NO APAGARÉ MI LUZ
|Musa Peregrina
Si la oscuridad mata el amor, la noche reclama su cadáver como suyo. Le llora hasta desprender una a una de las estrellas que lo mantenían con vida.
El crepúsculo observa de reojo su reloj de arena y anuncia que ya es la hora, el canto de los pájaros tristes pernoctando en recuerdos, son quienes entonan la marcha fúnebre.
La tierra le abre los brazos y lo recibe bajo promesa de aprender la lección, la luna es la encargada de enterrar los restos de futuro…
¿El tiempo?
El tiempo es un espectador que no pregunta, sólo sigue la carroza… y llora, porque el también tiene corazón.