PRIMERO LO INSULTARON EN TWITTER, LUEGO LO DESCUARTIZARON
|HISTORIAS DE REPORTERO
Carlos Loret de Mola
PRIMERO LO INSULTARON EN TWITTER, LUEGO LO DESCUARTIZARON
Leo en la primera plana del
Washington Post que poco antes de ser asesinado, el periodista Jamal Khashoggi,
un duro crítico del casi poder absoluto de la corona en su natal Arabia
Saudita, detectó un cambio drástico en los comentarios que recibía por su
trabajo:
“Las habituales críticas a sus artículos en las
redes sociales árabes se volvieron mensajes ásperos, personales, incluso
amenazantes. Saudís influyentes lo injuriaban en Twitter llamándolo
‘extremista’, ‘criminal’ y ‘burro’, ataques que eran instantáneamente repetidos
y amplificados por montones de otras cuentas de Twitter, algunas de ellas
vinculadas a funcionarios saudís.
“Diez meses después, Khashoggi estaba muerto, su
cuerpo destazado por agentes saudís que le tendieron una trampa para atraerlo
al Consulado saudí en Estambul, presuntamente por órdenes del príncipe Mohammed
bin Salman, el poderoso heredero de la corona”, relata el reportaje de Joby
Warrick.
¿Entonces no pesan las palabras? ¿Entonces a las
palabras no se las lleva el viento?
No puedo dejar de pensar que en México desde el
púlpito del hombre más poderoso del país, el presidente Andrés Manuel López
Obrador, el tono de los ataques que recibe cualquier periodista crítico empatan
con los que recibía Khashoggi antes de su muerte. Se sueltan injurias y
adjetivos sin pensar en consecuencias. Los dice el Presidente. Los replican sus
funcionarios del Gabinete, sus legisladores, sus partidarios. Los reproducen
sus voceros formales e informales. Criminal, le decían por Twitter a Khashoggi.
Sicario, dicen aquí. Y el mismo modus operandi: en el acto, hordas de cuentas
de Twitter repiten y amplifican el mensaje.
No voy a dejar de levantar las alertas ni voy a
dejar de decirlo: en un país con los niveles de violencia e impunidad que tiene
México, la violencia verbal se convierte fácilmente en violencia física. Por
ello, el presidente López Obrador es una amenaza a la libertad de expresión. Lo
han denunciado todas las organizaciones que buscan defender este derecho. El
Presidente de México es una vergüenza internacional cuando se trata de respeto
a la crítica, una referencia mundial de lo que no debe hacerse.
El Presidente de México tiene un concepto
peculiar del poder. Cree que es legítimo usarlo para destruir a quienes no
piensan como él, y echa mano abiertamente de los recursos e instrumentos del
Gobierno y del Estado para ello. Al mismo tiempo se dice demócrata y tolerante.
No es lo uno ni lo otro. Y no es nuevo, es fácil documentar sus dichos y sus
actos en contra de ciudadanos y periodistas que lo critican o publican
información que no se ajusta a su muy particular visión de la realidad, durante
toda su carrera política.
Sus propagandistas oficiales y oficiosos se
hacen eco de las injurias, amenazas e intimidaciones. La estructura de
comunicación que ha construido no es la de un Gobierno demócrata, sino un
aparato oficial de propaganda, una maquinaria diseñada para restringir la
libertad de expresión, que se parece más a los de regímenes liberales como los
que se han consolidado en años recientes en el mundo, o a los de sistemas
francamente autocráticos. Sí, como el de Arabia Saudita.