¿Quién compuso ‘La Guadalupana’? Esta es la historia de la canción de la Virgen de Guadalupe
|*De los creadores de Amorcito Corazón, estos fueron los compositores de La Guadalupana, la canción de la Virgen de Guadalupe.
En el rico tejido cultural de México, hay una melodía que resuena diariamente, elevándose como un himno de devoción a la Virgen de Guadalupe: «La Guadalupana». Esta canción, impregnada de fervor mariano, ha trascendido fronteras y se entona en peregrinaciones al Tepeyac en la Ciudad de México, así como en misas, incluso en lugares tan distantes como el Vaticano y Notre Dame (París). Sin embargo, ¿quiénes fueron los maestros detrás de esta composición venerada?
¿Sabías que Pedro Infante podría tener una relación indirecta con la canción de La Guadalupana? En Excélsior, te contamos quiénes están detrás de la invención de este clásico que ha sido cantado por artistas de la talla de Itati Cantoral.
¿Quién compuso ‘La Guadalupana’, la canción de la Virgen de Guadalupe?
Manuel Esperón (1911-2011)
El pianista convertido en maestro de la melodía Manuel Esperón, uno de los dos genios detrás de La Guadalupana, desempeñó un papel fundamental en la época dorada del cine mexicano. Este prolífico compositor, pianista y director de orquesta dejó una huella imborrable en la historia musical del país.
Con obras maestras como Flor de azálea, No volveré, y Amorcito corazón, Esperón participó en la banda sonora de 489 películas, destacando especialmente en La Mujer del Puerto, una joya del cine nacional.
Su contribución no se limitó al séptimo arte, ya que también dejó un legado de 900 canciones registradas, interpretadas por artistas de renombre como Pedro Vargas, Libertad Lamarque, Flor Silvestre, Jorge Negrete, Pedro Infante y el icónico Tin Tán. Incluso, trascendió fronteras al escribir música para Hollywood y Walt Disney, pero su corazón siempre latió al ritmo de México.
Ernesto Cortázar Hernández (1897-1953)
Ernesto Cortázar Hernández, nació en Tamaulipas y dejó un legado musical que va más allá de las fronteras del país. Fundador de la Sociedad de Autores y Compositores de México, Cortázar es recordado por composiciones atemporales como Noche de Ronda y Juan Charrasqueado. Su talento y dedicación a la música lo llevaron a la inmortalidad, pero lamentablemente dejó este mundo en Lagos de Moreno, Jalisco.
Ambos maestros de la melodía, Esperón y Cortázar, se erigen como pilares sólidos de la época de oro del cine mexicano. Su legado perdura a través de homenajes, premios y reconocimientos, incluyendo el prestigioso Ariel de Oro. Más allá de las notas musicales, estas dos figuras trascienden el tiempo, enlazando el pasado con el presente a través de su música inmortal.
La Creación de «La Guadalupana»: Un Canto de Devoción «La Guadalupana» es el resultado del matrimonio creativo entre Manuel Esperón y Ernesto Cortázar. Surgió en una época donde la devoción a la Virgen de Guadalupe inspiraba poesía, canciones y obras de arte. Esta composición, con su melódica cadencia, se ha convertido en el himno de los corazones marianos, resonando en las peregrinaciones y templos dedicados a la Virgen Morena.
Ambos compositores, imbuidos de un profundo amor por México, plasmaron en esta canción la esencia de la fe y devoción que millones de personas sienten por la Virgen de Guadalupe. Cada acorde y cada palabra son testigos de la conexión espiritual entre el pueblo mexicano y su madre celestial.
Homenajes y Reconocimientos: El legado vivo de La Guadalupana
La Guadalupana ha ido más allá de ser una canción; se ha convertido en un símbolo de identidad y espiritualidad. Su poder trascendental se ha manifestado en lugares tan sagrados como el Vaticano y Notre Dame, donde fieles y devotos entonan esta melodía con reverencia.
El legado de Esperón y Cortázar no se limita al pasado; sigue vivo en cada nota de «La Guadalupana», recordándonos la importancia de la fe y la música como vehículos de expresión cultural. Estos dos maestros, unidos en la creación de una obra maestra, han dejado un regalo eterno a México y al mundo: un canto que celebra la conexión divina entre el cielo y la tierra.