IMAGEN DIECINUEVE
|Página Nómada
Eduardo Cerecedo
Mi tío Félix Pérez ha llegado a la casa, se ha recostado en el corredor donde hay una banca de cedro, olorosa la madera, se sabe que es nueva porque en el aserradero dan fe de eso.
Allí recostado, se queja, se voltea de un lado para otro, se agarra la pierna, se queja quedito. Sus hermanas le preguntan, ¿Qué te pasó? Nada, nada. Anda dinos ¿qué tienes? No contesta. Se comienza a acalambrar, la lengua se le entume, siente como un hormigueo se apodera de su cuerpo. Comienza a sangrar de las encías ¿Te picó culebra? Sí, era una nauyaque, ¿por qué no lo dijiste desde que llegaste? Pues, porque de todos modos me voy a morir, ¿qué caso tiene que ustedes se espanten? Nomás eso dijo y se convulsionó dos veces. La sangre que le comió los ojos, le escurrió hasta la boca que la tenía bien cerrada como resistiendo el dolor para no hablar.