La llegada del verano trae consigo el día más largo del año, UNAM
|- El evento ocurrirá el domingo 20 de junio a las 21:32 horas, es por eso que será el día más largo y la noche más corta. Daniel Flores Gutiérrez, editor del anuario astronómico de la UNAM, expuso la importancia de esta fecha para los pueblos mesoamericanos.
A un par de días de presenciar el cambio de la segunda estación del año, Daniel Flores Gutiérrez, editor del anuario astronómico de la UNAM, recordó que el solsticio que hoy nos indica la llegada del verano, en la antigüedad, fue guía de los pueblos mesoamericanos quienes seguían el movimiento del Sol para predecir las fiestas del año.
La transición a través de la que la primavera dará paso al estivo tendrá lugar el próximo domingo 20 de junio a las 21:32 horas. Este día se caracterizará por ser el día más largo del año y por lo consiguiente se tendrá la noche más corta del 2021.
Flores Gutiérrez, integrante del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM, explicó que la existencia de este fenómeno se debe a la manera en que la Tierra órbita alrededor del Sol. El movimiento de nuestro planeta sigue una trayectoria elíptica, parecida a la forma de un ovalo. Esto es lo que produce que el polo norte se incline estrechamente al Sol.
«La Tierra apuntará directamente hacia el Sol, más que en cualquier otro momento del año», aseguró en un comunicado.
El astrónomo explicó que el eje terrestre, también denominado como eje polar, es una línea imaginaria sobre la que gira la Tierra, la cual completa una vuelta en 24 horas: «así es como ocurren los días y las noches», detalló.
La inclinación de este eje, de acuerdo con la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), se aproxima a 23.5 grados con respecto al Sol. Es por ello que, durante esta época del año, el hemisferio norte -al que pertenece nuestro país- recibe altas cantidades de luz solar. Mientras que en el hemisferio sur ocurre exactamente lo contrario, donde habita el 10% de la población mundial.
Para comprender mejor este fenómeno, el maestro en ciencias expuso que cuando el polo norte apunta hacia el astro rey, el polo sur se inclina, de manera automática, en dirección opuesta. «Esto hace que en nuestro hemisferio comience el verano, y en el polo sur el invierno», profundizó.
Además, Flores Gutiérrez señaló que la fecha en que el solsticio de verano ocurre tiende a variar entre el 20 y hasta el 23 de junio. Esto se debe a que las horas de traslado de la Tierra, alrededor del Sol, pasan en 365 días más una fracción: «Como no son cantidades enteras, estos valores van cambiando año con año”, expresó. Sin importar en cuál de estos días suceda, esta fecha se distingue por la prolongación de las horas iluminadas y la fugacidad de la noche.
Un evento milenario
El experto en difusión astronómica recordó que los solsticios de verano fueron observados desde la época de las antiguas civilizaciones, pues diferentes grupos se guiaban mediante el movimiento solar.
“En la antigüedad mesoamericana había diferentes cuerpos de la bóveda celeste con los que se guiaban los habitantes: la Luna, Venus y el Sol, con el conjunto de este día bien identificado”, narró el especialista en arqueoastronomía, rama que estudia la astronomía de los pueblos originarios.
El seguimieto del Sol era importante para los sabios, que comandaban a las comunidades, pues de esta manera se cercioraban que el calendario iba por buen camino. “Servía para predecir ciertas fiestas del año que tienen que ver con el seguimiento del movimiento aparente del Sol”, ahondó el integrante de la Máxima casa de estudios.
“Era importante seguir el movimiento del Sol. Por ejemplo, la pirámide del Castillo en Mayapán (un sitio maya en Yucatán), está orientada de tal manera que la proyección del perfil de la pirámide sobre alguna de sus cuatro escaleras se da durante el solsticio. El caso contrario ocurre en la pirámide del Castillo en Chichén Itzá, que proyecta durante los equinoccios”, comentó.
El investigador mencionó que el método a través del que los mexicanos daban cuenta de estos fenómenos era observándolos a simple vista y mediante un registro. “Así enseñaban a otras generaciones a entender estos números, pues seguían el trayecto del Sol durante ciclos”. Con el tiempo comprendieron que cuando el día es más largo se aproximan los tiempos de calor y se representan con los periodos de secas y lluvias.
En este contexto, Daniel Flores Gutiérrez destacó la importancia de «seguir observando los solsticios”, junto con los equinoccios, momento en el que la duración del día y la noche se empareja, pues son fechas que ayudar a medir los cálculos astronómicos.
“Así como en el pasado, estos fenómenos nos dicen que nuestras cuentas van por buen camino”, concluyó.