“La esperanza y la fe”
|VIVIR CON ESPERANZA
Por Jacinto Rojas Ramos
“La esperanza y la fe”
Sigamos profundizando en la virtud de la esperanza. A veces es difícil distinguir la esperanza de la fe, ya que ambas involucran cosas que no están frente a nosotros y ambas son lo opuesto a la duda. La distinción entre la esperanza y la fe está en su orientación respecto al tiempo. La esperanza ve hacia el futuro, a las promesas de Dios que todavía no se han cumplido, mientras que la fe mira a todo lo que Dios ha hecho en el pasado hasta hoy. La esperanza es fruto de la fe, ya que tenemos esperanza fundamentada en la fe respecto de quien es Dios.
La esperanza como la he definido es un poco diferente a lo que comúnmente nos referimos como esperanza. Usamos la esperanza como referencia a:
1. Lo que deseamos: “Espero poder dormir hasta tarde mañana”.
2. Lo que es posible: “Espero obtener un mejor trabajo algún día”.
3. Lo que no es seguro: “Espero que no tengas que pagar extra por eso”.
Debemos decir que hay ocasiones en las que la “esperanza” se utiliza de esta manera en la Biblia: “Cuando vaya a España los visitaré. Porque espero verlos al pasar y que me ayuden a continuar mi viaje, después de que haya disfrutado un poco de su compañía”. Sin embargo, lo que hace de la esperanza una virtud cristiana son dos cosas: la orientación escatológica y la seguridad.
La esperanza es necesaria para los cristianos porque no tenemos lo que anhelamos. Como dice San Pablo en Romanos 8, 23-25: “Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos sido salvados, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”. Lo que más deseamos en esta esperanza es nuestra resurrección.
Algo que está ausente de la manera en que comúnmente hablamos acerca de la “esperanza” es cualquier clase de seguridad de que lo que estamos esperando en realidad sucederá. La virtud cristiana de la esperanza es una esperanza segura porque descansa en las promesas de Dios.
Por ejemplo, Hebreos 6, 17-18: “Por lo cual Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de Su propósito, interpuso un juramento, a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, los que hemos buscado refugio seamos grandemente animados para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros”.
Deberíamos tener seguridad solamente en las cosas que esperamos según creemos que Dios permanece fiel a sus promesas. Las buenas noticias son que Dios sí permanece fiel a todas sus promesas, y por lo tanto podemos estar seguros de nuestra esperanza en las cosas que él le ha prometido a su pueblo.
La fe y la esperanza juntas nos llevan a la paz. No sabemos qué vendrá mañana, pero no necesitamos saberlo; soy justificado delante de Dios por causa de Jesús y me espera un mejor futuro del que jamás podría imaginar cuando esta vida termine. Esto no nos lleva a la apatía, sino a la verdadera paz.
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