“La esperanza frente a una tragedia”
|VIVIR CON ESPERANZA
“La esperanza frente a una tragedia”
P. Jacinto Rojas Ramos
Vivimos momentos de tragedia por la pandemia que nos sigue golpeando y no
sabemos qué hacer. Pretendemos sobreponernos y no podemos; qué importante en
estos momentos la esperanza para enfrentar y superar la tragedia.
Resulta sorprendente la manera que tiene la vida de llevarte de la mano a
veces, y sentarte en la butaca más privilegiada para contemplar ciertas escenas
de esperanza. Descubres que hay aprendizajes que solo podrían haber sido
adquiridos en calidad de testigo preferente.
No quisiera poner el foco en la tragedia, tan solo mencionar el caso de unos
padres de familia, conocidos míos que han perdido de manera inesperada y
repentina a uno de sus hijos, de apenas 13 años. Aunque pareciera que a esa
edad no se ha empezado aún a vivir, tan solo ser alumno de un colegio, miembro
de un equipo y por supuesto de una familia, hace que sea una multitud la que
quiera despedirle de una manera especial.
Mi butaca preferente es una silla del templo que acompaña la celebración. Desde
ahí se ve una iglesia con los amigos de la familia; están todos, uno a uno podría
ir contando algo de la vida de quien ya no está, precisamente la única persona
que falta.
Intento recordar si yo he llegado a conocer a este niño, por quien hoy todas
estas personas se juntan, pero llega un momento en que descubro que no ha hecho
falta conocerle, que es incluso este momento la mejor circunstancia para
observar el cuadro.
Como cuando una persona se enamora de alguien, que prepara un ideal de esa
persona, que después va completando y corrigiendo según va teniendo un
conocimiento más profundo. Ojalá nos alimentáramos más de lo que pudiera pensar
quien se enamora y nos pudiéramos ver con esos ojos, quizá velados por el
ideal, o quizá más completos por el amor especial de quien se enamora.
Seguramente Dios nos mira así porque es un Padre enamorado de sus hijos.
Muy cercano a esa manera de mirar es como contemplo la escena: el deseo de la
madre de que las canciones hablen de vida, de resurrección; la contagiosa
pasión que desprende cada miembro del coro al cantarlas; la delicadeza de las
palabras de la homilía, una obra de arte en homenaje a una persona, una
familia, una comunidad; aunque entre lágrimas, las miradas de verdadera
esperanza al escuchar anécdotas concretas; las palabras de emocionada inocencia
de amigas suyas; la reivindicación de la unidad de la familia por parte de uno
de sus primos… todo habla de la vida quizá de un modo más puro. Que la canción
de nuestra vida se cante de esta manera.
El culmen del acto llega al final. La madre, que ha perdido a su hijo, en medio
de la multitud, se levanta de su asiento y sube al ambón para dirigir unas
palabras. Solo ese gesto riega de esperanza a todos los presentes. La fuerza de
sus palabras radica en su sencillez: agradecer a todos por venir. Y llena de
esperanza vuelve a su asiento.
Otros gestos no serán tan potentes como estos, pero ojalá seamos capaces de
mirar tan de cerca al amor más puro, que está presente en más lugares de los
que pudiera parecer a simple vista.
Enfrentemos la tragedia de esta pandemia o cualquier otra adversidad con la
fuerza de la esperanza.