¡Ex Guardia Nacional trató de matar a jovencita!

MINATITLÁN, Ver.- En un país donde la violencia de género cobra vidas diariamente, un nuevo caso emerge desde las sombras, dejando al descubierto la impunidad y el terror con el que cientos de mujeres viven día a día. Este es el caso de Blanca N., una mujer que hoy teme por su vida, perseguida por un hombre que alguna vez juró proteger a la nación.

El pasado 18 de agosto, a la 1:20 a.m., en un rincón oscuro de Minatitlán, Blanca N. vivió su peor pesadilla. Alexis Uriel García Martínez, un ex elemento de la Guardia Nacional, intentó acabar con su vida por segunda vez en menos de un mes. El 29 de julio, ya había intentado apuñalarla y asfixiarla, pero este sábado, su violencia alcanzó nuevas alturas. Con una bota de combate incrustada en su cuello, Blanca sintió cómo la vida se le escapaba entre las manos. Las marcas en su barbilla y cuello, causadas por el mismo hombre que una vez portó el uniforme nacional, son prueba de la brutalidad con la que fue atacada.

Lo que hace este caso aún más alarmante es que García Martínez no es un ciudadano común. Hasta hace poco, era parte de la Guardia Nacional, una institución encargada de velar por la seguridad del país. Pero la noche del ataque, no era el protector de la nación, sino el verdugo de una mujer indefensa. Desertó de la Guardia Nacional en silencio, llevándose consigo no solo su uniforme y equipo, sino también el respeto por la ley y la moralidad.

Lo que sucedió después es una bofetada a la dignidad de todas las víctimas de violencia de género. En un acto de crueldad indescriptible, García Martínez fotografió a Blanca mientras yacía inconsciente y publicó las imágenes en redes sociales, regodeándose en su “triunfo”. Este acto no solo muestra un desprecio absoluto por la vida humana, sino también una mentalidad enferma que se alimenta del sufrimiento ajeno.

Este caso, registrado en la carpeta de investigación MIN/DXXI/FEMUJ/F2/450/2024, no es un incidente aislado, sino un reflejo de la profunda corrupción e impunidad que infecta a nuestras instituciones de seguridad. ¿Cómo es posible que un desertor de la Guardia Nacional, armado y posiblemente vinculado al crimen organizado, esté libre, acechando a su víctima? ¿Dónde están las autoridades que deberían proteger a Blanca N.? ¿Por qué una mujer debe huir y esconderse mientras su agresor se pasea impune?

Hoy, Blanca N. levanta su voz, no solo para denunciar, sino para sobrevivir. Su historia es la de miles de mujeres en México que viven con el miedo constante de ser asesinadas por aquellos que deberían amarlas o, al menos, respetarlas. Pero más que una víctima, Blanca es una sobreviviente que exige justicia, que demanda la atención que este caso merece y que no descansará hasta que su agresor sea llevado ante la justicia.