La historia de dos hombres
|Luis Humberto Muñoz
In memoriam
Dos hombres fueron condenados. La sentencia consistía en que en un día determinado, en 20 años serían torturados hasta la muerte. Al escuchar la sentencia el más joven se retorció de la pena y el dolor, y a partir de ese día cayó en una profunda depresión. Se preguntaba, ¿Para qué vivir, si de todas maneras van a arrebatarme la vida y de una manera inconcebiblemente terrible?
Desde ese día nunca más fue el mismo. Cuando algunos de sus cercanos compadecidos por su estado, le ofrecían apoyo para tratar de alegrarlo, respondía rencorosamente diciendo: “Claro, como tú no tienes que cargar mis penas te parece todo fácil”. En otras ocasiones también replicaba: “Tú no sabes lo que sufro, no es posible que me entiendas”, y a veces alegaba en voz alta: “¿Para qué me esfuerzo? si de todas formas…”. Y así, poco a poco, el hombre se fue encerrando en su amarga soledad y murió mucho antes de que cumpliera el plazo de 20 años. El otro hombre, al escuchar la sentencia se asustó y se impresionó; sin embargo, a los pocos días resolvió que como sus días estaban contados, los disfrutaría. Con frecuencia afirmaba: “No voy a anticipar el dolor y el miedo empezando a sufrir desde ahora”, otras veces decía: “voy a agradecer con intensidad cada día que me quede”, y en vez de alejarse de los demás, decidió acercarse y disfrutar a los suyos, para sembrar en ellos lo mejor de sí. Cuando alguien le mencionaba su condena, respondía en broma “ellos me condenaron, yo no me voy a condenar sufriendo anticipadamente y por ahora estoy vivo”. Fue así que paulatinamente se convirtió en un hombre sabio y sencillo conocido por su alegría y por su espíritu de servicio. Tanto, que mucho antes de los veinte años, le fue perdonada su condena.
El 99% de nuestros miedos no se realizarán, muchos de ellos sólo viven en nuestra mente.
El libre albedrío que Dios nos ha dado consiste precisamente en esa libertad de escoger ser felices sin importar las circunstancias que rodean nuestra vida diaria. La felicidad es más que una actitud; es una aptitud, una decisión, y debemos acondicionar todo nuestro ser para que todo a nuestro alrededor nos genere felicidad. La felicidad es el fin de nuestras vidas y es subjetiva; es decir, que pertenece o es relativa al modo de pensar o de sentir de cada quien. Cada quien es feliz obteniéndola o haciéndola a su manera. Nuestra misión primordial en esta vida es ser felices porque somos hijos del amor. La verdadera libertad no está en lo que hacemos, sino en la forma como elegimos vivir lo que hacemos y sólo a nosotros nos pertenece tal facultad. No la desperdiciemos amargándonos nuestra de por sí agitada existencia, y elijamos vivir activamente, pero en paz. La buena vida es pues una plausible elección. Tómela con gusto, viviéndola siempre en el presente, aquí y ahora. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.