“La convivencia con la esperanza”

VIVIR CON ESPERANZA

“La convivencia con la esperanza”

Por Jacinto Rojas Ramos

Somos buscadores de sentido, peregrinos de la vida siempre caminando hacia un horizonte de esperanza que construimos paso a paso, a fuerza de compromiso solidario y capacidad para contemplar la vida en su profundidad.

Nuestra estancia en este mundo tiene que ser un camino de pensamiento esperanzado y esperanzador construido con palabras que tratan de retratar la parte más bella de la existencia, delineando así nuestros mejores ideales que se han de sobreponer a tanta carga de sufrimiento, injusticia, explotación… Al mal se le vence a fuerza de bien. La bondad conquista la felicidad más plena. Amar es vencer para convivir con la esperanza.

La esperanza es una de las virtudes fundamentales que tiene el ser humano, una cualidad que sirve para dar aliento en muchas situaciones difíciles. Los obstáculos nunca faltan; ahora enfrentamos muchas adversidades a causa de la pandemia.

Cuando nos acostamos por la noche, convivimos con la esperanza de que al día siguiente la vida continuará con su abanico de posibilidades.

La esperanza es un principio de vida, una actitud que acompaña durante la mayor parte del ciclo vital. Permite mirar hacia adelante con un cierto grado de confianza de que la continuidad de la misma será aceptable, incluso mejor.

Una persona que se ha contagiado de coronavirus tiene el mismo derecho a la esperanza y a soñar con una situación como mínimo llevadera. La esperanza ayuda a un enfermo a gestionar mejor la evolución de enfermedad a lo largo de la jornada. Muchas veces son esos estados esperanzadores los que permiten sostener los miedos e incertidumbres que van emergiendo.

A veces es un estado que se renueva día a día, con pequeñas, inmediatas metas, como la confianza de que el día siguiente será mejor.

En general los enfermos graves cuentan con unas dosis inusitadas de esperanza que aplican en los momentos difíciles en la evolución de la enfermedad. El paciente se agarra a lo que pueda para seguir confiando, y ahí da igual si sus esperanzas son fundadas o forman parte de un imaginario irreal.

Todo paciente tiene derecho a ver la realidad tal como es, valorar la situación con dosis realistas, pero a su vez tiene el mismo derecho que cualquier otra persona a tener esperanzas y confiar en una mejora de su cuadro, aunque sea mínima.

¿Cuándo tiene la esperanza sentido y es realista? ¿Cuándo llega el punto en el que ya no tiene sentido invitar al enfermo a soltar expectativas de mejora?

Las respuestas serán con toda probabilidad variables, según el momento y la situación de cada persona enferma, de su relación con la esperanza en sí misma y las propias necesidades del paciente de gestionar la realidad.

Sin embargo, que importante es proponer o invitar a quien pasa una situación difícil inesperada a que transite por la senda de la esperanza que le va a conducir a feliz puerto. Por tanto, cada día es una maravillosa oportunidad para convivir con la extraordinaria virtud de la esperanza.

rrjacinto_9@hotmail.com