Arte y Evocación en el Museo Soumaya Plaza Carso
|- El recinto exhibe las mejores obras sacras y barrocas de su acervo, pintadas por grandes maestros.
CIUDAD DE MÉXICO.
La Dolorosa, de Cristóbal de Villalpando, es una de las piezas más valiosas que resguarda el acervo del Museo Soumaya Plaza Carso, en la que “el creador novohispano exhibió su mejor momento artístico y captó los elementos ortodoxos con la virgen que entrelaza las manos, el llanto contenido y un manto con destellos purpúreos que simboliza uno de los momentos más conmovedores del evangelio”.
La obra, detalla Alfonso Miranda Márquez, director del Soumaya, a Excélsior, es de gran formato, fue realizada entre 1680 y 1689 y establece “pautas atractivas de lo que implicó aquel símbolo; en ella se aprecian, incluso, los 30 denarios con los que Judas Iscariote vendió al maestro, y se suma a un rico acervo de arte religioso que también sirve para reflexionar sobre la herencia novohispana en el marco de las conmemoraciones por los 500 años de la caída de Tenochtitlan y el bicentenario de la promulgación de la Independencia de México.
La reconciliación con nuestro pasado es nodal en este tiempo de coyuntura, como lo presentan 1521, 1821 y 2021, con cinco siglos de conquista que pueden ser vistos, releídos y revisitados por el patriotismo criollo y, dentro de éste, acercarnos y diferenciarnos entre la madre patria y un terreno fértil donde hubo una mezcla no sólo racial, sino ideológica, filosófica que nos permite ser quienes somos”, expresa.
Además, Miranda dice que ese conjunto artístico también puede servir como puente de unidad, reflexión e introspección, y “una oportunidad para detonar interrogantes y posibles respuestas en comunidad desde distintos espacios culturales”.
A esta obra de Villalpando, indica el promotor, se suma una larga lista de piezas creadas por maestros europeos y americanos.
Del primer grupo destacan Tintoretto, Jacopo Bassano, Vigée Lebrun, Joshua Reynolds y los Cranach. “En la obra religiosa de maestros europeos sobresalen el Adán y Eva de Lucas Cranach el Viejo, de 1520; y Lucrecia romana, de Cranach el Viejo y Cranach el Joven.
Y Las lágrimas de San Pedro, de El Greco, de quien este año se celebra el 480 aniversario de su nacimiento; así como de José de Ribera El Españoleto, Esteban Murillo y un retablo agustino de tiempos napoleónicos, que fue desmembrado, viajó a Francia para integrar los fondos del Louvre y volvió a la península ibérica para luego ser puesto en subasta.
De los antiguos maestros americanos, la colección Soumaya cuenta con obra de uno de los primeros creadores que se avecindó en la Nueva España, Simon de Pereyns; artista flamenco que llegó en el siglo XVI y realizó obra en conjuntos conventuales de Oaxaca, Puebla y la Catedral Metropolitana.
Lo mismo que Diego de Borgraf, nacido en Amberes, quien llegó a vivir a Puebla de los Ángeles y de quien conservan La Magdalena penitente y San Francisco de Asís en éxtasis; o piezas de Luis Lagarto, como Los cinco señores y una colección importante de retablos, exvotos del siglo XVIII y de principios del siglo XIX, junto con numerosos bordados y cubre cálices; y obra importante de Miguel Cabrera, como la Inmaculada Concepción y la Santísima Trinidad.
Otra pieza interesante es un Cristo atado a la columna, anónimo que data de las postrimerías novohispanas, en la que se aprecia el cuerpo flagelado y en la espalda se observan huecos en la madera tallada con incrustaciones de hueso que reflejan las costillas y el codo”, añade.
Además, evoca que en la sala tres del Soumaya –que festeja su décimo aniversario– exhiben parte de este diálogo entre antiguos maestros europeos y americanos; mientras que en la Casa Tovar y de Teresa, ubicada en la colonia Roma, hay habitaciones con retratos de monjas coronadas, cristos de marfil, estofados guatemaltecos y un lienzo de Baltasar de Echave Rioja.
Miranda concluye que, durante este año, el Soumaya participará en una magna exposición con los museos Nacional de Arte y Nacional de Historia Castillo de Chapultepec para hacer una relectura de sus fondos virreinales, “con una curaduría tripartita para revisitar sus símbolos y formular nuevas interpretaciones”.