“Vivir con esperanza es vivir”

Jacinto Rojas Ramos

Spes, en latín, es esperanza. Esperanza que parece utópica cuando todo a tu alrededor es espeso, tupido como las nubes, denso y pesado como los pasos de los elefantes de Aníbal cruzando los Pirineos. Espeso como el chocolate que consuela en tardes de lluvia y desasosiego.

La buena noticia de la esperanza es que es inabarcable. La esperanza no se adquiere en porciones ni se compra por dosis. La esperanza se alimenta con el deseo de la misma esperanza y llega como un don, un boomerang, una respuesta a un deseo. Vivir con esperanza es vivir.

«Las cuentas claras, y el chocolate espeso», reza el refrán. Chocolate contra la ansiedad y, cuentas, las justas en momentos que no anticipan una crisis, sino que ya la encarnan.

La esperanza como horizonte permanente es también una virtud que funda el deseo en esa fe en Dios que colmará sus promesas. Las personas suelen hablar de esperanza como estado de ánimo, aquel estado que surge cuando se presenta como alcanzable un deseo.

La esperanza es benéfica porque conlleva en sí el deseo de positividad. Pero, la esperanza no es una frase hecha en una taza de chocolate o té. La esperanza no es puro positivismo del «todo saldrá bien». La esperanza no es el positivismo de las certezas. Esperamos que salga bien, pero sabemos que podría salir mal. Y si sale mal, allí tendremos que invertir más sacos de esperanza. Por eso es una actitud perenne de la que muchos carecen. Y es el más acuciante aspecto que el cristianismo puede contrarrestar. Dar esperanza a quién no la tiene, no cree en ella, la ha perdido, la desconoce. Esperar es una actitud de construcción. Cuando se construye, necesitamos no solo fuerza y material, sino proyectar hacia dónde vamos a construir.

Esperar es plantar tulipanes en invierno y espiar en primavera para ver si salen los brotes. Esperanza es creer en alguien y no defraudarse a las primeras de cambio. Esperanza es saber que un confinamiento significa no salir ni ver a nadie para, precisamente, preparar el momento para poder salir y ver a la gente que sea posible. Esperar es crear espacios donde los otros no se angustien. Esperar es crear almohadas para que, quien quiera, apoye su hombro. Esperanza, en muchos pueblos, es el nombre de la Virgen embarazada. «Esperanza», diría el poeta, «esperanza eres tú».

El mundo se mueve por la esperanza. Sin ella, acecharía el desconsuelo. La gracia de la esperanza es su adaptabilidad. Hay esperanzas chicas, medianas, grandes.

Esperanza que no es resignación ni alegría boba, sino esperanza serena, que se conforma dentro de la rebeldía de Job, esperanza que no niega el Salmo 22 ni rehúye el aparente abandono de Dios en momentos de negros horizontes. En momentos de crisis, tener esperanza es humanamente deseable y cristianamente necesario, para uno y para los demás, para resistir y para ofrecer apoyo. “Vivir con esperanza es vivir”.

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