Policías de Seguridad pública confunden a maestro con sicario lo golpean y destruyen su casa
|- “Al piso, al piso, ya se los llevó la chingada”, fue el grito de los elementos que pedían conocer dónde estaban las armas, la droga y el “Chabelo”.
- Los gritos, las armas y luces verdes que apuntaban a la cabeza del maestro, de su madre y su hijo de 10 años; eran parte de un operativo para desmantelar una casa de seguridad en Xalapa.
Xalapa
Este miércoles, se dio a conocer que a golpes con un mazo en la puerta de su casa, elementos de la Policía estatal entraron por la fuerza y sin una orden a la casa del maestro Mario Muñoz Hernández.
Los gritos, las armas y luces verdes que apuntaban a su cabeza, la de su madre y su hijo de 10 años eran parte de un operativo para desmantelar una casa de seguridad, ubicada a dos cuadras del Teatro del Estado, en Xalapa.
Sin embargo, el operativo en el que participaron más de 10 patrullas y 60 elementos de la SSP, se equivocaron de domicilio; pese a ello, al marcharse, los oficiales también arrasaron con objetos de valor al interior de la vivienda, denunció Muñoz Hernández.
La noche del 12 de mayo, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) irrumpieron en su casa -en la que reside desde hace 30 años- pensando que había drogas, armas y una persona secuestrada.
Una cámara de las inmediaciones de la calle Mariano Escobedo grabó el momento, a las 18:57, en el que elementos descendieron de dos patrullas, una de ellas la SP-3798. Uno portaba el mazo que más tarde sirvió para irrumpir en la vivienda.
Minutos antes de la siete de la noche Mario, descansaba en la sala de su casa con su hijo de 10 años, cuando su mamá, que estaba en su recámara que da a la calle, observó la llegada de las patrullas. Ella alertó a su hijo sobre el movimiento atípico de policías.
Para evitar el susto, cuenta Mario, le recomendó irse a la sala con ellos. Habían pasado solo unos minutos cuando se empezaron a escuchar fuertes golpes en la puerta que da acceso a su vivienda, ubicada en la segunda planta.
El ruido lo asustó e intentó asomarse con la idea de ver si alguien intentaba irrumpir en su domicilio, fue entonces que observó a los elementos de la SSP que encapuchados le apuntaban con armas largas.
“Al piso, al piso, ya se los llevó la chingada”, fue el primer grito que emitieron los elementos que pedían conocer sobre la ubicación de armas, la droga y de la persona que estaba secuestrada. Los policías buscaban al “Chabelo”, dice Mario.
Cuenta que por espacio de 10 minutos las preguntas fueron las mismas, le exigían conocer dónde estaba la persona secuestrada, sin embargo, no encontraron a nadie.
“Estaba mi mamá, una señora de 77 años, mi hijo de 10, y yo, nos encontrábamos viendo la tele. Mi mamá estaba en su cuarto que da a la calle, y me dice, hay muchas patrullas afuera. Le dije, ah, vente para acá.
“De repente se escucharon golpes, eran como balas, tres o cuatro golpes y me voy a asomar cuando veo dos tipos encapuchados y con arma”, contó.
Su mamá padece de esclerosis y artritis, por lo que le fue imposible tirarse al suelo, tal como lo exigían los policías, solo alcanzó a sentarse a un lado de la entrada al cuarto de Mario, quien pedía a los policías tener cuidado con ella.
“Habrán sido como unos 12 policías, en ese momento yo estaba tirado en el piso y me dicen: dónde están las armas, dónde están las drogas; tú eres el Chabelo, fue la misma cantaleta una y otra vez”.
El joven de 30 años se identificó como Mario Muñoz, de profesión maestro, pero los policías no creían en su dicho hasta que les explicó que en su cartera estaba su identificación oficial, por lo que uno de los elementos fue a corroborar su identidad.
A pesar de que conocían su nombre, buscaron en el piso con la idea de encontrar algún indicio de droga, pero no lograron su cometido.
Entre los elementos, narra Mario, había una policía que tenía en su mano un celular, con el que sostenía una videollamada. Ella se le acercó y lo enfocó con la cámara con la idea de que una tercera persona, al otro lado del móvil, lo pudiera identificar.
“A la otra persona le dice, ya estamos aquí, es él, como que le preguntaba; pero, obviamente, no era. Y fue entonces cuando nos echaron una sábana encima”.
Para ese momento la idea de Mario era que se lo iban a llevar y que habían tapado a su familia para que no se dieran cuenta. Por algunos minutos más escuchó pasos de los policías hasta que por un momento todo quedó en silencio.
Se quitó lo que le impedía ver a su alrededor y lo primero que hizo fue verificar que los policías se habían ido, y trató de calmar a su mamá e hijo que estaban en shock.
Después del disturbio, sus inquilinos, que viven en un departamento en la primera planta, buscaron apoyarlos.
Los policías se retiraron de la casa de Mario, no sin antes irrumpir en la vivienda de abajo, a quienes también les exigían conocer dónde guardaban las armas, las drogas y a la persona secuestrada.
“Primero entraron aquí. Abajo vive una pareja con un bebé, y les abrieron la puerta, al chavo le hicieron exactamente lo mismo. En ningún momento dijeron traigo una orden. Yo trataba de cooperar, yo temía por mi hijo, porque son tan eficientes que se les podría ir un tiro; en todo momento le apuntaron a la cabeza”.
Mario llamó al 911 y aunque respondieron y recibieron su solicitud de apoyo, jamás enviaron patrullas.
Después de algunos minutos se percataron que su televisión, cascos y rodilleras de motociclista no estaban; contabilizaron que más de 30 artículos habían desaparecido, por lo que acudió a la Fiscalía a presentar la denuncia, se abrió la carpeta FECCV/1635/2022.
También presentó una queja en la Comisión Estatal de Derechos Humanos y en la dirección de Asuntos Internos. Con videos de sus vecinos lograron identificar a ocho de las 10 patrullas que participaron en el “operativo”.