Amores efímeros

  • Mis confesiones sobre “Confesiones de una chica en lentejuelas”, de Gerardo Burgoa Sánchez

Sergio Armín Vásquez Muñoz

Tarde o temprano la vida nos da la oportunidad de conocer lo que es el amor. A algunas personas el amor sólo les llega una vez en la vida, como lo consignó Agustín Lara en su memorable canción “Solamente una vez”; pero hay personas a quienes el amor les llega una, dos, tres o más veces a lo largo de su vida.

El amor en sí ha sido motivo de innumerables canciones, poemas, cuentos y novelas, y por supuesto un sin fin de frases cotidianas que llevamos y traemos en los bolsillos de nuestra memoria y vamos usando de cuando en cuando para aderezar las conversaciones y justificar tal o cual situación (amorosa, claro): “el amor no tiene edad”, “entre el amor y el odio sólo hay un paso”, “amor de lejos, felices los cuatro”, “cuando los celos entran por la puerta, el amor sale por la ventana”, en fin, cada quien habla de la feria según le va en ella, porque no siempre el amor llega rodeado de ángeles y melodías celestiales.

El caso es que ya sea que el amor nos llegue una, dos, tres o más veces en la vida, siempre queremos que los demás lo sepan, en especial cuando ese amor viene acompañado de explosiones emocionales, motivadas por la misma imposibilidad de ese amor: ya sea por no ser socialmente correcto, por la no aceptación de la familia, porque es un amor ajeno, o simplemente porque es un amor prohibido o imposible. Amor que nace torcido, jamás su tronco endereza, ¿o cómo era?

Esto precisamente es lo que le ocurre al protagonista del relato hecho libro de Gerardo Burgoa Sánchez “Confesiones de una chica en lentejuelas”: en una salida con amigos conoce a una mujer cuya vida está dedicada a combinar los oficios de bailarina, fichera y prostituta y de la cual se enamora al final de cuentas, pues ella va correspondiendo poco a poco a sus solicitudes. Dividido en dos partes, este relato va dando cuenta de cómo se da el acercamiento del protagonista con la chica, pasando de un primer momento, en donde ella hace confesiones detalladas sobre en qué consiste su trabajo, con todo y adversidades, hasta el punto en donde él se confiesa enamorado, pero correspondido a medias por ella. Al final, él cree en la posibilidad de que ella permanecerá con él como su pareja, pero ella hace sus cuentas y regresa a hacer lo que siempre ha hecho, convencida quizás de que el amor no importa.

Lejos de hacer señalamientos sobre los aciertos o desaciertos del libro, debo destacar que con este primer ejercicio escrito, Gerardo pone su grano de arena al contexto literario xalapeño y veracruzano.

Mención especial merece que independientemente de que en un principio sólo era un proyecto personal para compartir con amigos y familiares, el libro fue presentado recientemente bajo el cobijo del Instituto Educativo Veracruzano y el Colectivo Café Literario, lo cual da cuenta de que cumplió con las diferentes etapas que debe vivir un trabajo editorial.

Sin embargo, lo más importante es que se trata de una edición impresa, que se puede traer bajo el brazo y se puede colocar en nuestros libreros personales, porque dentro de un futuro no muy lejano, sólo vamos a poder ver libros impresos en vitrinas con oxígeno y temperatura controlada, o en una película que nos pongan justo antes de nuestra muerte, para cerrar los ojos y morir con una gran sonrisa de satisfacción por haber podido ver cómo eran los libros antes de la era supradigital.

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Sergio Armín Vásquez Muñoz ha incursionado en la educación, la literatura y el periodismo cultural