Cuidar la salud emocional para mejorar el corazón
|Tener una salud psicológica débil tiene una conexión estrecha con las enfermedades cardiovasculares (ECV) y, a su vez, es muy probable que las personas con una afección cardiaca moderada o grave presenten algún trastorno emocional.
Desde hace décadas se conocía que el malestar psicológico que produce el estrés mantenido, incluso algunos rasgos concretos de personalidad, podían desencadenar problemas cardíacos de distinta intensidad, entre ellos el infarto de miocardio. En los últimos años varios estudios han apuntado a una simbiosis generalizada entre salud cardiovascular y psicológica, pero en la actualidad las investigaciones se van centrando cada vez más en el perjuicio específico para el corazón que causan los diferentes trastornos emocionales, o en los beneficios del bienestar psicológico.
“La enfermedad cardiovascular no debería abordarse como una entidad aislada, sino como parte de un sistema integral en el que se interconectan la mente, el corazón y el cuerpo”, según reza la declaración científica que acaba de hacer la Asociación Americana del Corazón (AHA en sus siglas en inglés), reconociendo que tanto el estatus psicológico positivo de una persona como el negativo afectan directamente a la salud cardiovascular y a su pronóstico. Esta sociedad científica, referencia mundial para los especialistas en ECV, aprovecha para recomendar a los cardiólogos clínicos que “además de tratar las ECV se esfuercen en atender a los pacientes como personas, como un todo más allá de las condiciones físicas”, y les anima a evaluar su salud psicológica. En muchos casos son los pacientes quienes quieren hacer partícipe al especialista de su malestar emocional.
Mente, corazón y cuerpo, interconectados e interdependientes
La AHA ha comisionado a un grupo de expertos que rastrearon los mejores artículos científicos y han recogido las conclusiones de 229 estudios en los que se distingue entre salud psicológica positiva y salud psicológica negativa. Esta abarca trastornos como depresión, estrés crónico, ansiedad, ira, pesimismo e insatisfacción con la vida ordinaria, mientras que la salud psicológica positiva también es polifacética y se puede caracterizar por optimismo, tener metas, gratitud, resiliencia, afecto positivo y felicidad.
Los estudios muestran que se trata de un fenómeno bidireccional, es decir que los mecanismos biológicos del sistema cardiovascular están influidos directa o indirectamente por los procesos mentales y psicológicos, pero también ocurre a la inversa. Los expertos subrayan que la mente, el corazón y el cuerpo están interconectados y son interdependientes y, por tanto, los factores de riesgo, las afecciones y las enfermedades físicas y mentales que afectan a uno de esos tres componentes pueden afectar a los dos restantes.
Ya se había demostrado con anterioridad que algunas enfermedades como diabetes, hipertensión e hiperlipidemia pueden afectar al corazón y al sistema cardiovascular. El desarrollo de ECV como infarto de miocardio, insuficiencia cardiaca, ictus o la necesidad de revascularización coronaria también puede desembocar en un deterioro de la salud psicológica.
El síndrome de takotsubo (también llamado síndrome del corazón roto o miocardiopatía por estrés) es el ejemplo más patente de cómo un estado psicológico puede afectar adversamente al corazón, pero hay nuevos datos que sugieren que el estado mental de una persona puede afectar positiva o negativamente tanto a la salud cardiovascular como a los factores de riesgo cardiovascular, el riesgo de accidentes cardiovasculares y el pronóstico cardiovascular a largo plazo.
“La medicina cardiovascular se ha centrado en el tratamiento de trastornos cardíacos específicos con fármacos o con terapias basadas en dispositivos diversos. Pero cada vez más hay evidencia de que el bienestar psicológico puede contribuir a mejorar la salud cardiovascular y reducir los riesgos de ECV. Ese impacto se está estudiando de forma rigurosa”, argumentan desde la AHA cuando recomiendan medidas de protección psicológica para los pacientes.
Aspectos psicológicos negativos para la salud cardiovascular
Diversos estudios estiman dimensiones de la personalidad, como el neuroticismo (inestabilidad e inseguridad emocional) o la personalidad de tipo D (contención máxima de emociones negativas e inhibición social), aunque sugieren que las experiencias emocionales específicas tienen unas características distintivas neurobiológicas y conductuales.
La salud psicológica negativa implica trastornos como:
Estrés crónico y estresores sociales: El estrés psicológico puede venir de numerosos estímulos cotidianos, como problemas laborales, escasas o malas relaciones sociales, dificultades económicas y discriminación, pero también de un estrés de tipo traumático. En ambos casos se ha demostrado que puede aumentar el riesgo cardiovascular.
Los resultados de diferentes investigaciones en esta área son concluyentes:
La percepción alta de estrés se asocia con un 27% de aumento de riesgo de episodios de enfermedad coronaria y de mortalidad
El aislamiento social y la soledad aumentarían el riesgo de ECV.
Las experiencias estresantes en la niñez pueden afectar a la salud del corazón en edad adulta.
El maltrato infantil, el aislamiento social y una economía maltrecha se relacionan con niveles más altos de inflamación y factores de riesgo metabólicos años más tarde.
Otros estudios entroncan el estrés con un aumento de colesterol, hipertensión, tabaquismo y sedentarismo, que son riesgos tradicionales de ECV.
Ira y hostilidad: Inducir pensamientos iracundos se asocia con aumento de la reactividad cardiovascular según las mediciones de ritmo cardiaco, presión sanguínea sistólica y diastólica. Encolerizarse también puede aumentar el riesgo de episodios de ECV – que incluiría infarto agudo de miocardio, síndrome coronario agudo, ictus y arritmia ventricular- en las 2 horas siguientes a la explosión de rabia. Otro estudio recalca que si el enfado y la hostilidad son crónicos también aumenta el riesgo de ECV.
Ansiedad: La ansiedad es una emoción que se caracteriza por sentimientos de tensión y pensamientos preocupantes, pero también por cambios físicos, como subida de presión arterial. Algunas investigaciones la enlazan directamente con hipertensión, exceso de adiposidad y tabaquismo, factores que pueden acelerar la aterosclerosis. La ansiedad también se relaciona con un riesgo aumentado de mortalidad, enfermedad coronaria, ictus e insuficiencia cardiaca.
Depresión: Decenas de trabajos publicados en todos los continentes concluyen que las personas con depresión aumentan su riesgo de desarrollar o morir por enfermedad cardiovascular. Algunas investigaciones la relacionan con más riesgo de infarto de miocardio y de recurrencia de episodios de enfermedad coronaria. En otros 19 estudios se ha visto que la depresión también puede aumentar el riesgo de obesidad.
Pesimismo: El pesimismo y el relato pesimista de los acontecimientos vitales, generalmente acompañado de desesperanza, son factores de riesgo para la enfermedad cardiovascular. Un estudio finlandés predice la mortalidad por enfermedad coronaria y dobla el riesgo en individuos con pesimismo sostenido.
Mejor función cardiovascular con emociones positivas
Por otra parte, los factores psicológicos positivos pueden promover una mejor función cardiovascular, bien a través de los efectos que promover la salud tiene en procesos biológicos como la inflamación, o por efectos mitigantes que palían la reactividad al estrés, aunque los resultados de diferentes estudios no son del todo coincidentes.
Un estudio longitudinal sobre adultos mayores concluye que los factores psicológicos positivos aumentan el bienestar relacionado con la felicidad y el desarrollo personal y bajan los niveles de proteína C-reactiva y fibrinógeno. Otros trabajos señalan mejor respuesta inmunitaria o niveles más bajos de inflamación (se sabe que la inflamación aumenta el riesgo de progresión de ateroesclerosis y ruptura de la placa de ateroma).
Por otro lado, los expertos de la AHA enumeran los factores psicológicos que llevan a alteraciones biológicas que influyen en la salud cardiovascular:
La ira y la hostilidad se asocian con aumento de la agregación plaquetaria y la inflamación.
La mayoría de las formas de distrés psicológico llevan a la activación del eje hipotalámico pituitario adrenal, causando una cascada de efectos que pueden aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular.
Formas agudas de estrés mental combinadas con distrés psicológico también parece que pueden inducir isquemia miocárdica en pacientes con enfermedad arterial coronaria.
El estrés crónico psicológico puede aumentar el riesgo cardiovascular a largo plazo. El distrés crónico se asocia a procesos perjudiciales como hipercoagulabilidad, dislipemia, descontrol de glucosa, aumento de inflamación y alteración de la respuesta inmune.
Cuando ese estrés es persistente puede alterar los mecanismos de vasoconstricción, reducir el tono vagal, bajar la variabilidad del ritmo cardíaco, aumentar la rigidez arterial y la disfunción endotelial.
Al menos en un estudio se ha visto que la ansiedad crónica se asocia con un aumento de espasmos coronarios.
La salud psicológica impacta en hábitos de salud
La salud psicológica negativa se asocia con tabaquismo, poca actividad física, dieta de mala calidad y tener sobrepeso u obesidad. Estos factores de estilo de vida se asocian al aumento de riesgo de ECV, mientras que los estados emocionales positivos se inclinan por las conductas saludables.
Aunque exista bidireccionalidad entre los estados emocionales negativos y los factores de riesgo cardíaco, hay estudios longitudinales que muestran que los factores negativos preceden y predicen malos hábitos de salud y un aumento más rápido de peso. Los factores psicológicos también pueden influir en la salud cardiovascular a través de varios mecanismos psicosociales.
Las personas con mejor salud emocional tienden a tener mejor soporte social y son menos proclives a percibir el estrés como algo amenazante; resuelven problemas y planean estrategias para controlar lo que les estresa, y son más capaces de regular las emociones y la conducta.
Revisión psicológica en la consulta de cardiología
El comité de expertos de la AHA recomienda que los cardiólogos evalúen la salud emocional en las consultas de cardiología. Esto se haría con herramientas sencillas para detectar si el paciente tiene depresión o ansiedad.
Por ejemplo, a la persona en la consulta se le puede preguntar sobre su optimismo relacionado con la salud (cómo piensa que va a desarrollarse la enfermedad), el afecto positivo (cuántas veces siente placer o felicidad en la vida) y la gratitud (si se siente agradecido por su salud o por otros aspectos de su vida). “Son aspectos que fluyen fácilmente en un encuentro con el especialista y son conceptos ligados a una mejor recuperación del paciente cardíaco”, insisten en la declaración científica de la AHA.
En el caso de pacientes con enfermedad cardiaca aguda y crónica es posible que necesiten atención psiquiátrica y medicación antidepresiva y/o psicoterapia. Pero en la mayoría de los casos las intervenciones se reducen a bajar el estrés y mejorar las conductas de salud. Los estudios analizados por esta sociedad científica hablan del impacto beneficioso de programas de psicología positiva, meditación y mindfulness. “Son medidas que, junto a prescribir ejercicio físico y cualquier autocuidado que tenga beneficios para la salud mental y cardiovascular, reducirán las siguientes consultas, mejorarán la adherencia al tratamiento, la calidad de vida de los pacientes y sus parámetros de salud cardiaca”, concluyen.