VIEJISMO
|Maricarmen Delfín Delgado
Todos tenemos una edad cronológica, que es la cantidad de años que cumplimos en la fecha de nuestro nacimiento, sin embargo, también existe la “edad subjetiva”, que es la sensación de juventud que no coincide con lo marcado por el calendario. Algunas personas se ven y se sienten con menos años de los que realmente tienen físicamente, los especialistas en salud establecen ciertos marcadores como elasticidad de la piel, presión arterial, capacidad pulmonar y la fuerza de agarre para calificar a las personas, las que por fortuna o genética presentan condiciones saludables suelen obtener una mejor calificación y clasificarse con “edad biológica” menor.
La edad subjetiva tiene un poderoso efecto sobre las personas con muchos años vividos (50,60,70), algunos científicos suponen que éstas tienen información intuitiva acerca de sus capacidades físicas, su fortaleza mental y su estabilidad emocional, lo cual los motiva y hace sentir plenos y jóvenes; otros estudiosos del tema aseguran que para algunas personas la edad subjetiva solamente es un reflejo de las obsesiones culturales de la juventud. El doctor David Weiss, sicólogo de la Universidad de Leipzig en Alemania, afirma que la gente desarrolla una identidad de menor edad para eliminar los estereotipos de fragilidad y senilidad, y comenta que “si la vejez no tuviera un valor negativo no habría la necesidad de decir que te sientes joven.”
Citando el fragmento de un cuento de Antón Chéjov: “Sean jóvenes no sólo ahora, cuando lo son por imperativo físico y natural, sino también en la vejez, pues bienaventurado el que fue joven en su juventud, pero cien veces más bienaventurado el que conserva su juventud hasta la tumba…”. Reflexionamos sobre el concepto de “vejez” o “viejo”, visto desde ciertos mitos manejados como estereotipos que proporcionan una visión exagerada con mínimas características, la mayoría negativas que dejan poco espacio a las positivas. Se etiqueta al adulto mayor dependiente, enfermizo, de baja capacidad intelectual; se utiliza un lenguaje despectivo o compasivo equiparándolo con el utilizado en niños, frecuentemente son relacionados con la fealdad y la decadencia.
Roberto Neil Butler, médico gerontológico, siquiatra, autor de varios libros y ganador del Premio Pulitzer, acuñó el término “viejismo”, que se define cualquier actitud, acción o estructura institucional, que subordina a una persona o grupo por razones de edad, con asociación de roles discriminatorios en la sociedad. Se caracteriza por prejuicios, estereotipos y discriminación hacia los adultos mayores en la creencia de que en la vejez las personas son menos atractivas, capaces, inteligentes y productivas. Al igual que el racismo, el sexismo, el sectarismo, el viejismo etiqueta a los mayores en la sociedad.
En comparación con los otros conceptos con sufijo “ismo”, el viejismo marca una seria diferencia, porque que todos, o la mayoría, somos blanco seguro de esta clasificación ya que seguramente llegaremos a la vejez y ésta no tiene un parámetro fijo en cuanto a la edad estipulada para clasificarse como tal, varía al modificarse la esperanza de vida. Esto afecta al individuo social y emocionalmente, influye en el autoconcepto limitando ciertas áreas del desarrollo personal, lo hace sentir fuera de contexto respecto a la gente joven o con menos años.
Al mismo tiempo induce a las generaciones más jóvenes a ver a los más viejos como personas diferentes, inferiores, sin valor, y sutilmente olvidarse de ellos como parte de la sociedad; el viejismo es el último prejuicio, la última discriminación y rechazo injustificados en el final de nuestros días, después de haber sido el cimiento del contexto social que los jóvenes viven y ciertas ventajas o logros que hoy disfrutan. Butler señala que el viejismo refleja un profundo miedo de éstos al envejecimiento, irradian rechazo por envejecer, perder capacidades, perder poder, enfermar y morir.
La sociedad tiende a dar más valor a la juventud, tanto en el rendimiento físico como en el aspecto estético, esta sobrevaloración provoca rechazo a verse y sentirse viejo, de ahí que las personas mayores se vean en la necesidad de negar o disimular su avanzada edad para poder continuar desempeñando un papel en el contexto actual.
El humano y la sociedad han cambiado a lo largo de la historia, en la época de las cavernas la esperanza de vida era muy corta y los que sobrevivían en un promedio de 30 años eran considerados como ancianos (hombres y mujeres) de las tribus, eran admirados y considerados un tesoro de sabiduría y experiencia.
Los egipcios consideraban esta etapa como el debilitamiento de la vida con la salud mermada, la vista y el oído disminuidos, con pérdida de las capacidades físicas y cognitivas, sin embargo, los ancianos (solamente hombres) seguían gozando de prestigio y reconocimiento a su sabiduría. En la antigua Grecia se empezaron a sentar las bases de la cultura occidental, amantes de la estética y la perfección consideraban a la vejez y a la muerte como castigo; pese a esto, persistió el respeto a los padres y a los viejos como transmisores de sabiduría. De igual forma para los romanos y los hebreos.
A partir de la Edad Media y el Renacimiento, el lugar de la ancianidad en la sociedad fue el peor, ya en la Edad Moderna y Contemporánea se empieza a reconocer sus derechos, aunque su situación sigue siendo un tanto discriminatoria.
El aumento de la población de adultos mayores es preocupación de muchos países en el mundo, lo cual implica cuidados en la alimentación y en la salud, mayor gasto gubernamental y en pensiones para quienes pudieron obtenerla; en el plano familiar la situación es similar, la mayoría de los adultos mayores padecen enfermedades crónicas y degenerativas como hipertensión, diabetes o cáncer, con el consecuente gasto extra para las terapias y medicamentos. Cuando padecen alguna discapacidad dependen de otra persona para las funciones y necesidades elementales lo que muchas veces no es posible cubrir.