Desatinocracia
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Por Juan Baizabal
En las últimas dos semanas, abordamos los conceptos de Aristocracia y Tiranía, como tipos de gobierno contrarios, vimos sus características, ventajas y desventajas. Hoy hablaremos de un tercer sistema político, en el que debe prevalecer el respeto a las libertades y derechos fundamentales, la igualdad, la participación ciudadana: el Estado Democrático.
Para la Real Academia Española, la Democracia es el sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de sus representantes (2021).
Se deriva del griego demos, etimológicamente significa «gobierno del pueblo», en otras palabras, el “gobierno de los ciudadanos”.
Robert Dahl subraya en su libro La Poliarquía, que, un gobierno democrático se caracteriza fundamentalmente por su continua aptitud para responder a las preferencias de sus ciudadanos, sin establecer diferencias políticas entre ellos (1997).
Por lo que, en una democracia, cada ciudadano debe estar en común acuerdo y de cierta manera, satisfecho con cada acción tomada por el gobierno, es por ello, que surge la necesidad de evaluar y calificar, para medir esta misma satisfacción gubernamental.
Entendemos a la democracia como el sistema político que se caracteriza, entre otros aspectos, por su disposición a satisfacer entera o casi entera a todos los ciudadanos (Dahl, R. 1997).
En nuestro país buscamos la democratización de cualquier tipo de proceso, llámense electorales, burocráticos y todo aquel en materia de transparencia y rendición de cuentas.
La principal enemiga de la Democracia es la bien conocida y comentada corrupción, el mal público que produce desigualdad, pobreza, opresión, en otros, “pecados políticos”. Razón por lo que identificamos a la democracia como la guillotina de este propio vicio: la corrupción.
Los sistemas administrativos democráticos, a los que Ángelo Panebianco en el Manual de Ciencia Política denomina como organizaciones públicas, se miden a través de la eficiencia (1988).
Eficiencia es virtud o facultad para lograr un efecto. También, es la acción con que se logra ese efecto. Su origen es del latín efficientĭa.
La palabra eficiencia se puede utilizar en varios contextos, sin embargo, la que nos atañe, es la referida a la administración pública democrática. No puede existir un Estado Democrático ineficiente.
La eficiencia en administración se refiere a la utilización correcta y con la menor cantidad de recursos para conseguir un objetivo o cuando se alcanza más objetivos con los mismos o menos recursos.
Un Estado eficiente es aquel cuyo gobierno logra construir una administración pública ordenada, coherente, desburocratizada. Una administración pública que, en función de objetivos y metas predeterminadas, establezca y opere políticas públicas pertinentes. Es honesta, profesional, estable que sirva con calidad a la ciudadanía. Debe saber planear, programar, presupuestar, evaluar y controlar adecuadamente, sin excesos que limite no anulen la creatividad y ejecutividad responsable (Gonzáles, J. 2020).
Como hemos citado en colaboraciones pasadas, es sumamente interesante aplicar el concepto calidad como una serie de cuestionamientos hacia una mejora continua en el ámbito político, con mira a obtener mayores y mejores resultados en beneficio de todos.
La calidad distintiva del Estado moderno consiste en la dependencia del proceso administrativo como instrumento principal para forjar la política nacional (Espejel, J. 2012).
En un país democrático se busca el respeto, reconocimiento de las libertades y derechos fundamentales, la equidad y la participación ciudadana, como se establece en las Constituciones Políticas.
Sin embargo, la percepción de realidad en nuestro país es otra, la Encuesta Nacional de Calidad e impacto Gubernamental (ENCIG) publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer que los actos de corrupción en México se incrementaron de 14 mi l635 víctimas por cada 100 mil habitantes en 2017 a 15 mil 732 en 2019. También se reportó que se incrementaron los reportes de corrupción hasta en un 64.1 por ciento (2020).
Medir la eficiencia gubernamental, es colocarle una soga en el cuello al propio Gobierno, pero es sumamente necesario para la ciudadanía en general y más cuando se trata de un Gobierno Democrático como el nuestro.
Un Gobierno Democrático debe tener presente que su objetivo es servir a la sociedad, no perpetuar en el poder, ni dirigirse a ganar las elecciones próximas, debe omitir todo abuso de poder, enriquecimiento ilícito, entre otros “vicios políticos”.
Los riesgos de una Democracia son los perfiles de quienes llegan al poder, dado que no deben cubrir ningún requisito de perfil académico, ni se exige una experiencia gubernamental, solo basta con ganar las elecciones electorales.
El peligro en una Democracia es su posible inclinación a una Tiranía. La historia del mundo nos da varios ejemplos. He aquí el punto.