Un cuento de piratas… mujeres de Laura Sook Duncombe
|- La escritora recupera las hazañas de varias corsarias que gobernaron los mares y que han sido olvidadas por la historia.
CIUDAD DE MÉXICO.
Valientes, aventureras y con un fuerte deseo de ser libres y dueñas de su propio destino, las mujeres piratas han existido en todas las épocas y geografías; dejaron las enaguas, los hijos y el cuidado de la casa; trasgredieron la sociedad de su tiempo, las leyes, la conciencia moral, y se hicieron a la mar.
Desde princesas hasta mendigas, como la reina Teuta y la huérfana Gunpowder Gertie; desde adolescentes como Sadie la Cabra, hasta adultas mayores como Sister Ping; destacan nombres como Grace O’Malley, Margaret Jordan, Sayyida al-Hurra, Jacquotte Delahaye, Anne Bonny, Mary Read, Lady Dragon o Cheng I Sao, “la pirata más exitosa de todos los tiempos” que, en su apogeo, a principios del siglo XIX, tenía a su cargo 400 barcos y entre 40 y 60 mil corsarios.
La joven narradora estadunidense Laura Sook Duncombe rescata la vida y las hazañas de estas filibusteras, dejadas de lado por la historia y los investigadores varones, en su libro Mujeres piratas, publicado en inglés en 2017 y cuya versión en español
acaba de lanzar el Fondo de Cultura Económica.
Más allá de la figura caricaturizada del pirata con pata de palo y parche en el ojo, rodeado de ron, pericos, tesoros y espadas, “existieron mujeres corsarias que trastocaron el equilibrio del poder patriarcal y la relación del hombre con el mar”, afirma Laura Sook en entrevista con Excélsior.
A pesar de la extendida creencia de que las mujeres en el mar traían mala suerte, las piratas lucharon junto a sus contrapartes masculinas y en algunos casos incluso estuvieron a su mando”, explica.
Las mujeres piratas definitivamente trastocaron el poder patriarcal. El mar a menudo es visto como un dominio exclusivo de los hombres; pero cuando irrumpen las mujeres, la historia de los
conquistadores y exploradores masculinos se trastoca”, agrega.
La abogada de profesión, pero escritora por pasión, añade que “cada mujer se dedicó a la piratería por diferentes motivos y a algunas les resultó más difícil que a otras dejar atrás la vida que llevaban. En general, las mujeres trabajaron tan duro como los hombres y eran tratadas con igualdad en el mar, ¡algo que no sucedió en tierra!”.
Detalla que la pirata más antigua de la que se tiene conocimiento es la reina Artemisa I, de Halicarnaso. “Fue consejera de Xerxes de Persia y navegó bajo la bandera de múltiples naciones en su barco, dependiendo de cuál se adaptara mejor a su situación. Era valiente, inteligente y, por encima de todo, valoraba la supervivencia”.
Señala que “las mujeres eran tan valientes como los hombres, si no es que más. Tuvieron que enfrentarse a prejuicios y supersticiones que había en torno a ellas en el mar, además de los otros peligros que entraña este oficio”.
Sook, quien reside en Virginia (EU), indica que las filibusteras eran visionarias. “Además de ser dueñas de su propio destino, creo que tenían algo en común: el deseo de sobrevivir para aspirar a una vida mejor de la que podían tener en tierra”.
A la pregunta de cuál era la relación de las corsarias con el mar, si era distinta a la que establecían los hombres, responde que hay más afinidad, pues las mujeres con frecuencia son comparadas con el mar.
Se dicen, por ejemplo, cosas como ‘ella era tan salvaje e indómita como el mar’. Los hombres se refieren al mar con pronombres femeninos. Todo es parte de la narrativa homocéntrica de la navegación. Tal vez las mujeres se identifiquen más con el mar, ya que se habla de la mar, como una mujer. ¡Es una de nosotras!”, dice.
Sobre cómo logró el éxito Cheng I Sao, considera que “su secreto fue tener una mente sorprendente, una gran visión de lo que debía ser un imperio pirata y supo exactamente qué hacer para conseguirlo. Nunca permitió que las cosas se le salieran de control. Era calculadora, mesurada y siempre estuvo tres pasos delante de sus enemigos”.
La autora admite que se aprende mucho de cada una de estas piratas, aunque aclara que no conoce la historia de ninguna que haya surcado los mares de la Nueva España. “Lo siento, ¡pero quizá su historia está aún por descubrirse!”, concluye.