EL VALOR DE LA PALABRA ESCRITA
|- Manantial entre arenas
Por: Alberto Calderón P.
Alejandro Magno Rey de Macedonia y Faraón de Egipto, le daba mucha importancia a la preservación y difusión de su cultura, destacando la helénica.
Para Alejandro, los pueblos que conquistaban territorialmente, imponiendo sus leyes por la fuerza, pero desconociendo muchas veces sus costumbres, sus valores y vida, su forma de comunicarse, su lengua. Para poder conocerlos mejor, enviaba emisarios en pequeños grupos de forma sigilosa, estos recorrían los más diversos caminos de los territorios en los cuatro puntos cardinales en busca de preciados libros y documentos para saber, enriquecerse de los conocimientos de sus sojuzgados por medio de la información contenida en sus escritos, eran el equivalente a preciadas joyas, por ello cabalgaban los jinetes con sus briosos corceles por los bosques, desiertos, montañas y planicies en busca de libros que eran bien pagados por el reino, los emisarios arriesgaban sus vidas al traer el oro consigo para pagar los documentos que afanosamente buscaban como cazadores de letras secretos, en busca de su presa. Los lugareños al verlos pasar los sentían invasores extraños, lejos de saber que buscaban la sabia de los pueblos. Corrían muchos rumores sobre su presencia, los menos, tenían conocimiento que eran emisarios de Magno, en busca de libros para incrementar atesorando la cultura del mundo, eran negociantes astutos y lo que no lograban por la razón del precio acordado, lo confiscaban y de ser necesario a costa de la vida.
En el siglo III antes de le era cristiana, se tuvo la brillante idea de recopilar el saber de todas las culturas del mundo y resguardarlas en la biblioteca de Alejandría, en el largo proceso al ir integrando contenidos por los más diversos lugares, llegaban por tierra y también por el río Nilo. Menciona el arqueólogo submarino Franck Goddio que la ciudad llamada de los mil palacios donde se albergaba la más grande y famosa biblioteca de la antigüedad se hundió en el fango, no soportaron el peso de los grandes edificios entre los que se encontraba el palacio de Cleopatra, en su búsqueda logró recuperar alrededor de 18 000 objetos sumergidas al norte de Egipto, en la bahía de Abukir.
Ptolomeo II enviaba emisarios a otros reinos con misivas selladas por él, pedía le enviaran las obras de sus poetas, escritores, oradores, filósofos, médicos, adivinos, los recopiladores de historias y todo lo escrito, su incisivo interés por tener la mayor cantidad de piezas despertó la creatividad de los falsificadores que envejecían papiros que ilustraban y vendían por originales (¿Algún parecido con la actualidad?). Al regresar los emisarios de sus largas travesías, el rey los recibía y junto al encargado de la biblioteca pedía un informe sobre la cantidad que se tenía, en una ocasión le tocó el turno a Demetrio que ofreció la cifra de cerca de 500 mil libros.
Hoy tan lejos de aquellos tiempos en donde los libros eran muy valorados y difíciles de obtener, hasta la llegada de la imprenta es que pasaron a ser gradualmente del dominio de grupos más amplios de población. Hoy la revolución tecnológica está acostumbrando a muchos a leer en dispositivos como los lectores electrónicos, en donde los libros tienen sus ventajas por precio, espacio y movilidad, acompañados también de inconvenientes por la difícil forma de consulta, el sentir el libro, guardarlo, atesorarlo, su olor, su arquitectura y en general tenerlo físicamente. Usted querido lector, lectora ¿Qué opina?
Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores (REVECO)