VIVIR CON ESPERANZA: “La esperanza en la Providencia de Dios”

Por Jacinto Rojas Ramos

Hay un refrán que me gusta mucho: “Si quieres hacer a Dios reír, cuéntale tus planes”. La providencia de Dios es un tema capital no sólo de nuestra fe sino de nuestra vida y sin ella nos derrumbamos sin solución.

Las personas necesitamos una seguridad, nos genera inquietud insoportable no saber qué es lo que va a pasar, pensar que nuestra vida está en manos de un destino que no controlamos y que nos pueden ocurrir cosas terribles a nosotros y a nuestros seres queridos. Es justo lo que estamos viviendo en estos días.

Intentamos buscar esa seguridad y esperanza en cosas que no son Dios: pensamos que si nos ponemos en manos de buenos médicos nos cuidarán; que si nos quedamos en paro la seguridad social nos subsidiará; que si tenemos dinero en la cuenta podremos afrontar todos los imprevistos; que si tenemos un buen plan de pensiones tendremos una vejez tranquila; y a veces hasta acudimos al tarot y a los horóscopos para saber qué va a pasar.

Y de repente nos damos cuenta que todas estas cosas no son suficientes, que los médicos no lo pueden todo, que el negocio y nuestro empleo está en peligro de un día para otro, que todo lo que habíamos previsto se viene abajo y nuestro mundo se derrumba.

Y es que la vida no está en nuestras manos y está muy bien ser previsor, pero finalmente nos enfrentamos ante nuestra impotencia y pequeñez.

Sólo hay una solución que hace que podamos tener paz y que nuestra casa esté construida sobre roca: confiar en la Divina Providencia, saber que todo lo que pasa es permitido por Dios, que Dios nos ama y busca nuestro bien y salvación mucho más que nosotros mismos y que todo lo que ocurre, por desconcertante y doloroso que pueda ser, es parte de su plan amoroso que no comprendemos.

Claro que es más fácil confiar en determinados momentos que en otros. Puede que sea más difícil cuando el dolor de la separación de un ser querido o de una enfermedad nos desgarra el corazón, pero es más necesario y es un bálsamo que lo suaviza.

Dice Jacques Philippe: “el principal enemigo de nuestra paz no son las circunstancias externas o el comportamiento de los demás, sino nuestra falta de fe en Dios, que nos hace perder la esperanza de que Él puede obtener un bien de cualquier cosa que nos suceda y de que no nos abandonará”. 

Y es que nos gusta mucho hacer planes, nos gusta tener el control de nuestra vida, nos gusta la planificación. Cuántas veces no se sigue adelante con un embarazo porque no es planificado, porque ahora no entraba en los planes, o porque no se contemplaba tener un hijo con una discapacidad…

Tenemos un error de cálculo, que es creer saber lo que nos conviene y lo que no nos conviene, pero sólo Dios lo sabe. En el fondo, lo que queremos es ser dueños de nuestra vida y que todo se ajuste a nuestros deseos y no somos capaces de aceptar y saber esperar la voluntad de Dios.

Confiar y esperar en la Providencia es preguntarse el para qué de las cosas y no el por qué. Recuerdo siempre el testimonio de unos amigos, padres de un hijo con una discapacidad grave que cuentan como la pregunta diabólica del ¿por qué?, es una trampa que destruye vidas; mientras que la pregunta ¿para qué? nos abre a un mundo de posibilidades.

Pongamos nuestra esperanza sólo en Dios Providente y dejémonos sorprender cuánto bien puede sacar, incluso de esta pandemia que estamos viviendo, tan impensable que pudiera llegarnos hace apenas una semanas.

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