Placebos para imaginar; publican la antología ‘Cuarentínimos para la cuentena’
|- Anidados por covid-19, Cuarentínimos para la cuentena compila 60 relatos con ilustraciones donde la nueva normalidad es la realidad aumentada.
CIUDAD DE MÉXICO.
Dos roomies se disfrazan de Diego Rivera y Frida Kahlo para protagonizar un instante furtivo, mientras otros vecinos inundan el sótano de su edificio y lo convierten en el paraíso de Jacques Cousteau; y una familia monta escenas de Turandot en la sala de su casa.
Todo eso sucede en la imaginación del escritor Jorge F. Hernández y del ilustrador Miguel Repiso Rep, quienes publican Cuarentínimos para la cuentena, una antología con relatos breves, anidados en la cuarentena para demostrar que la nueva normalidad es la realidad aumentada y que el confinamiento no es un pretexto para matar la imaginación.
El volumen tiene 60 relatos, inspirados en la pandemia, la soledad, los sueños, la vejez, la ansiedad y las bibliotecas, con alusiones a autores como Julio Cortázar, Salvador Elizondo, Francisco de Quevedo y Gabriel García Márquez, en una demostración de velocidad y resistencia creativa, acompañada por la voz del autor, el proceso de creación de las ilustraciones en un time lapse con música original que se descarga desde la app Lápiz App.
El ejercicio surgió para demostrar que hay vida creativa a pesar del confinamiento, es una especie de salvoconducto para la desfachatez, porque los escritores de a deveras siempre estamos en el escritorio”, expresa Jorge F. Hernández en entrevista .
Los relatos, explica el ensayista y también director del Instituto Cultural de México en España, son como un paisaje guanajuatense con casitas multicolores que son vistas desde el brazo del Monumento al Pípila.
SIN TREGUA. A distancia, Rep enviaba una ilustración a Hernández y éste escribía la historia, en un reto que duró 60 días.
¿Es la creatividad en la pandemia?, se le pregunta. “Todo empezó como una
demostración de que la creatividad no cesa. Y eso también se demuestra en videos que he visto de cantantes y músicos, de gente que siguió haciendo actividades creativas a pesar del confinamiento”.
Pero con Rep esto se convirtió en un amasiato a la distancia, porque a él se le ocurrió ilustrar un cuentínimo y al día siguiente me mandó un dibujo para que yo escribiera y así estuvimos echando retos hasta que cumplimos 60 días”, relata.
¿La variedad de temas responde a sus obsesiones? “Es una confirmación de mi demencia. Siempre estoy hablando de autores, así que tengo un corral de preferidos y, sin querer, resultó que los oyentes de estos cuentínimos pueden brincar a Fernando Pessoa o a Julio Cortázar. Sí se ve que tengo una serie de obsesiones.
Aunque algunos de esos relatos, que son imaginación dentro de la imaginación o ficción dentro de la ficción se debe a que quizá me gustaría escribir una novela sobre los roomies y a lo mejor no me dio ni para un cuento amplio, sino para un cuentínimo”, abunda.
En estos breves relatos, advierte Jorge F., la pandemia está presente de varias maneras, aunque también aprovecha para elogiar al personal sanitario que enfrenta la pandemia.
Cada relato es un placebo para evitar el dolor de todos los días, de enterarme que alguien se contagia, de cómo ha crecido esto en México y cómo se han llenado los hospitales. Aquí en Madrid, uno de los impulsos fue tratar de ser positivo en una ciudad que convirtió la pista de hielo de los niños en una morgue, porque los muertos ya no cabían. Son placebos o planes de evasión”, explica el también autor de En las nubes y El álgebra del misterio.
HOMENAJE. Jorge F. Hernández y Rep elogiaron en este trabajo a las personas que cuidan a los enfermos en tiempos de covid-19
Uno de los relatos con más ingenio es Elizondo, dedicado al autor de Farabeuf o la crónica de un instante. “Es un homenaje al Chatito, que fue mi amigo. Me dicen que en un documental salgo a cuadro y digo que en alguna época quise ser Salvador Elizondo. Entonces, me vestía como él, quería unas gafas redondas como las que tenía y, hasta la fecha escribo con pluma fuente e intento una caligrafía que sea una obra de arte. Es un homenaje y un testimonio de clonación, porque casi todo lo que él escribió merece plagiarse”, dice con ingenio.
Además, “él me salvó una Navidad, porque en una misiva que me envió un 23 de diciembre, con su caligrafía enigmática, mis hijos la interceptaron y juraron que la enviaban los duendes de Santaclós para confirmar el envío de los juguetes. Yo les dije que era la clásica caligrafía de un duende. No hay confusión. Y ese duende lo traigo siempre muy cerca”, finaliza Jorge F. Hernández.