CÓMO DESTRUIR UN LEGADO
|HISTORIAS DE REPORTERO
Carlos Loret de Mola
CÓMO DESTRUIR UN LEGADO
Si
Donald Trump no tuviera esa personalidad, quizá pasaría a la historia como un
buen presidente de Estados Unidos. La frase me la dijo un colega y mi reacción
fue seguramente igual a la suya al leer estas líneas: una cara de “no puedo
creer que me estés diciendo esto”.
Procedió con su argumentación: Donald Trump es
un impresentable, ni duda cabe. Pero si Trump fuera un tipo medianamente respetuoso,
menos patético y hubiera aceptado en buenos términos su derrota electoral, el
saldo de sus cuatro años en la Casa Blanca tendría importantes puntos a favor,
aún con la terrible gestión de la pandemia:
La economía de Estados Unidos iba bastante bien
bajo el mando de Trump. Incluso él buscó su reelección montado en esos buenos
resultados de crecimiento y empleo: yo los puedo sacar de la crisis del
coronavirus.
Nos pareció odioso a los mexicanos, pero pateó
la mesa del comercio internacional y sacó ventajas para su país. Nos duele a
los mexicanos, pero cumplió su promesa de abatir la migración ilegal (con la
amable colaboración del presidente López Obrador).
Colocó a China, su principal rival, como el
nuevo gran enemigo de la democracia y los valores occidentales. China venía
navegando felizmente, gozando todas las ventajas de la economía globalizada,
pero aprovechando su condición de oscura dictadura para hacer todas las
trampas. Hoy China está bajo escrutinio por esconder el brote de la pandemia, por
endurecer sus políticas antidemocráticas y por espiar usando sus avances
tecnológicos, al grado que le bloquearon en Europa la introducción de la red
5G.
Cuando inició su mandato, el grupo terrorista
Estado Islámico tenía un país a su disposición, conformado por un tercio de
Irak y dos tercios de Siria, en donde fungía como Gobierno: cobraba impuestos,
impartía su justicia y hasta extraía petróleo. Ya no. Prácticamente está de
vuelta a la clandestinidad. Y encima, el Gobierno de Trump mató a su líder, Abu
Bakr al-Baghdadi.
En Medio Oriente, entre sociedades económicas y
complicidades políticas, logró que se volvieran a hablar Arabia Saudita e
Israel. Con los saud logró el recorte petrolero y con los israelíes la apertura
también a Emiratos Árabes. Incluso destrabó la bronca con Qatar, que ya ponía
en riesgo el Mundial de Futbol.
A Irán lo tuvo contra las cuerdas con sanciones
económicas y hasta se dio el lujo de matar a su militar de más alto rango, sin
que el país islámico hasta ahora haya cobrado alguna represalia.
Y para algo más que la foto, reactivó la carrera
espacial de la mano de Elon Musk.
Su carácter de barbaján y su permanente estado
de pelea no le ayudaron. Aunque no sé si justo esa personalidad le permitió
muchas de las conquistas enlistadas. Trump, pues, tenía argumentos para trazar
una narrativa e intentar compensar su desastrosa gestión de la pandemia. Hay
que recordar que hasta antes del Covid, el escenario más probable era que Trump
se reelegía cómodamente.
Claro, hasta que no aceptó una contundente
derrota electoral, inventó un fraude y puso a Estados Unidos en la categoría de
país bananero al incentivar la destrucción violenta de las instituciones
democráticas. Entonces sí, el destino es inequívoco e implacable.