El espacio poético de Ely Núñez

José Santos Chocano Gastañodi (Lima, Perú, 14 de mayo de 1875 – Santiago, Chile, 13 de diciembre de 1934)

JOSÉ SANTOS CHOCANO GASTAÑODI fue un destacado poeta peruano, conocido como «El Cantor de América» por antonomasia. Su vida fue rocambolesca y estuvo ligada a la de los dictadores y los caudillos latinoamericanos de su tiempo.

Es considerado uno de los poetas hispanoamericanos más importantes, por su poesía épica de tono grandilocuente, muy sonora y llena de color, aunque también produjo poesía lírica de singular intimismo, todas ellas trabajadas con depurado formalismo, dentro de los moldes del modernismo. Su obra se inspira mayormente en los temas, los paisajes y la gente de su país y de América en general. Su creación literaria obtuvo en el Perú un reconocimiento nunca antes visto; llegó a ser el literato más popular después de Ricardo Palma, aunque su ascendiente en los círculos literarios peruanos fue disminuyendo paulatinamente, en beneficio de otro grande de la poesía peruana, César Vallejo. No obstante, Chocano sigue siendo recordado por la mayoría de los peruanos como un gran poeta; algunos de sus composiciones como «Blasón», «Los caballos de los conquistadores» y «¡Quién sabe!…», son clásicos de las recitaciones hasta la actualidad.

Su infancia transcurrió en plena Guerra del Pacífico, cuando los chilenos ocupaban la capital del Perú. Cursó sus estudios secundarios en el Instituto de Lima y en el Colegio de Lima. En 1891, ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pero no concluyó su carrera. En 1894 se inició en el periodismo, colaborando en el diario La Tunda, que se oponía al segundo gobierno del general Andrés A. Cáceres. Acusado de subversión, fue encarcelado en una celda submarina de la Fortaleza del Real Felipe. Tenía entonces 20 años. Salió libre tras el triunfo de la revolución cívico-demócrata de 1895 y gozó del apoyo del nuevo gobierno. Publicó sus primeros poemarios y editó periódicos y revistas en la imprenta del Estado. Luego recorrió América como diplomático y aventurero; se desempeñó en algunas misiones diplomáticas que le condujeron a Centroamérica, Colombia y España. Durante su estancia en Madrid y dada su vinculación al movimiento modernista en torno al editor y librero Gregorio Pueyo, publicó su poemario Alma América (1906).

Separado del servicio diplomático al ser involucrado en una estafa al Banco de España, pasó a Cuba, Puerto Rico y México, donde fue secretario del jefe revolucionario Pancho Villa. En 1915 se trasladó a Guatemala, donde colaboró con el dictador Manuel Estrada Cabrera, lo que casi lo llevó ser fusilado en 1920 al ser derrocado éste, salvándose gracias a la intercesión de muchos estadistas y escritores del mundo. En 1921 volvió al Perú y el gobierno municipal de Lima lo nombró poeta laureado, otorgándole una corona de laureles de oro en 1922. Se declaró amigo y simpatizante del presidente Augusto B. Leguía. Se convirtió en el panegirista de las «dictaduras organizadoras» del continente.

En 1925, asesinó de un disparo a quemarropa al joven escritor Edwin Elmore, luego de un altercado entre ambos en el local del diario El Comercio de Lima. Chocano salió en libertad a los dos años, pues el Congreso de mayoría leguiísta ordenó cortar el proceso judicial.

Se fue a vivir a Santiago de Chile, donde padeció penurias económicas. En 1934 fue asesinado en un tranvía por Martín Bruce Padilla, un esquizofrénico que afirmó haberse asociado con el poeta en la búsqueda de tesoros ocultos, pero al verse marginado de los supuestos beneficios de la empresa, optó por vengarse de esa manera. En realidad, Chocano no halló ningún tesoro. Fue sepultado en Santiago. Treinta años después sus restos fueron trasladados a Lima.

NOSTALGIA

Hace ya diez años

que recorro el mundo.

¡He vivido poco!

¡Me he cansado mucho!

Quien vive de prisa no vive de veras,

quien no echa raíces no puede dar frutos.

Ser río que recorre, ser nube que pasa,

sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,

es triste y más triste para quien se siente

nube en lo elevado, río en lo profundo.

Quisiera ser árbol mejor que ser ave,

quisiera ser leño mejor que ser humo;

y al viaje que cansa

prefiero terruño;

la ciudad nativa con sus campanarios,

arcaicos balcones, portales vetustos

y calles estrechas, como si las casas

tampoco quisieran separarse mucho…

Estoy en la orilla

de un sendero abrupto.

Miro la serpiente de la carretera

que en cada montaña da vueltas a un nudo;

y entonces comprendo que el camino es largo,

que el terreno es brusco,

que la cuesta es ardua,

que el paisaje es mustio…

¡Señor! ¡Ya me canso de viajar! ¡Ya siento

nostalgia, ya ansío descansar muy junto

de los míos!… Todos rodearán mi asiento

para que les diga mis penas y mis triunfos;

y yo, a la manera del que recorriera

un álbum de cromos, contaré con gusto

las mil y una noches de mis aventuras

y acabaré en esta frase de infortunio:

—¡He vivido poco!

¡Me he cansado mucho!