¡COMPADRE!

Maricarmen Delfín Delgado

En septiembre, mes patrio, los mexicanos nos sentimos orgullosos de serlo y exaltamos las costumbres y características que nos dan identidad ante otros países, comida, música, trajes típicos, la bandera, el himno y los forjadores de nuestra historia aparecen en todos los festejos y recordatorios del tema nacional. Controversias acerca de las tradiciones y los íconos patrios o los productos que consumimos y sentimos nuestros como la jamaica, el tamarindo, el cilantro, el chile habanero, el arroz, los tacos al pastor, el pan, el cabrito, en fin, la lista es larga, son extranjeros pero no solamente los hicimos propios, les dimos el toque, el sello que sólo los mexicanos podemos plasmar en lo que somos, decimos y hacemos.

Somos una singular mezcla de inocencia, picardía, coraje y sentimentalismo, afiliativos por naturaleza por lo que hacemos “nuestro” lo que nos agrada, nos “encariñamos” fácilmente, tanto que a las personas cercanas las consideramos como de la familia, un ejemplo es el vínculo que se establece con el compadrazgo, un parentesco ritual.

Compadre, del latín compater, compuesta por el prefijo “co” que indica reunión,cooperación, agregación, lo que etimológicamente significa “quien coopera con el padre”. La persona que toma la responsabilidad propia de un padre, implica compromiso de una familia con otra, responsabilidades e identificación con el implicado. Es algo más que un amigo, tanto que se le considera “sagrado”. Hay cientos de motivos para hacer compadres, de fiesta, de licor, para la bendición de un negocio o una casa, de pastel, de comida, de graduación, de lo que se nos ocurra, sin embargo, el lazo más serio e importante es cuando se trata de apadrinar a un hijo, aquí el compromiso ya es de respeto y convicción.

El compadre también es padrino, la persona que toma algunas responsabilidades del padre, apadrinar significa proteger; término usado primordialmente dentro del contexto latino; llamado coloquialmente compadrito, compae, compaye, compai, compita.

En Mesoamérica esta relación era ritual sagrado, algunos grupos nahuas utilizaban el término itiotatzinsubrayando la paternidad sagrada que se confiere al padrino. Los nahuas de Tzinacapan acuden a la voz tokay y con ello enfatizan la dependencia que los nombres propios guardan respecto a los padrinos. Si el ahijado tendrá que referirse al padrino como motokay, que literalmente significa “mi nombre”, es porque el primero recibe del segundo algo más que una paternidad sacramental. Entre otros grupos indígenas, pertenecientes al área mesoamericana, la elección de padrinos suele presentarse como una sucesión de múltiples generaciones que asumen el papel de donadores o receptores de padrinazgos, de tal manera que los miembros de un grupo familiar tendrán como padrinos de bautizo y de bodas a los miembros de otro grupo familiar, el cual obtendrá sus padrinos de un grupo adicional.

Idealmente, la vida de un individuo transcurre mediante una trayectoria que deberá acumular siete padrinazgos sucesivos, en un ciclo que se abre con el bautismo y se cierra con el padrino de defunción, llamado también “padrino de cruz”.

El compadrazgo actúa como una fuerza integradora, da cohesión a las comunidades al formalizar ciertas relaciones interpersonales, conductas y costumbres recíprocas, para alcanzar un grado de seguridad económica y moral. La institución de compadrazgo convierte a sus miembros como un gran grupo de apoyo en sus necesidades económicas, morales, sociales y religiosas, se ayudan, se visitan, se auxilian en las enfermedades y se cuidan.

En México se festeja el Día del Compadre el tercer domingo de marzo, así qué a prepararnos para la celebración, que el compadre en México es sagrado.