SUCESIÓN DE LAS COSAS

Sergio Armín Vásquez Muñoz

De acuerdo a la Real Academia Española, sucesión es el hecho de ir “detrás de alguien o algo en el espacio o en el tiempo”, por ejemplo una sucesión de números (uno, dos, tres…); días (lunes, martes, miércoles…); meses (enero, febrero, marzo…); estaciones del año (primavera, verano, otoño, invierno), etc. La RAE ofrece otra definición de sucesión: “un conjunto de personas, cosas o hechos que se siguen unos a otros”. Si invocamos esta última explicación podemos encontrar procesos cotidianos que encajan perfectamente en ella, por ejemplo: el ciclo de la vida humana, que consiste en nacer, crecer, reproducirse y morir, y en donde cada parte requiere a su vez un proceso propio, es decir, una sucesión, como es el caso de que para nacer, debe haber hechos que ocurran antes, durante y después. Lo mismo para crecer, para reproducirse y para morir. Y si vamos más allá podemos identificar que cada ciclo o proceso conlleva otros ciclos o procesos. Para terminar esta tesis podemos concluir que nuestra vida está compuesta por microprocesos o macroprocesos, según la perspectiva, que unidos unos con otros conforman la “sucesión de las cosas”.

Analicemos bajo esta óptica el tema del amor. Un hombre conoce a una mujer de la cual se enamora. Puede guardar sus sentimientos durante años o los puede declarar inmediatamente. Entonces, para que haya amor, debe haber -en teoría- un par de enamorados. Pero también puede darse el caso en donde haya un enamorado o una enamorada que suspire por alguien más, porque el amor tiene procesos caprichosos, en los cuales no siempre hay un orden lógico. Y sin embargo, sigue habiendo amor, aunque sólo sea de manera unilateral.

Apliquemos ahora este razonamiento al tema de la reproducción: para que haya pollitos debe haber primero un gallo y una gallina. El resto lo dejo a la imaginación de cada uno de ustedes.

Y así podemos ir analizando cada situación de nuestra vida, ya sea propia o ajena, personal o familiar. Es lo que hace Luis Gustavo Mendoza Villarreal en su libro “Sucesión de las cosas”, donde reflexiona y expresa cada situación que pasa frente a sus ojos, sólo que él lo hace de forma poética y cuidadosa, buscando las palabras adecuadas para explicarlo, primero a sí mismo y después a los demás, usando un criterio diferente cada vez: a veces contemplativo, otras imperativo, otras nostálgico.

Nos dice en su poema “Atardecer”:

Atardece y los pájaros

regresan al árbol.

Los grillos preparan su concierto

y las gallinas cacarean su nostalgia.

Y en la página siguiente, en el poema titulado “Cavilación”, sentencia:

        Que se caiga la ciudad

        y se derrumben las iglesias;

        que no me asombre nada

        ni me ahorque un escapulario.

Así, el autor construye el epitelio de cada poema y nos los presenta en forma de libro.

Sílaba a sílaba se construye el poema

y entre vocales una frase se pierde.

La palabra es inmensa, tan inmensa que

cabe el día y la noche y supera

la anemia (…).

Tengo la fortuna de conocer a Luis Gustavo. Somos casi paisanos y al día de hoy tenemos trayectorias parecidas. Es mi hermano literario. Conozco desde hace 30 años su aspiración e interés en ser un hacedor de poesía: quiero dejar constancia en este acto, de que lo ha logrado. Y si les quedara alguna duda pueden tomar entre sus manos “Sucesión de las cosas”, abrirlo en cualquier página y seguramente coincidirán conmigo en esta afirmación, cuando encuentren expresiones como las siguientes:

        En el techo se oye una tormenta,

        los rayos se pelean para decidir

quién es el más fuerte.

(“El canto del hombre solo”, pág. 32)

Este corazón me pertenece

y late como una canica aventada

por una mano tierna.

(“Constitución del viaje”, pág. 33)

Los muertos ya no son como antes.

Los de hoy se quejan, gritan

y deambulan por las calles como fantasmas,

espantando a la gente.

(“Los muertos”, pág. 34)

Uno va por la vida

como por el monte:

cuidándose se las arañas

y de las serpientes,

previendo no pisar el estiércol de los animales

y espantando el intrigoso

aleteo de los insectos.

(“El camino”, pág. 40)

        Busco en esta tierra prestada

        la compañía exacta para mi soledad sombría.

        (“Exilio”, pág. 63)

En algunos casos, mientras se hace el recorrido por este libro, las palabras tienen el sabor y aroma de la poesía de Neruda, Sabines, Villaurrutia o Tablada, por citar algunos, pero en otros, se siente la presencia de la Sonora Santanera, porque quien conoce a Luis Gustavo sabe de su buen humor y su “jiribilla”, pues es el precio que ha tenido que pagar por ser un chiapaneco que ha vivido 30 años en territorio veracruzano, concretamente en la ciudad de Xalapa.

Dicho en sus propias palabras:

        A nada me niego;

        ni a comer tamales o pozole,

        ni a caminar por el parque a medianoche

        o bañarme en la lluvia repentina.

        (“Vocación”, pág. 55)

En honor a esa afortunada situación, les pido su ayuda para hacer un ejercicio. ¿Alguien recuerda la canción “La boa” de la Sonora Santanera? Aquí les doy un recordatorio, con algunas modificaciones:

En nuestra Xalapa, ¿quién ya no conoce?

A un magnífico chiapanequín

Anda siempre muy bien vestidito

Que parece un maniquí

Todos lo conocen por “Luisito”

Porque baila el cha cha chá

(…)

¿Ya se acordaron?

Este nuevo ritmo, ya todos lo saben

Y ya todos dicen qué suave, qué suave

Este nuevo ritmo ya todos lo saben

Y ya todos dicen que suave, que suave…

Ayúdenme entonces a leer conmigo el poema “Instantes” (pp. 68-69).

Dice Jorge Luis Borges que “de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”. En este sentido, afortunadamente Luis Gustavo Mendoza Villarreal (Luis G. Mendoza, para los cuates) hizo uso de esa extensión de la que habla Borges y nos comparte en este libro el trabajo de su memoria y su imaginación:

        Entonces el milagro existe

        y haces que la sucesión de las cosas

        sea en línea recta hacia una constelación

        de estrellas.

        Sólo así ocurre todo:

        la belleza, el amor y la vida.

Finalmente, permítanme retomar otra definición que ofrece la Real Academia Española para la palabra sucesión: dice que es la “recepción de los bienes de otra persona (…)”. Seamos, entonces, los receptores o herederos de los bienes imaginarios hechos palabras y las palabras hechas poesía que encontramos en la “Sucesión de las cosas”.

Muchas gracias a todos.

¡Que viva Chiapas y que viva Veracruz!

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Texto leído en la presentación del libro “Sucesión de las cosas,” de Luis G. Mendoza, el día miércoles 27 de abril de 2022, en el marco de la 13 Feria Xalapeña del Libro, en voz de Ada Lilia Castañeda Nevárez.