¿Cómo llega el movimiento feminista este 8 de marzo de 2022?
|- Los reclamos y protestas de los últimos años han roto los estereotipos depositados en las mujeres y sobrepasan los límites que se les establecían; hoy volverán a tomar las calles para manifestarse.
La pandemia por covid-19 no detuvo las acciones del movimiento feminista en México, pero las dispersó en distintos canales: seminarios virtuales, reuniones a distancia y protestas virtuales. Este 2021 las mujeres, colectivas y organizaciones están listas para volver a tomar las calles y hacer más públicas las luchas que jamás se abandonaron.
La rabia es la emoción que predomina actualmente en este movimiento, la del hartazgo, la de las violencias que las mujeres deben vivir a diario y la de las instituciones que no se encargan de impartir justicia, considera Marisol Anzo-Escobar, integrante de la Colectiva Cuerpa (CoCu).
“En los últimos años esa emoción transitó. Cuando fueron las grandes manifestaciones la emoción presente era la del dolor, la del dolor de decir que está pasando algo y a nadie le importa, ni a las autoridades, ni a la sociedad, ni a las instituciones. Era el dolor de saber que solamente nos teníamos a nosotras y luego de 2019 para acá una emoción que ha predominado es la de la rabia feminista”, dice.
Las cifras de feminicidios en el país pasaron de 412 casos reconocidos como tal en 2015 a 969 casos al cierre de 2021. Las víctimas de homicidio doloso pasaron de mil 734 registros en 2015 a 2 mil 747 al cierre de 2021, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
A marzo de este año el movimiento llega con un mayor impacto entre mujeres más jóvenes, lo que permite crear un mayor conocimiento y educación a temprana edad, sobre todo aquel relacionado con violencias, abusos o derechos reproductivos, por ejemplo.
“Algunas de las mujeres que empezamos en el movimiento feminista lo hicimos ya muy tarde, después de los 25 años. Ahora está llegando a las niñas y hasta las infancias: hay muchos talleres, mucha educación para empezar desde temprana edad con enseñanzas que deberían ser básicas, pero que en nuestro país no lo son”, menciona Anzo-Escobar.
Sin embargo, en las instituciones existe la necesidad de ver en el movimiento feminista una enemiga pública, ya que los reclamos y protestas de los últimos años rompen con los estereotipos depositados en las mujeres y sobrepasan los límites que se les establecían.
“Cuando salimos de ese marco, en donde se nos había encajonado para protestar, en ese momento se toma al movimiento feminista como enemigo de las instituciones. También tiene que ver con la fuerza que está teniendo en distintos ámbitos”, comenta.
Las grandes manifestaciones
En la lucha feminista en el país pueden reconocerse cuatro olas, describe Alejandra Araiza, especialista en estudios de género y feminismo. La primera nació junto con el primer congreso feminista en 1916, que exigía el derecho al voto para las mujeres. La segunda se dio al calor del movimiento estudiantil de 1968, que también contaba con algunos tintes.
La tercera ola vino de cara a los noventa, cuando comenzó a hablarse de feminismos, desde los que apostaban por el empoderamiento hasta aquellos con raíces indígenas. En la cuarta ola, que vivimos actualmente, el centro del diálogo es poner a la vida como eje central; ha impactado en México y América Latina.
Las especialistas coinciden en que este movimiento feminista se estructuró, específicamente en México hace por los menos siete años. Particularmente en 2015 cuando desde Argentina se expandió la consigna “Ni una menos”, que luchaba contra la violencia a las mujeres y por evitar el feminicidio.
También abarca al periodo que se le conoce como “primavera violeta”. Clave de esta fue la movilización del 24 de abril de 2016 que tenía la consigna #VivasNosQueremos en México. Las mujeres de más de 40 ciudades del país marcharon en protesta contra la violencia de género.
En 2018 la “marea verde” se extendió por América Latina proveniente de Argentina. En ese momento las mujeres de aquel país luchaban por la despenalizaron el aborto y el acceso a servicios médicos que permitieran la interrumpción del embarazo de forma segura.
Más de 80 mil mujeres se congregaron para manifestarse el 8 de marzo de 2020, previo al inicio de la contingencia por Covid-19 en diversas ciudades de México. Al día siguiente se convocó a un paro nacional de mujeres que permitiera a la sociedad reflexionar sobre el papel que juegan dentro de cada esfera.
En el país, la tasa de participación económica de las mujeres ascendió a 49% en 2020; aun cuando tienen educación superior, tres de cada diez permanecen fuera del mercado laboral, informa el Inegi.
“Después de esto vino la pandemia y no sabemos el saldo que va a dejar el confinamiento porque va a traer importantes retrocesos en temas de género… es parte de los únicos movimientos que no se han detenido, con todo y que no han tenido la misma fuerza, pero han estado ahí”, comenta Araiza.
Los diálogos pendientes
Un diálogo capaz de escuchar los diferentes puntos de vista, aunque no necesariamente se esté de acuerdo con ellos, llevará a crear alianzas en temas estratégicos para una agenda de acción en torno al feminismo. No se trata de polarizar el movimiento, sino de hacerlo converger entre los diferentes feminismos.
“Hay siempre puntos de vista, corrientes y diversidad. Pareciera que solo pasa en el movimiento feminista y esa también es una perspectiva patriarcal porque nuevamente se está poniendo una lupa en las mujeres sobre cómo tendría que ser el ideal de un movimiento social perfecto”, puntualiza Marisol.
Dentro del debate feminista también está pendiente una mayor discusión sobre los transfeminismos y la prostitución, considera Araiza. Esto porque no se puede hablar de la mujer como único sujeto del feminismo, sino de múltiples mujeres que conviven dentro.
“No somos un movimiento homogéneo… y no aspiramos a serlo, entonces lo que podemos tener son articulaciones contingentes que en algún momento nos vamos a juntar en una sola demanda y en otro momento no. No podemos aspirar a imponer una sola visión”, asevera Araiza.
Otro de los diálogos que son necesarios implica los relativos a preservar la vida, un tema en el que se ha centrado el movimiento, pero que puede transformarse en acciones más fuertes en torno a la violencia, las labores de cuidado, el trabajo doméstico, la equidad de género o la educación.
De acuerdo con el Inegi, 73% del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados es producido por mujeres. El valor de mercado de estas labores es de 5 mil 190 pesos mensuales en promedio y, al no percibir ingresos por ello, cada mujer genera un ahorro al hogar de 62 mil 280 pesos anuales.
“Nosotras seguimos con algo más básico: vivas nos queremos. Si apenas lo único que podemos es preservar la vida, todavía no podemos pensar en una vida que merezca la pena ser vivida”, puntualiza Araiza.