Una tragedia humana y ecológica de Cristina Rivera Garza
|- La escritora mexicana publica ‘Autobiografía del algodón’, la primera novela de la trilogía que dedicará a las experiencias migrantes de su familia.
CIUDAD DE MÉXICO.
Cuerpo y territorio. Investigar la relación entre estos dos conceptos resulta cada vez más importante para la escritora mexicana Cristina Rivera Garza (1964), pues ambos han inspirado la mayoría de su obra y, ahora, cohabitan de manera sorprendente en su nueva Autobiografía del algodón (Literatura Random House).
La narradora y poeta nacida en Matamoros (Tamaulipas) comenta en entrevista con Excélsior desde Houston (Texas), donde vive actualmente, que le llevó seis años y 20 libros escribir esta autobiografía, el primer volumen de una trilogía.
Quise recorrer la frontera entre México y Estados Unidos para estar ahí y ser parte, poner el cuerpo en los espacios donde se han llevado a cabo escenas y experiencias. Soy muy pata de perro y me encanta viajar por tierra. Fui desde San Diego (California) hasta Savannah (Georgia) buscando campos de algodón, tomando fotografías, recolectando muestras de suelo, coleccionando viejos artefactos, pedazos de fierro, para reconstruir ese mundo del que sólo había oído hablar detrás de la puerta”, dice.
La novelista y cuentista explica que Autobiografía del algodón sigue, “lo más cerca posible”, las experiencias migrantes de sus abuelos paternos.
Salieron a pie de San Luis Potosí, hasta llegar a la zona de las minas de carbón en el norte de Coahuila; y después pasaron por Estación Camarón (Nuevo León) para, finalmente, establecerse en las comunidades agrícolas alrededor de los campos de algodón de Tamaulipas.
También es la historia de migración de uno de mis abuelos maternos, que cruzó la frontera de chico y finalmente fue expulsado, en los años 30 del siglo XX, deportado, y coincidieron en la Estación Camarón y en los campos algodoneros”, detalla.
La también ensayista agrega que muchas de las cosas de las que habla en el libro parecerían contadas por las familias o los abuelos. “Pero algo que provoca la migración es muchos borramientos, todo va desapareciendo, a veces a la fuerza y por obligación y a veces por decisiones estratégicas de los mismos migrantes. Pasan las generaciones y cada vez sabemos menos y menos; eso fue lo que pasó en mi familia”, cuenta.
Aclara que éste parece ser un recorrido por el pasado, pero parte desde el presente. “Creo que el pasado no está atrás, guardado en algún lugar, sino que viene contigo, llega a veces del futuro y nos encuentra. Me gustaría ver a este título respondiendo a ese tipo de energía, porque los procesos migratorios de los que hablo, las grandes caravanas para llegar a la frontera, las largas caminatas para cruzar un país, son una de las tragedias más grandes de nuestro presente”, añade.
La catedrática de la Universidad de Houston, que vive en Estados Unidos desde 1989, indica que Autobiografía del algodón empieza en Estación Camarón. “Es el eje central. Aquí llegó José Revueltas (1914-1976) a los 19 años y escribió sobre este lugar, fue a participar en una huelga de trabajadores en el año 1934.
Y, en mi imaginación de escritora, digo que mis abuelos tal vez se encontraron con Revueltas. No tengo ninguna evidencia de que haya sido así. Lo cierto es que coincidieron en la época y los tiempos de agitación y turbulencia. Imaginar que ese encuentro fue posible es parte de la novela, cuya producción de personajes es una especie de citas con fantasmas”, comenta.
ALGODÓN Y SANGRE
La socióloga egresada de la UNAM y doctora en Historia de América Latina y en Letras Humanas, ambas por la Universidad de Houston, admite que el norte de Tamaulipas ha sido una de las regiones más golpeadas por la llamada guerra contra el narcotráfico.
En el libro emerge una conexión entre la labor del monocultivo del algodón, su declive, cómo se sustituyó por sorgo, luego con la maquila, y cómo se fueron creando las condiciones para que la violencia arrastrara con todo. Narro la tragedia que es humana, pero también ecológica, que toca el cuerpo de las personas y también al suelo, a las plantas y los animales”, apunta.
La autora de Nadie me verá llorar y Dolerse propone en su nueva novela una combinación de géneros, ficción y no ficción, ese entrelazamiento de la experiencia personal y ver desarrollarse una historia.
Finalmente, el recuento es grave, tiene que ver con el presente, con una guerra que no termina y para la cual todavía no tenemos un nombre preciso”, expresa.
En este indagar sobre su origen personal, Rivera Garza descubrió que “la antigua tierra del algodón es ahora la tierra de la sangre y la tortura, de las fosas, donde se siembran desaparecidos”.
Añade que realizar este proyecto “ha sido la oportunidad de reiniciar diálogos con padres que están envejeciendo, con familiares que hace mucho tiempo no veía. Y me preocuparon las muchas cosas que heredamos sin saber, las que vamos cargando, encriptadas. La familia también está hecha de esos lugares vacíos que ocupan los fantasmas”.
Concluye que Autobiografía del algodón, que representa “el inicio de un nuevo recorrido en mi relación con la escritura”, es el primero de una serie de tres libros en los que está investigando la historia de su familia en relación con los cultivos que la hicieron posible. “Sigue otra obra con la muy poca glamorosa, pero siempre indispensable, papa. No será una autobiografía”, adelanta.