EL SAT DE AMLO, AHORA CONTRA LOS PAISANOS
|
HISTORIAS DE REPORTERO
Carlos Loret de Mola
EL SAT DE AMLO, AHORA CONTRA LOS PAISANOS
No
me lo tenían que decir porque se les veía el hartazgo en los ojos. Pero me lo
dijeron. Sudando, agobiados, con cubrebocas, sin darse abasto, varios
funcionarios del Servicio de Administración Tributaria (SAT) en el Aeropuerto
Internacional de la Ciudad de México me dejaron claro su enojo por la nueva
política del Gobierno federal de pasar por el escáner de Rayos-X todas las
maletas de todos los pasajeros que lleguen de fuera del país.
Como no existen ni el personal ni las máquinas
suficientes, el resultado es una fila interminable de pasajeros. En contra de
lo que pudiera uno pensar, no son los pasajeros los que están reclamando
enojados por la espera. Son los funcionarios uniformados con el logotipo del
SAT.
“Estamos rebasados”, me dijo un supervisor.
“Esto es un desastre”, explotó en otro momento una trabajadora. “Es la locura”,
estalló otro. Me pidieron no decir sus nombres por temor a represalias.
En ambas terminales del aeropuerto de la capital
del país se canceló el paso franco de “nada que declarar”, abierto hace algunos
años. Ya nadie puede caminar por ahí. Todo el que aterrice debe formarse en el
estrecho pasillo entre dos máquinas de Rayos-X, sin sana distancia.
Una docena de funcionarios del SAT tienen que,
heroicamente, lidiar simultáneamente con todos los pasajeros que llegan de
cualquier parte del mundo: Estados Unidos, Centro y Sudamérica, Europa.
Dos hacen preguntas, otros dos vigilan que todas
las maletas sean puestas en la banda, dos o tres más revisan las pantallas, y
tres o cuatro abren las maletas. “Nos hacen abrir muchas más que antes”, me
explicó una agente con el rostro sudado por el trabajo, el calor y el
cubrebocas. A veces llevan también careta. Se les ve exhaustos. No paran.
¿Por qué cambió la política? ¿Tiene que ver con
la pandemia? No. Los agentes no hacen ninguna pregunta relacionada con el
coronavirus ni inspeccionan el equipaje buscando alguna fuente de contagio.
Abren las maletas e interrogan a los pasajeros sobre si traen regalos, si
hicieron compras, si están metiendo bienes que deberían pagar impuestos…
Las filas en Aduanas del aeropuerto son otro
reflejo de una de las obsesiones del presidente López Obrador, quien considera
presunto delincuente a cualquiera a quien le haya ido más o menos bien en la
vida. Bajo esa óptica, si te alcanza para viajar, entonces algún delito estás
cometiendo, y tienes que pagar. Con una economía desvencijada y una recaudación
a la baja, le viene bien subir las multas en Aduanas.
Pero en contra del sueño obradorista de
ajusticiar a los ricos, las filas para revisión de equipajes no son de fifís
con maletas de Louis Vuitton, tratando de esconder el shopping. No. Son filas
sobre todo de paisanos que son obligados a abrir sus apretados equipajes,
desamarrar sus cajas y convencer a los agentes del SAT sobre lo que traen de
fuera para sus familias.
Pasajeros
de clase media a quienes les toca enfrentar la nueva política de acoso, en la
que ni siquiera los propios funcionarios del Gobierno están de acuerdo ni le
ven sentido alguno.
Pero bueno, otra obsesión del Presidente que se
vuelve política pública y genera un desastre inútil. Ya es costumbre.