“La resurrección de Jesús, esperanza de vida eterna”

VIVIR CON ESPERANZA

Por Jacinto Rojas Ramos

“La resurrección de Jesús, esperanza de vida eterna”

La Pascua, es decir, el “paso de la esclavitud a la libertad” o “paso de la muerte a la vida” ha sido y será, a lo largo del tiempo, el centro de la vida cristiana. Esta Pascua sellada con la sangre de Cristo y que tiene como finalidad la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, el cual es un hecho único e irrepetible, cargado de originalidad y además un hecho extraordinario. Esta resurrección de Jesús es un grito de exuberante victoria sobre la muerte y sobre el poder del pecado. ¡Cristo es tan grande, que la muerte no pudo contenerlo! Para los creyentes de Cristo con éste hecho confirman que vivirán con él por la eternidad, él es el Señor y salvador.

La resurrección de Jesucristo afirma lo que él mismo proclamaba, que era el Hijo de Dios y además era uno con el Padre. Muchos testigos oculares confirman éste hecho (1 Corintios 15,3-8), el cual confiere una prueba confiable e irrefutable de que él es el Salvador del mundo.

En diferentes oportunidades Jesús habló de manera tal que parecía igualarse con Dios. Como consecuencia de esto fue acusado principalmente por los fariseos para, ser luego, clavado en la cruz (Mateo 26,63-66).

En otra ocasión Jesús  hablaba sobre sus ovejas (sus hijos), de la manera cómo él les da vida eterna y que nadie les puede quitar. Él también afirmó que era Uno junto con el Padre Dios y ocurrió lo siguiente:

Yo y el Padre somos uno. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces pasar por Dios”  (Juan 10,30-33).

La resurrección de Jesús es  posible únicamente por medio de intervención divina. Sabemos que Dios puede hacer cosas imposibles, que para nosotros simples mortales son totalmente imposibles y Jesús, siendo uno con Dios, tenía el poder de resucitar los muertos.

No existe en ningún momento de la historia otro ser humano que haya logrado resucitar por sí mismo. Solo Jesús ha resucitado y nos da la esperanza en la vida eterna.

En fin, la resurrección fue la «señal del cielo» que dio autenticidad al ministerio de Jesús (Mateo 16,1-4).

Testigo fue el pueblo de Israel de grandes milagros y prodigios que ejecutó Jesús, muchos más de los que pudieron ver he imaginado. Durante su ministerio Jesús, sanó todo tipo de enfermos, ciegos, cojos, sordos, mudos, entre otros. También  liberó endemoniados, revivieron algunos muertos y multiplicó alimentos sorprendiendo a todos con tan gran milagro. Pero nada más grande y superior que el milagro de su propia resurrección, garantía de vida eterna.

Cristo resucitó porque la muerte no podía retenerlo. Nadie debe temer al castigo que viene después de la muerte: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro, tu aguijón?’ El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley; pero a Dios gracias, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15,55-57).

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