulcorante a todo el país y el mundo. Y en la municipalidad de Isla, el frigorífico mantenía una producción cárnica con la cual se superaba a lo que generaba en sus rastros el total de ciudades que integraban territorio de Guatemala, por ejemplo.

            La riqueza agropecuaria para la autosuficiencia estaba demostrada. En la Cuenca del Papaloapan, como en el sur y el norte de la entidad, no era un mito que los campesinos vivían con decoro y que la clase obrera exhibía su poder económico con sus unidades automotrices último modelo y de lujo, así como las residencias en las cuales habitaban junto con sus demás familiares, en confortables unidades habitacionales.

            La CNC, a través de su secretario nacional Alfredo V. Bonfil, solía advertir en cada parada que hacía el presidente en el interior del país, que este país a “una voz de usted, presidente, México se incendia o se apacigua”. Al coro en cuestión se sumaba el poderoso secretario de la Secretaría de Ganadería, Augusto Gómez Villanueva.

            Los cacicazgos del medio rural crecieron como la espuma y en verdaderos festines con el pueblo alardeaban de que su presidente, el señor Luis Echeverría, podía lanzarse para otro sexenio, que seguramente ganaría la elección. Sin saberlo, estaban proponiendo la reelección prohibida en la ley máxima, desde que don Francisco I. Madero asumiera la máxima representación política de este país. 

LA NUEVA REALIDAD EN EDUCACIÓN NACIONAL

            Acaba de informar la SEP, que dirige Esteban Moctezuma, que la nueva realidad que se impondrá en los distintos niveles escolares, desde la escuela primaria hasta la Universidad, habrán de alternar la enseñanza presencial con la que se difundirá a través de las redes que aplican con la tecnología.

            Los directivos de la escuela pública deberán  alternar su enseñanza en el aula escolar con la imagen bonita de la televisión.

            No queda otra. El mundo cambió con la pandemia que no concluye su ataque en la tierra. Si el coronavirus letal fue elaborado en los laboratorios gringos o chinos, sólo sus científicos y políticos respectivos lo saben.

            El daño a la humanidad está hecho.  

            El cobro de facturas ha incluido sobre todo a los obesos, a los diabéticos y los hipertensos, señalan los especialistas de la medicina.  

            Sin embargo, la vida sigue y la sociedad ha tenido que irse reincorporando paulatinamente a sus habituales quehaceres laborales.

            Por supuesto que si los gobiernos ordenan que las grandes concentraciones se den en espacios cerrados y asfixiantes, igual sobrevendrán los daños que nadie quisiera imaginar siquiera.

            Por un lado, el doctor Hugo López-Gatell Ramírez y su grupo de expertos en la materia, aseguran que la pandemia va a la baja, pero por otra parte las recomendaciones siguen rigiendo su ataque diciendo que en mucho corresponde a los propios ciudadanos del orbe mantener las condiciones de seguridad para evitar consecuencias mayúsculas.

            En la aldea sigue cuestionándose el cómo va a lograrse llevar a feliz término sus labores educativas.

            Por cuanto a las facultades de Humanidades no hay mayor problema, todas sus carreras, diez o doce, inscriben a cantidades muy cortas de aspirantes.

            Lo grave comienza en Ingeniería y Derecho, a cuyas puertas tocan centenares de aspirantes y no será fácil para quienes patrocinan el famoso examen de admisión rehuirlo, porque todo estudiante deberá cubrir una cuota salga o no aprobado. La SEP está proponiendo grupos de no más de quince alumnos y con mesabancos separados cuidando la sana distancia, porque al primer contagio que surja ese plantel sería clausurado irremediablemente.

            La nueva realidad impone la suspensión de fiestas, celebraciones y agasajos, en los que pudieran acudir veinte o más personas juntas.

            Terrible, sí, pero la vida vale contarla en favor de los habitantes de este mundo, cansado quizá de tanta tragedia también le han causado los seres humanos. Es todo.