Del coco, al hombre del costal; libro aborda la historia de figuras como el robachicos
|- Sosenski aborda la historia del miedo en México y las implicaciones del secuestro y la explotación infantil entre 1900 y 1960.
CIUDAD DE MÉXICO. La historia del robachicos y de personajes análogos como el coco, el cucuy, el cuco, el hombre del costal, el sacamantecas o el bogeyman, acompañan la historia del miedo en México y las implicaciones del secuestro y la explotación infantil, como lo muestra la escritora e investigadora Susana Sosenski, autora de Robachicos. Historia del secuestro infantil en México (1900-1960).
El volumen, publicado por Grano de Sal y que será presentado el martes 31 de agosto en las redes sociales del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y de la editorial, detalla que esta palabra surgió en los albores del siglo XX y tuvo su momento de esplendor hacia 1945, en el denominado año de los robachicos que Carlos Fuentes describió así:
Se han soltado los robachicos, deben ser las gitanas, las brujas, las lloronas, los rateros con sus ganzúas, los bandidos que cortan los dedos a los niños, los envuelven en masa de tamal y los venden en el mercado; los cirqueros que los convierten en payasos, y los entrenan para saltimbanquis, les deforman los rostros y les hacen cargar baúles para que se queden enanos y luego explotarlos”.
El robachicos “es el personaje con el que nos asustaban madres, padres, abuelas y nanas, un personaje un tanto mítico que no sabíamos si existía, pero facilitó controlar las actividades infantiles en ciertos lugares que los adultos consideraban peligrosos”, comenta la autora.
Desde los albores del siglo XX se habla del robachicos, aunque esta idea proviene de una literatura tan antigua como El flautista de Hamelin, pero son esos personajes que representan el miedo más profundo del ser humano: la pérdida de los hijos”, asevera.
Lo primero que hizo Sosenski fue identificar, en la prensa mexicana, las primeras menciones del término. “Apareció a finales del siglo XIX y principios del XX, primero como palabra compuesta roba-chicos y poco a poco se convirtió en una preocupación social”.
El tema coincidió con el hallazgo de casas de detención de niños secuestrados durante el porfiriato, quienes eran utilizados como esclavos en las haciendas henequeneras, mientras crecía el estereotipo clasista del robachicos, como hombre pobre, andrajoso y con costal.
Sosenski exploró las narrativas construidas en torno a este personaje, desde la nota roja, en programas de radio, películas, historietas, fotonovelas y desde la mirada de literatos como Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco y Agustín Cadena.
Y registró la legitimación del uso y abuso de los cuerpos infantiles, donde se disparó la trata y la explotación. “Cuando uno revisa los expedientes judiciales, exhiben una actuación judicial muy deficiente de la autoridad, con impunidad, protección a gente poderosa”, advierte.
La investigación también revela que a lo largo de estos años se utilizó el miedo a los peligros de la calle para educar y controlar a las infancias.
En el caso mexicano, a partir de este miedo se impuso la exclusión de las infancias en el espacio público. Ese discurso también fue generando espacios para distintos sujetos sociales y generó esa división entre espacio privado y público que encerró a la familia nuclear –otra construcción histórica– en el ámbito privado”, tal como sucede hoy con la pandemia.
El volumen recupera dos secuestros de 1945 y 1950. Uno en el que desapareció el niño Fernando Bohigas y el de la niña Norma Granat.
Fueron dos casos muy mediáticos. El primero fue observado como un atentado contra el ideal de la familia de clase media que se intentaba imponer durante el régimen de la posrevolución. Así que el secuestro fue visto como el ataque al corazón de lo que se intentaba construir.
Mientras que el caso Granat fue aún más sensible porque era la hija de uno de los millonarios del alemanismo, ya que el señor Granat, dueño de un emporio cinematográfico, sufrió un caso de extorsión empresarial.
El libro incluye dos apartados sobre los niños del porfiriato que eran llevados a realizar trabajos forzados a Yucatán, y uno más, con decenas de niñas que eran tomados de las calles, dedicadas a la prostitución sexual, casos que no tuvieron tanta resonancia, pero que revelan el tiempo y la evolución de un concepto que ha llegado hasta nuestros días.