DESOLACIÓN, TRISTEZA Y DESALIENTO, EN DOMINGO
|60 SEGUNDOS
RAÚL GONZÁLEZ RIVERA
DESOLACIÓN, TRISTEZA Y DESALIENTO, EN DOMINGO
A diferencia de los domingos de hasta el pasado mes de marzo, en que las familias abarrotaban los parques públicos, restaurantes, cinematógrafos y las calles de la ciudad, el de ayer se distinguió por la desolación, la tristeza de muchos y el desaliento colectivo, porque la pandemia continúa.
El sector salud, el último sábado 15 de los corrientes enfatizó que con más de mil los contagiados que hay en la ciudad y que aun cuando los hospitales locales se encuentran al 55 por ciento de su ocupación el riesgo de que los casos se pacientes de Covid 19 se incrementes, está latente.
La preocupación social sobrevino porque la autoridad sanitaria ordenó el cierre del centro de Xalapa de nueva cuenta. Según se difundió extraoficialmente, nadie entiende qué hace tanta gente circulando por las calles que conforman el corazón de la aldea. Los cumplidos guardianes del orden público se resistieron a dar una explicación que convenza a las mayorías sobre el cierre del centro de la capital al paso de automóviles y camiones, pero también los uniformados suelen instar a que los peatones transiten lo menos que se pueda por dichas arterias públicas.
Xalapa muestra un rostro que nadie nunca habría imaginado. Si bien es cierto que en otros tiempos se registraron epidemias y campañas de atención a la salud pública, lo que ahora está viendo la gente es indescriptible. Si en Marzo le hubieran dicho al pueblo que serían meses de confinamiento en sus casas y que las labores esenciales se iban a realizar con extremadas medidas de prevención, nadie lo habría creído.
Hay una coordinación sanitaria que nacionalmente rinde un informe por las tardes-noches y que ha mantenido la alerta, en el sentido de que las mayorías deben permanecer en casa y que si salen lo hagan tomando en cuenta las medidas más elementales de portar mascarilla, guardar la sana distancia con los demás y que si tose persistentemente, acuda a realizarse la prueba de rigor, con el objetivo de ser sometido a un tratamiento médico que le puede salvar la vida inclusive.
Asegura el doctor Hugo López-Gatell Ramírez, vocero de la coordinación nacional de combate al coronavirus en el país que, que no obstante que la lista de enfermos y de personas fallecidas por coronavirus ha aumentado, también no es menos cierto que la incidencia del virus en cuestión, va en descenso paulatinamente.
El problema es que no se le ve el final a esta epidemia, que es mundial, pero los mexicanos quizá revelan una gran desesperación, porque la industria, el comercio y las más diversas actividades laborales se han derrumbado y los saldos siguen siendo bastante lamentables.
Se ha querido desviar la atención de la sociedad civil, diciéndose que la cantidad de personas fallecidas incluye a los diabéticos e hipertensos, aclarando que suman más víctimas que los registrados por contagio del Covid. La gente ha dejado de lado los tantos distractores que se le han querido meter por sus ojos y oídos, porque la pandemia lo mismo afecta a ricos que a pobres y ha rebasado todos los pronósticos más reservados en el sentido de que como tal iba a extinguirse en el lapso de dos o tres meses y no más tiempo.
Hay resignación, pero la preocupación se colectiviza, porque igual este contagio afecta a todos por igual, rompiendo con el esquema predominante de que solamente los ricos y poderosos sabían librarse de los estragos que le causaban a la humanidad otras lastimosas epidemias, ya que el coronavirus demostró sobre todo a los países poderosos y bélicos que los efectos de la actual enfermedad son más dañinos y con mayores alcances que cualquiera de los armamentos bélicos del país que usted quiera reconocer como tal.
ESTIGMATIZAR, EN LUGAR DE CASTIGAR A LOS CORRUPTOS
Dos son los ejemplos puestos sobre la mesa de los debates para que el común de ciudadanos acepte que en lugar de castigo con cárcel se estigmatice públicamente a los ex funcionarios públicos que les resulten acusaciones de cometer actos de corrupción, porque el régimen federal considera que así se morirán de la vergüenza los políticos que aceptaron sobornos, enriquecieron asquerosamente ostentando cargos públicos y que gozan de vivir en fastuosas residencias en el Pedregal de San Ángel de la ciudad de México.
La gente ciertamente tiene sus dudas, porque no ignora que los políticos de todas las épocas suelen ser cínicos y que cuando caen en las redes de la justicia callan hasta el extremo de que aquélla se muestra generosa brindándoles su perdón a los denunciados de cometer pillerías de grandes calibres.
Un día persiguieron y aparentemente acabaron con el prestigio de un Jorge Díaz Serrano, también director de Pemex, y la tranquilidad de un científico reconocido como fue don Eugenio Méndez Docurro. La encarnizada persecución concluyó cuando a los dos personajes metieron en la cárcel, pero jamás regresaron un peso de los que supuestamente habían desviado hacia sus alforjas, así que con el paspo del tiempo ambos fueron liberados y ya vueltos a la calle nadie se acordaba siquiera de quienes eran los forajidos políticos que sangraron al erario público.
Al todopoderoso dirigente del sindicato de petroleros, Joaquín Hernández Galicia, más conocido por su mote de “La Quina” sus adversarios del régimen de Carlos Salinas de Gortari y algunos medios hicieron añicos, lo ingresaron a la cárcel, estuvo una temporada en prisión, todo mundo se olvidó de quién era el papá de los obreros del oro negro, así que cuando abandonó la fría celda del reclusorio donde pasó meses, ya nadie lo veía con ojos de verdugo. Todo lo contrario. Los trabajadores petroleros, que era el gremio del cual había salido el señor Hernández Galicia, lo buscarían para reivindicarlo socialmente.
El presidente AMLO ha dicho que solamente si el pueblo lo pide se buscaría enjuiciar a los ex presidentes Carlos Salinas, Ernesto Zedillo Ponce de León, Miguel de la Madrid Hurtado, a Vicente Fox, a Felipe Calderón y a Enrique Peña Nieto, con el fin de desprestigiarlos y quizá recobrar algo de lo que ellos y sus respectivos gabinetes de gobierno se hubieran robado de la caja de caudales del gobierno de la república.
Por supuesto, habría que escudriñar en los tiempos que contempla la legislación de rigor, porque seguramente toda norma tiene un tiempo de vigencia y es muy probable que en el caso de los ex mandatarios mencionados ya haya prescrito toda intentona por detenerlos y consignarlos ante autoridades judiciales.
Empero, la estigmatización que se ha hecho de sus trayectorias públicas, en el caso de los personajes aludidos nadie la puede negar. El problema es que la gente no tiene tiempo de leer nada sobre vidas de políticos en desgracia y, lo otro, son tantas las exigencias y necesidades propias y de familiares, que el grueso de la población sobrevive tratando de encontrar las puertas de salvación ante las tantas crisis que hoy día confronta consistentes en hambruna, enfermedad, desempleo y otras calamidades.
AL PANTEÓN ANTIGUO HAY QUE RESCATARLO DE LA MALEZA Y ABANDONO
Debido a que algunos vecinos acusaron que hay el riesgo de contraer el dengue, porque la hierba ha crecido y los mausoleos, las tumbas y todos los rincones del Panteón Antiguo de Xalapa continúan hundidos entre matorrales, es posible que el mosquito transmisor de la mencionada enfermedad aceche a no una sino varias colonias del rumbo.
Ya en una ocasión el alcalde Ignacio González Rebolledo, habiendo escuchado a urbanistas y ediles de su administración pública municipal, había anunciado entrelineas la posibilidad de cerrar el cementerio y convertirlo en un parque público para la recreación y sano esparcimiento de las familias xalapeñas.
Por supuesto que el grueso de la población se opuso a dicho proyecto. El panteón es emblemático y en su interior descansan los restos mortales de reconocidos xalapeños que vivieron y sirvieron a su ciudad durante el siglo XIX y en los inicios del siglo XX. Allí el lugar cuenta con un mausoleo dedicado a don Enrique C. Rébsamen, educador de corte internacional, a quien la educación primaria y normalista estarán siempre en permanente deuda.
El panteón dejó de recibir difuntos en los primeros cuarenta años del pasado siglo XX. Este recinto se localiza en el crucero que forman las calles de 20 de Noviembre y 5 de Febrero. Para propios y ajenos constituye uno de los legados culturales más sensibles que los xalapeños pudieran tener.
Al panteón arribaban decenas de familias que se fueron a radicar a otras entidades del interior del país y el extranjero durante los días de festejos con motivo del Día de Muertos y así rendían homenaje póstumo a sus difuntos que allí fueron sepultados, en señal de respeto y consideración para quienes vivieron y sirvieron a su ciudad natal.
Por fortuna, cuando se anunció la idea de cerrar el panteón y convertirlo en un parque público, así como muchos deudos de hombres y mujeres que allí tuvieron su descanso eterno, decidieron exhumar sus restos y llevarlos a otros cementerios, como el Xalapeño y el de Palo Verde, de igual forma otros ciudadanos, junto con vecinos del rumbo hicieron saber su abierta oposición al proyecto anunciado antes, logrando que la autoridad municipal declinara a continuar con la que fue calificada entre la sociedad civil como una descabellada idea.
Si algunos se quejan que el mosquito transmisor del dengue, por allí está anidando y volando, lo menos que deberá hacer la autoridad local es iniciar su rescate limpiándolo de la maleza y el abandono en que se encuentra. Nomás así. Es todo.