Cerca del Cielo

  • Diálogo celestial después de la final (II y última parte)

Por José Ramón Flores Viveros

Kaliman: Me pasó lo mismo Gato, me quedé helado -aunque es mi estado natura- cuando vi cómo sujetó Muciño a Félix Torres, defensa del Santos, para bloquearlo, aun cuando quería unirme al festejo, Torres exigía al árbitro la revisión de la jugada, incluso mostró un claro rasguño en uno de sus brazos, la divinidad había sido muy clara al respecto, no intervenir en ninguna jugada, romper estas reglas puede ser de consecuencias inimaginables, no se puede alterar la historia terrenal, el castigo puede ser también muy grave: Ser enviado al infierno mismo, la orden fue tajante, se nos prohibió tomarnos de las manos ya que esto crearía una energía terrenal, tal y como si estuviéramos vivos, ahora comprendo las miradas que cruzaron Bustos y Muciño en aquella charla, donde se discutió con el poder superior un permiso especial para poder estar en la tierra, en la cancha del Estadio Azteca, debimos imaginarlo, juntos un goleador implacable con un delantero apodado El Gambetero Diabólico.

Comentario del columnista.

Irreverentes ambos por naturaleza, las reglas divinas no fueron diseñadas para tipos como Bustos y Muciño, siempre irreverentes, astutos y pícaros a más no poder, dispuestos a ir al mismísimo infierno, más cuando estaba en juego un campeonato de liga, el VAR no encontró ninguna irregularidad arbitral en la jugada, el árbitro dio por bueno el gol, aunque algo le decía que había ocurrido un hecho inexplicable, la convicción de Torres era tal que no dejaba lugar a dudas, algo misterioso había ocurrido, aunque el video no había registrado nada extraño.

Cesáreo Victorino: Corrí a la esquina a felicitar al Cabecita, era el gol que rompía el maleficio de más de 23 años sin ser campeones, sentí claramente cómo atravesé el cerco humano formado por El Cata, Romo, Santiago Jiménez, Aguilar, jugadores de banca, Bustos, Muciño, Kaliman, rodeaban al uruguayo, me uní al abrazo, con el cual rompimos nuestra condición inmaterial, pude sentir en mi cuerpo perfectamente cómo se filtró el sudor de la playera del Cabecita en mi playera, habíamos traspasado por microsegundos en el cosmos, la barrera de la vida y de la muerte. Jamás se me olvidará la mirada del delantero uruguayo, una mezcla de miedo y asombro, preguntando con absoluta incredulidad, ¿Bustos? ¿Muciño? ¿Kaliman? ¿Victorino? ¿Verdad?

Bustos: Salí corriendo detrás del Cabecita como loco, esta alegría la comparo, cuando felicité a Muciño, después de la pared de taquito, donde cayó el tercer gol de aquella final histórica contra el América y quedo tirado después del encontronazo con el Pajarito, aquí fue cuando volvimos a violar las reglas celestiales, ya que más daba irnos al infierno, claro que no era lo mejor, pero después de más de 23 años de ayuno, de sueños rotos, ya nada importaba. Nada se compara con la victoria con las mieles del triunfo, negadas a nuestra noble afición y también a nosotros los jugadores, vivos y los que ya estamos en el cielo, unimos nuestros cuerpos etéreos al goleador uruguayo, pude volver a experimentar aquella brutal explosión de la alegría en cada uno de los tricampeonatos en los años 70.

Marín: En el tiro de esquina, en la agonía del partido y en tiempo de compensación, los espectros del pasado coparon la zona de acción de Corona, como nunca el recuerdo de 2013, cuando Moisés Muñoz metió el gol para obligar los tiempos extras y los penaltis, el balón venía por todo lo alto y me disponía a despejarlo de puños, consideré las dos posibilidades, quedarme con el balón o despejarlo, la posición de un portero es lo más ingrato que pueda existir dentro del futbol, todos los errores hasta el del último defensa siempre existirá la posibilidad de que el portero evite la catástrofe, pero en la portería los errores son goles la mayoría de las veces, me quedé flotando cuando vi que Chui salió por la pelota por lo alto, vi la convicción y determinación en su rostro,  decidí quedarme a la expectativa, no tenía ningún caso intervenir también. Además, cuando bajé la mirada vi a Bustos y Muciño en tareas de marca y con la intención de hacer de las suyas, afortunadamente Chui se quedó de manera categórica con la pelota.

Kaliman: Sólo restaban segundos y de manera increíble se armó la rebambaramba, en la siguiente jugada, por poco y llega la sangre al río, estuvo a nada de armarse una batalla campal, de verdad qué ganas de repartir “sopapos” no me faltaron, vi a un jugador del Santos en el suelo por nada casi le tiro una patada, aunque ya no pertenecemos a este mundo, me detuve por considerarlo una cobardía, el jugador se encontraba indefenso, Bustos ya dispuesto a pagar el precio a sus graves faltas, recordando sus tiempos de boxeador, fue campeón de los Guantes de Oro, lo vi tirando golpes de manera seria y con la maestría de un boxeador, Muciño ni se diga, también era bueno para el trompo de manera callejera, después de más de 10 minutos las cosas se pudieron calmar,  el árbitro indicó dos minutos más de juego. La agonía seguía, pero afortunadamente pasados 10 o 15 segundos, el árbitro pitó, la larga espera y la agonía habían terminado.

Columna dedicada a seguidores históricos del Cruz Azul en Coatepec -mi equipo del alma también- Fernando Jácome, Julio Sánchez, Apolinar Martínez, Galdino Mestizo, José Luis Gándara y Francisco López, El Místico.