Un cuento de María Alarcón

  • En el taller de creatividad literaria que imparto desde hace más de dos décadas en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala/UNAM han surgido algunos poetas y narradores; que casi siempre me complazco en invitar en mi columna Página nómada, del suplemento cultural “La Jiribilla Veracruzana”, de Gráfico de Xalapa. Hoy como cada semana, un invitado. Ahora le toca el turno a María Alarcón, una narradora que ha comenzado a trabajar sus textos de manera importante. Aquí tienen, entonces, a una  de mis pupilas de dicho taller. Pues a leer. Este cuento aparecerá editado en una antología que realizo para Eterno Femenino Ediciones, nada más que podamos salir de casa, podremos continuar con la edición de esta antología de cuento. Su título es “Buscando el mar”

María G. Alarcón Jiménez, CDMX, 1976 (de sudadera y tenis). Licenciada en Psicología, egresada de FES─IZTACALA. Ha publicado en Fin de semana, minificciones y otros cuentos, Compilador: Eduardo Cerecedo. UNAM, FES IZTACALA, 2019. Asiste desde hace un año al Taller de Creatividad Literaria en la misma Institución, coordinado por Eduardo Cerecedo.

Página Nómada 

ENCUENTRO

Percibo el sonido de las olas, el aroma denso, húmedo que desprende el mar, el clima es tan agradable, es como si el viento que acaricia mi rostro, hubiera decidido permanecer todo el día como mi aliado, para mantenerme con tranquilidad y en paz en esta playa, en la cual, mi estado atópico no me permitiría estar ni quince minutos.

     Me encuentro en una silla frente al mar, muy cerca, leyendo un libro, las olas rompen y el agua alcanza a tocar mis pies descalzos, la arena se esconde entre mis dedos curioseando, provocando un ligero masaje, la brisa me refresca, cuidadosa al tacto y el sonido del mar; me sumerge en un estado de  bienestar. Por momentos detengo mi lectura para observar el mar, sus olas y la arena que soporta gentilmente mi peso, cada sensación de esta experiencia es tan agradable, que desearía no terminara jamás. De pronto empiezo a experimentar una sensación de calor que me sofoca, siento mi cuello y hombros húmedos, me muevo, tratando de descubrirme un poco para sentirme mejor, e inevitablemente abro los ojos, acabo de despertar.

     ¡Nooo por favor! Digo en mis adentros, pero termino por resignarme a comenzar un día más. Parece ser uno de esos normales, la misma habitación, los mismos vecinos, los mismos sonidos de la calle, el ruido de la puerta eléctrica del vecino al sacar su auto justo a las 7:15 am, el grito del vendedor de tamales a las 8:00 am, el vendedor de agua, el de tortillas y el vendedor de pan.

       El ladrido de los perros nunca puede faltar y la lavadora de la vecina como todos los lunes. De igual forma, no faltan las mismas responsabilidades, los mismos hábitos, las mismas rutinas y el habitual clima al amanecer y al anochecer.

De pronto asimilo que algo ha sucedido, algo que ha venido a desafiar mi monótona existencia, hace unas semanas se presentó ante mí una nueva persona, llegó de pronto, sin ningún aviso, espontáneamente, como quien dice.

Como todos los encuentros que se dan al toparse con nuevas personas en esta vida, apareció así sin más y cada día he tenido que conocer cosas nuevas sobre ella, es una persona muy diferente a lo acostumbrado, es sensible, yo podría decir que hasta débil, llora con frecuencia, es ansiosa, en ciertos periodos manifiesta dolores de cabeza y el insomnio la sorprende con frecuencia. Cuando logra dormir, no lo hace por mucho tiempo y generalmente despierta cansada, además en ocasiones muestra periodos de depresión que le impiden mantenerse productiva, su carácter es bastante volátil, en ocasiones tiene unos arranques de furia que ni ella misma debe soportarse y no tolera presencia o conducta alguna, eso sin contar sus severas distracciones y falta de memoria.

      Cuando lidié con ella por vez primera, me sorprendió, creí que sería algo pasajero, una nueva aventura tal vez, sin embargo, empezó a ser bastante incómoda, es que es tan diferente, yo suelo ser una persona fría y en ciertas situaciones con un carácter duro, suelo aprovechar mi tiempo al máximo, duermo sin dificultades y lo disfruto; por lo general no hay poder humano que me despierte, no soy fácil para eso, me gusta estar de buen humor, con serenidad, enfrento las cosas con energía y determinación. No soy de películas que me hagan llorar o de temores y ansiedades y sobre todo con una fiel disciplina, que me permite mis hábitos, rutinas y mi orden existencial.

Por lo que conocer a alguien nuevo, podría parecer divertido en principio, pero finalmente no es muy cómodo, sobre todo cuando se trata de alguien tan distinto, no tenemos mucho en común y frecuentemente mueve mis esquemas. Y es verdad que muy en el fondo, la quiero y trato de procurarla; pero de eso a que tenga que tolerar sus berrinches, sus malestares y su falta de consideración hacia mí; no, definitivamente para cualquier persona debería ser inaceptable, sin embargo, aquí estoy, lidiando con ella.

     En ocasiones quisiera correrla, no verla más, ¿cómo fue que caí en esta situación? Pero es que todo parecía tan normal, de pronto apareció y no pude evitarlo, la condenada es una desconsiderada, y una gran atrevida que sin más, un día decidió venir a instalarse aquí, bajo el mismo techo, sólo me descuidé un poco, me tomó confianza y decidió así por sus ganas, instalarse sin ningún enfado, lo peor, es que no se nota que tenga intenciones de irse pronto, ni un indicio de piedad hacia mí, simplemente me vio, se cautivó y decidió no soltarme más, sé que tengo mis encantos, pero que abuso.

    Y ahora ¿qué hago? ¿Qué puedo hacer? No será fácil librarme de ella. En una ocasión mi estrategia fue ignorarla, simplemente no ponerle atención, a ver si al sentirse ignorada decidía irse así como llegó, sin avisar, pero no funcionó, la muy desvergonzada es aferrada. En otro intento opté por salir más con amigos, distraerme en ocasiones y desahogarme; tal vez así se fastidiaba, pero nada, seguía en la misma dinámica. En otro momento me fui al médico, tal vez tomando algo que me haga sentir mejor, pero no, todo continuó igual.

Un día amanecí con toda la intensión de comunicarnos, de conciliar, de encontrar un punto medio, de aceptarla así tal cual y parecía funcionar, se mostraba más controlada, aparentemente tranquila, pero de pronto, un día volvimos a la misma situación.

      ¿Cómo explicarle que ya no la soporto, que me molesta, que me irrita más de la cuenta? Así que la enfrenté y le dije todo mi sentir, seguro eso serviría de algo, ¿Pero qué hizo? Pues irse no, simplemente bajo la mirada e inmediatamente cambió su semblante, con un gesto de dolor se puso a llorar y entró en otra de sus ya habituales depresiones, después, en esos estados de furia que la caracterizan últimamente, lo sé porque sus cejas se contraen de inmediato, los músculos se tensan y aprieta fuerte; fuerte los dientes unos contra otros. Y así, llorar, gritar y volver a llorar, y no es que no me conmueva, pero justo esa es una de las características que me desagrada, así que de nuevo terminé con sentimientos vanos, tratando de entenderla y de hacer lo posible por adaptarme. Sin embargo, hoy ya no pude más, no pude continuar con esta situación, es como si ese calor sofocante que me despertó me hubiera hecho estallar, me di cuenta que aunque muchas cosas son igual a mí alrededor, no todo es así, ya no tengo la tranquilidad de antes, ya no sonrío por simples acontecimientos, o disfruto de la seguridad que tenía, desde que ella se instaló aquí, mi vida está de cabeza, así que tengo que hacer algo, algo drástico, que me libere de una vez por todas de esta situación.

Me levanto y con desesperación busco algo que me ayude a cumplir mi cometido, ¿un cuchillo?, no, me aterran los cuchillos, así que no es una buena opción, nada punzocortante. Continuo en mi búsqueda, ¿un golpe tal vez?, no, debe ser algo más drástico, determinante, que no exista posibilidad de fallar.

Doy vueltas pensando en una solución sin ninguna respuesta, de pronto, recuerdo el revolver que adquirí ya hace un tiempo y mantengo guardado, decisión que tuve que tomar debido a la situación actual en esta ciudad, sobre todo en esta colonia, supuse que algún día sería de utilidad, todo era por mi seguridad, jamás me imaginé que finalmente, quién atentaría contra mí, sería alguien tan importante en mi vida, alguien cuya existencia finalmente es esencial.

Lo pienso por un momento, pero ya no hay vuelta atrás, recuerdo los días de paz y bienestar que sentía al mantenerme en calma, controlando todo a mi alrededor sin distracciones, disfrutando de un buen sabor, un exquisito olor, un armonioso sonido o hasta una agradable labor sin alteración alguna, y eso me ayuda, así que la decisión ésta tomada, y probablemente sea la única solución.

      Me apresuro hasta el lugar donde se encuentra el arma, tomo la caja de cartón tan insignificante, sin detalle alguno que pudiera llamar la atención de cualquiera, así me aseguré de que nadie pudiera imaginarse o enterarse de lo que contenía, ni siquiera yo recordaba su existencia.

   Abro la tapa con premura, no debo pensarlo más o podría fallar como en todos mis intentos anteriores por liberarme de ella, la busco, entro en la habitación y ahí está  en silencio, me paro frente a ella y la observo detenidamente, es tan igual y tan diferente a mí, ¿Quién eres, qué haces aquí dentro?  y una lluvia de sentimientos inversos me envuelven, “no puedo”, “no puedo”, mi respiración se agita, siento mi sudor corriendo por mi frente deslizándose lentamente hasta llegar y concluir en mi cuello; dolor, confusión, lástima, desesperación, furia, no pienso más, levanto el arma, en un segundo siento el metal ya caliente entre mis manos de tanto mantenerlo empuñado; apretando con fuerza disparo, le di, los cristales de mi espejo caen, provocando un estruendoso ruido.