El ojo único y sensible de Ruth D. Lechuga
|- El museo de la fotografía presenta 37 instantáneas que forman parte del legado de esta artista visual
La mirada de Ruth D. Lechuga (1920-2004) en torno a los talleres, los rostros, las piezas y los espacios de trabajo de las artesanas de 1956 a 1982 se exhiben en la muestra Solar de luz y de tiempo. Creadoras en la mirada de Ruth D. Lechuga, en el Museo Archivo de la Fotografía (MAF), integrada por 37 instantáneas que forma parte del legado incluido en el registro nacional Memoria del Mundo de la Unesco.
Para esta ocasión, detalla Lizbeth Ramírez Chávez, directora del MAF, “decidimos exponer una serie de imágenes referentes al tema de los oficios, debido a su técnica particular que, si bien es una mirada antropológica y etnográfica, nos permite un acercamiento distinto a oficios como la alfarería, la cerámica y el textil”, a partir de su mirada menos conocida, quien desde su llegada a nuestro país, en 1939, con cámara fotográfica en mano, recorrió el México diverso y pluricultural con asombro.
Las imágenes, algunas de impresión contemporánea y otras elaboradas por la propia Ruth, proponen un recorrido por los espacios de trabajo de las artesanas, a partir de un diálogo que propicia la reflexión sobre el papel y la importancia de las creadoras en la innovación, la vitalidad, y riqueza del arte popular, labor que, paradójicamente, ha sido invisibilizada.
“Me llama mucho la atención lo que nos presenta del textil, porque nos va mostrando a las mujeres que extraen los pigmentos a partir de la grana cochinilla. Ella tiene fotografías muy interesantes de todo ese proceso, al igual que del trabajo de cerámica y alfarería, los va retratando y nos los muestra a través de su mirada.
“Sin embargo, ella misma comentaba que no quería ser fotógrafa y que eso lo hacía por gusto. Pero cuando ves que su lente y su ojo eran tan sensibles y únicos, comprendemos la capacidad que tuvo de trasladarnos al momento, a la comunidad o a las personas que ella quería mostrar”, destaca.
Y aunque reconoce que el trabajo de Ruth D. Lechuga como promotora del arte popular mexicano es fundamental, asegura que, en su caso, se inclina por su trabajo visual.
“Todo el mundo ubica a Ruth por la colección que resguarda el Museo Franz Mayer, con su colección de juguetes, miniaturas y máscaras, pero de pronto siento que aún no se ha divulgado tanto su trabajo fotográfico. Para mí era muy importante hacer el acercamiento con esa parte de fotografía, divulgar y darle visibilidad a la Fundación Ajaraca, que es la encargada de resguardar su acervo fotográfico”, asegura.
Cabe apuntar que la Fundación Ajaraca se ocupa, desde 2016, de preservar, catalogar, digitalizar y difundir el acervo fotográfico de Ruth D. Lechuga. Dicho acervo, que tiene un gran valor artístico, histórico y antropológico, incluye más de 28 mil fotografías que retratan el arte popular, las fiestas tradicionales y la vida cotidiana de muchas comunidades de México entre 1948 y 1991. Cinco años después, el acervo fue distinguido por el registro nacional Memoria del Mundo de la Unesco.
¿Qué le dicen estas fotografías? “Es importante, porque, si bien recorrió casi todos los estados de la República, nos muestra los oficios, pero también nos habla de esta riqueza cultural que tenemos en el país, a través de los rostros de las personas. En esos lugares no sólo se mostraba a la persona en el oficio, sino los talleres que se impartían.
“Ruth recorrió más de 200 comunidades, imagina la riqueza. Estamos hablando de un acervo de más de 60 mil fotografías. Entonces sí tiene un peso muy fuerte todo el acervo de Ruth y por eso nos interesó mostrar los oficios, las mujeres, los talleres, los rostros, pero también nos lleva a las fiestas, las ceremonias, las tradiciones y las costumbres”, asevera.
¿Cómo definiría el estilo de la artista visual? “Me atrevería a decir que veo a Ruth con una influencia muy fuerte de Mariana Yampolsky, porque cuando veo su trabajo, su recorrido y su mirada extranjera te da otra estética, con esa parte antropológica y etnográfica. Además, me parece que Ruth nos deja la reflexión de qué pasa con esas comunidades y cómo, a veces, en nuestras manos tenemos una canasta, un barro, un rebozo y, de pronto, no somos tan conscientes del trabajo que hay detrás, de qué pasa con esas manos y con los talleres”.