EL EFÍMERO PODER Y LA LEVEDAD DEL SER

SAN LUNES

Por El Tlacuilo

EL EFÍMERO PODER Y LA LEVEDAD DEL SER

¿IMPROVISADOS? SIEMPRE

Hemos visto estilos y personajes pasar por los pasillos del poder, ocupando las sillas embrujadas de los cargos públicos a los que llegaron la mayoría de veces de chiripazo, solamente porque estuvieron en el lugar y en el momento adecuado.

La historia del servicio público está llena de compadres, amigos y familiares de los poderosos, eso sin mencionar a sus “queveres.

De igual manera se ocupan las curules legislativos, tanto así que en algún momento se acuñó la frase de que a las diputaciones se llegaba por tres vías, uninominal, plurinominal y… digamos “íntima”.

En el Congreso son recurrentes los presidentes afines al ejecutivo del momento, que no poseen mayor virtud que la de estar dedicados a la encomienda de cubrirle las espaldas a su patrón; algunos de ellos, como es el caso de Sergio el Bailador son recompensados dejándoles el manejo total de las finanzas del edificio de Encanto, y mire usted que se sirvió con la cuchara grande, tanto que pasó de mendigo a millonario.

De la misma manera ha transitado históricamente el Tribunal de Justicia ¡Así están nuestros usos y costumbres de la política a la mexicana!

LOS ENVENENA EL PODER

La locura de quienes en su momento ejercen el poder es comprensible, algunos de ellos pasan de “perico perro” a aves de plumajes de fantasía; llegan y tienen al alcance de su mano presupuesto y tráfico de influencias; están siempre rodeados de una caterva de lambiscones dispuestos a decirles siempre “sí señor”, adularlos y servirlos de manera abyecta; aunque llegado el momento tenga usted por seguro que los apuñalarán por la espalda; un botón de muestra es el Cepellín, quién logró ser suplente de Gerardo Buganza a través de la lisonja, pero una vez habiéndolo relevado en la diputación lo traicionó sistemáticamente; por cierto, ahora Chelín quiere ser candidato a presidente municipal ¡Hágame el refabrón cavor!.

SE SUFRE

Es impresionante cuánta humillación por parte de sus jefes son capaces de soportar aquellos para quienes las mieles del poder son su modus vivendi y su adicción; quizás por eso a su vez desquitan sus frustraciones con sus subordinados y con la sociedad en general; últimamente incluso su sector favorito para vengarse es la prensa, a la que le llueven calificativos y descalificaciones.

Pero bueno, los regaños de sus patrones muchas de las veces son autoindemnizan con dinero público; corre el mito de que el secretario de un autoritario Gobernador ya le había puesto cuota a cada mentada de madre que le aplicaba su jefe; así que después del humillante regaño le metía la mano al cajón para compensar cada ofensa, o al menos así justificaba ante los demás su falta de dignidad.

Un ejemplo más de lo abyecto a lo que son capaces de llegar algunos personajes para conservarse en el poder es el Capitán Chanclas, apodado así porque la acción de pasarle las chanclas a Dante Delgado en Casa Veracruz era parte de sus encomiendas “oficiales”.

Regularmente la incompetencia para desarrollar un cargo va directamente ligada a la necesidad de ser servil con el jefe; aunque también existen personajes de grandes cualidades, que su primer acto de sumisión es ocultar su capacidad para no “hacerle sombra” a sus superiores. Podemos tomar de ejemplo un caso nacional, el de Luís Echeverría, quién a la sombra de López Taboada se coló con Díaz Ordaz para construir, a través de una sumisión bochornosa, su candidatura a la presidencia del país; cabe el apunte de que una vez logrado su proyecto nunca más volvió a concederle audiencia a don Gustavo Díaz, la misma suerte corrieron todos aquellos a quienes de alguna u otra manera les había servido durante el tiempo en que agachaba la cabeza.

Pero mientras que en la vida laboral e íntima de los segundos o terceros en el organigrama del poder está contenida su soberbia, regularmente hacía abajo fluye haciendo el mayor daño posible.

Por las sillas embrujadas de Veracruz hemos visto pasar de todo; desde una señora Secretaria de Gobierno que acostumbraba atender en chanclas en su oficina, hasta otro que no respeta la figura del Gobernador; por ahí pasó el represor Yunes, el ególatra Escobar Pérez; el metrosexual de rancho Erick Lagos y el madreadar de mujeres Rogelio Franco, por citar algunos; todos ellos finas personas.

TODO BAJA

Pero cómo diría el cantante Alberto Cortes en “Mariana”: “Cuándo más alto volamos… nos duele más la caída”; se aplica porque pocos son los que durante sus tiempos de gloria hicieron amigos o aliados, se dedicaron a hacer intereses y esos se van con el poder.

En la geografía cotidiana sabemos que muchos de quienes otrora fueron omnipotentes hoy andan a salto de mata porque ni siquiera en un lugar público pueden presentarse por temor a un encuentro con quienes afectaron desde su trono; otros huyen de la justicia con sendas órdenes de aprehensión en su contra, mientras que los más solamente se ocultan por vergüenza, que es una virtud humana que les vuelve cuando los abandona el poder.

Hoy más que nunca, tratándose de un nuevo proyecto político, el ámbito del poder está plagado de improvisados y de personajes que nunca en su vida habían tenido contacto con el monstruo que son los cargos públicos; y como lo dice acertadamente la sabiduría popular: “quién nunca tuvo y logra tener, loco se quiere volver”, así que ya hay varios enloquecidos.

El dios Cronos es generoso con los émulos del pasado, pues les está dando la oportunidad de corregir los pasos; quienes “sirven” desde el Gobierno Estatal o el Senado tienen aún cuatro largos años para hacerlo, mientras que a los diputados y alcaldes, la generosa vida les está regalando un año más.

Sería bueno que quienes hoy se creen semidioses se asomaran en el espejo de sus antecesores; que no alucinen pensando que su destino será distinto al de quienes los antecedieron y fracasaron por soberbios; el futuro se construye o se destruye, según sea el caso; más aún cuando después de no hacer nada se quieren someter al crisol del voto popular, que seguramente los confrontará con su realidad.

Acá nos vemos en algunos meses o años, conservaré con cuidado estas líneas por el simple morbo de que siempre es un placer culposo confrontar a los fracasados con un: “¡te lo dije!”