Los fantasmas y el talismán de Martín Solares
|- El escritor entrega ‘Muerte en el Jardín de la Luna’, la segunda novela de su trilogía policiaco-fantástica.
CIUDAD DE MÉXICO.
Con Muerte en el Jardín de la Luna, la cuarta novela de Martín Solares (1970), y la segunda de estilo policiaco con toques de literatura fantástica, el escritor trató de evolucionar primero él mismo, confiesa, para después consolidar al protagonista, el joven detective Pierre Le Noir, nacido en Catorce colmillos (2018), la primera de la trilogía.
Con más de 20 años de confeccionar historias imaginarias, el narrador tampiqueño comenta en entrevista con Excélsior que en esta segunda entrega, publicada también por Literatura Random House, Le Noir es otra persona.
Aunque sólo han pasado 24 horas de los hechos que vivió en Catorce colmillos, tuvo que aceptar la existencia de los seres que viven en el Más Allá, de los fantasmas, y que el talismán que heredó de su abuela le permite verlos. Por eso, en esta novela el reto consiste en aprender a usar esta habilidad”, dice.
Después de tres lustros de recrear la violencia y la corrupción de su estado natal, Tamaulipas, en obras como Los minutos negros (2006) y No manden flores (2015), el también ensayista afirma que su imaginación le exigió unas vacaciones y, por esto, dio vida a esta saga fantástica que juega con la idea de que existe vida después de la muerte y se desarrolla en el París de 1927, “un pretexto para meterme en la casa de varios artistas surrealistas que admiro”.
Muerte en el Jardín de la Luna “es una aventura que puede leerse por separado, en la medida en que presenta otra etapa, mucho más brusca, en la vida del mismo personaje”, explica.
El editor dice que pensó en una trilogía porque, cuando finalizaba Catorce colmillos, se dio cuenta que no quería despedirse del grupo de personajes que acababa de inventar, y que deseaba vivir más aventuras con ellos.
Intenté resistirme, pero las novelas literalmente me despertaron por la noche, para que me levantara a escribir una frase más. Jamás había vivido una etapa tan intensa como novelista. Será que mis personajes parisinos viven en otro huso horario, pero no he dejado de trabajar en las aventuras de Pierre Le Noir desde el 2015, por lo general durante la madrugada, y estoy por terminar su tercera aventura”, agrega.
Indica que “escribir una segunda novela sobre uno de tus personajes se parece a dedicarse al alpinismo y descubrir que tras la montaña que subías hay una cordillera aún más interesante e irresistible”.
El doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos por La Sorbona destaca que Le Noir es el único detective que tiene entre sus informantes a un fantasma y a una mujer vampiro.
Es nieto de una vidente española que le heredó su talismán más preciado y, a fin de sobrevivir, en Muerte en el Jardín de la Luna se ve obligado a buscar un maestro que le enseñe a utilizar esos dones. La mayoría de las novelas policiacas cuentan cómo un detective sigue a los culpables. Aquí narro cómo los culpables persiguen a un detective, y lo obligan a huir para salvar su vida”, añade.
En esta ocasión, Solares revalora la obra del poeta surrealista Robert Desnos (1900-1945). “Quise darle un lugar central en esta novela, y que fuera uno de los informantes de mi detective. Me fascina su historia casi tanto como sus creaciones. El surrealismo no sería tan impresionante si Desnos no hubiera permitido que André Breton lo hipnotizara a lo largo de tantas sesiones, a fin de enviarlo a explorar el más allá literario.
Fue él quien descubrió al fantasma de Rose Sèlavy y, con la enorme libertad que lo invadía en cuanto entraba en trance, creó unos poemas deslumbrantes, mitad aforismo, mitad profecía, que no parecen hechos en este mundo y nadie ha podido igualar”, considera.
LIBERTAD, UNA PALABRA PERDIDA
Ante la pregunta de qué monstruos inventó en Muerte en el Jardín de la Luna, el autor de El planeta Cloralex (1998) y Cómo dibujar una novela (2014) detalla que el mayor de todos es el fantasma de la Libertad.
Decía Salman Rushdie que la primera obligación de un escritor consiste en encontrar las palabras perdidas de su tribu. Y, luego de dedicar mis primeras novelas a la corrupción y la impunidad en el Golfo de México, en cada una de estas tres historias parisinas me propuse explorar las palabras más importantes para la tribu de los surrealistas.
Fue el caso de las palabras Magia y Poesía en Catorce colmillos, de Amor y Revolución en la tercera aventura, la que estoy terminando, y Libertad en esta nueva novela”, admite.
Solares aclara que terminó Muerte en el Jardín de la Luna más de un año antes de la pandemia. “Pero hay dos cosas en ella que parecen referirse a lo que vivimos ahora. Primero, una enfermedad extrañísima, que nadie sabe de dónde surgió. Para enfrentarla, mi personaje debe ir a un hospital especializado en enfermedades fantásticas. El segundo elemento son los nuevos desafíos a la libertad, tal como los viven mis personajes.
En México, tres cosas amenazan a la libertad: el mar de propaganda en el que vivimos inmersos, la intolerancia ante quienes piensan distinto y la desaparición de los apoyos que hacían posible la cultura”, apunta.
Nuestros políticos, que ignoran el valor de la cultura porque nunca se han dado cuenta de cuánto le deben, creen que debemos ponerla a las órdenes de la política”.
Por lo que exige respetar su independencia. “La cultura no sólo es un refugio para descansar de las pruebas que ofrece la pandemia. Como el gran oráculo que es, nos recuerda que los seres humanos no estamos hechos solamente del presente o del pasado, sino de todos los tiempos posibles; en especial, de todo aquello que nos permite crear mundos distintos a este, entre ellos un futuro tan bueno como lo podamos imaginar”, concluye Solares.