EL CIUDADANO

“Sé buena persona, pero no pierdas el tiempo
en demostrarlo” PAULO COELHO.

Hola, buen día, insisto que LA VIDA ES BELLA, espero que esté usted de acuerdo conmigo estimado lector, lo saludo cordialmente, este día viernes 26 de agosto del 2022, continuando con nuestro cuento de la ISLA DE LOS NAUFRAGOS, le comentaré que Tomás no tiene dificultad para convencer a los demás de que Oliver los ha engañado. Se ponen de acuerdo para una cita general en casa del banquero. Oliver, adivina los ánimos, pero pone buena cara. El impulsivo Francisco presenta el caso: – ¿Cómo podemos devolverle 1,080 dólares cuando no hay más de 1,000 dólares en toda la isla? – Es el interés mis amigos ¿Su producción no ha aumentado? – Si, pero el dinero no aumenta y es precisamente dinero lo que usted reclama y no productos. Solo usted puede hacer dinero. Ahora bien, usted no hace más que 1,000 y pide 1,080 dólares ¡Es imposible! – Esperen amigos míos. Los banqueros se adaptan siempre a las condiciones, para el mayor bien del público. No voy a pedir más que el interés. Nada más que 80 dólares. Seguirán guardando el capital- ¿Usted perdona nuestra deuda? Eso si que no. Lo siento, pero un banquero nunca perdona una deuda. Ustedes me deben todavía todo el dinero prestado. Pero ustedes me van a devolver cada año solamente el interés y no voy a presionarlos para que me devuelvan el capital. Quizá alguno de entre ustedes no puedan pagar, ni siquiera el interés, porque el dinero va de uno a otro, pero pueden organizarse en una nación y acuerden un sistema de impuestos. Pagarán más los que tendrán más dinero y los otros menos. Con tal de que todos me traigan el total del interés, estaré satisfecho y su nación irá bien. Nuestros personajes, se retiran medio calmados, confundidos y pensativos.
Oliver está solo. Se concentra y concluye: “Mi negocio es bueno. Buenos trabajadores pero ignorantes. Su ignorancia y credulidad hacen mi fuerza. Querían dinero, les puse las cadenas. Me han cubierto de flores mientras les engañaba. “¡Oh gran banquero! Siento tu genio apoderándose de mi ser. Tú lo has dicho bien, oh ilustre maestro: Que se me conceda el control de la moneda de una nación y me rio de quien haga las leyes. Soy el dueño de la Isla de los náufragos, porque controlo su sistema de dinero”. “Yo podría controlar el universo. Lo que estoy haciendo aquí, yo, Oliver, puedo hacerlo en el mundo entero. Si un día salgo de esta isla, sabré como gobernar el mundo sin necesidad de una corona. “Mi mayor satisfacción será inculcar mi filosofía en las mentes de aquellos que dirigen la sociedad: Banqueros, industriales, políticos, maestros, periodistas, TODOS SERÁN MIS SIRVIENTES. Las masas estarán contentas con la esclavitud y sus élites serán sus directores”.
No obstante, la situación empeora en la isla de los náufragos. Aunque la productividad aumenta, los intercambios disminuyen. Oliver exige regularmente sus intereses. Hay que pensar en ahorrar dinero para él. El dinero no circula. Los que pagan más impuestos gritan contra los otros y aumentan sus precios para lograr compensación. Los más pobres, los que no pagan impuestos, se quejan del costo elevado de la vida y compran menos. Los ánimos bajan, la alegría de vivir se pierde. No hay ganas de trabajar. ¿Para qué? Los productos no se venden bien, cuando se venden, hay que pagar impuestos a Oliver. Cada uno se priva. La isla se encuentra en crisis, se acusan entre sí de falta de valores y de ser la causa de la carestía de la vida. Un día, Enrique, pensando en medio de sus huertos, concluye que el “progreso” traído por el sistema monetario del banquero lo ha echado todo a perder en la Isla. Ciertamente, nuestros cinco personajes, tienen sus defectos; Pero el sistema de Oliver alimenta todo lo que hay de malo en la naturaleza humana. Continuaremos en nuestra próxima publicación éste cuento de LOUIS EVEN. Hasta la próxima.