PROTESTAS Y UN AGUA DE TEHUACÁN ABIERTO EN EL DESIERTO, ES LO MISMO
|60 SEGUNDOS
RAÚL GONZÁLEZ RIVERA
PROTESTAS Y UN AGUA DE TEHUACÁN ABIERTO EN EL DESIERTO, ES LO MISMO
Desde la última y justa protesta llevada a las calles de las ciudades mexicanas, la que encabezaron estudiantes y académicos en el año de 1968, a la que la gente del pueblo vio con buenos ojos y le prestó diversos apoyos, ninguna otra, posterior a ésta, que no haya sido la de pensionistas del IPE contra el régimen priista de Javier Duarte, el resto carecen de un mensaje y de aceptación popular.
Se desvirtuó el contenido y fin de las manifestaciones de reclamo, rechazo o condena a actos de violencia engendrados por los cuerpos policiacos, o simplemente para denostar de lo que hace o deja de hacer un servidor público.
Sin embargo, el resultado o efecto que produce una protesta pública después del 68, es o encuentra una enorme semejanza con la fuerza que puede tener un agua de Tehuacán abierta a mitad del desierto. Es decir, nada. A nadie le importa, menos a la autoridad, que los manifestantes enderecen una ola de mensajes con la intención de causar a la imagen e incompetencia de aquella un daño.
Sin embargo, hay de protestas a protestas. La que elevaron los pensionistas, todos ex académicos de los diversos renglones en que se divide el sistema educativo estatal, porque el gobierno priista último estaba robándoles sus pensiones, se justificaba plenamente. Sin embargo, en contra de sus actores y actrices la embestida policiaca fue brutal, inhumana e insensible. Incluso los manifestantes evitaron causar daños a terceros, haciendo su concentración en la Plaza Lerdo, sin interrumpir el tránsito vehicular y de personas.
Cabe destacar que por varios sexenios el fenómeno que entraña la protesta pública, al menos en Xalapa, no se daba, lo que le permitió a algunos políticos considerar en algún momento que la ciudad ciertamente correspondía a semejarse a una Atenas, como era la Atenas griega, en la cual combinaban perfectamente educación, cultura, el estado de derecho y el respeto obvio a las instituciones públicas.
En qué momento se relajó la tranquilidad provinciana, nadie quizá se atrevería a confirmarlo. Lo cierto es que la panorámica sostenida por casi un siglo en la ciudad fue irrumpida por los tantos grupos gangsteriles que se daban cita en el corazón de la aldea, para demandar la atención de los servidores públicos, justificada o injustificadamente. Pero la autoridad se los permitió. Y de allí en adelante, hasta la fecha.
Lo increíble de creer para las viejas generaciones xalapeñas, lo que les causa estupor, espanto y terror, que los establecimientos comerciales hayan tenido que blindarse con tablas o tablarroca, con el fin de evitar los ataques, que con afanes de destruir sus inmuebles, puertas, ventanas y otros, debido a que un grupo de enmascarados anuncien inclusive que arremeterán en contra suya con una marcha que promete ser violenta.
Equivocadamente se podrían autodenominar como anarquistas, porque tal grupo históricamente en su momento jugó una importante intervención en la conformación de la república mexicana.
Nadie ha podido esclarecer de quiénes se trata, qué les incomoda y molesta del estado actual de cosas, que salen a la calle y asumen una conducta que refleja rebeldía, sí, pero sin la trascendencia que pudiera marcar o promover un cambio en la sociedad hundida en el hartazgo, la desesperanza y ahora en la lucha contra el poderoso enemigo invisible del coronavirus.
POCO ESPERAN MEXICANOS DE DONALD TRUMP PARA MÉXICO
En realidad, los pronósticos aun más reservados confían en que el magnate y presidente Donald Trump vaya a dictar un sólo acuerdo que vaya a beneficiar al pueblo de México.
Los siete u ocho aviones que han sido transportados de la Unión Americana a la patria azteca los están pagando los mexicanos con pesos aztecas, convertidos en dólares. Así que no es un regalo. El empresario vende y los consumidores pagan, así de sencillo.
En lo que va de su régimen, el magnate difícilmente ha tenido expresiones de apoyo y solidaridad en apoyo a la vida y estancia de los más de 12 millones de mexicanos indocumentados sobre territorio gringo. La constante de palizas y persecuciones en su contra han significado sobremanera al cuatrienio presidencial para exhibir y conseguir que los blancos norteamericanos arremetan y criminalicen de antemano a los inmigrantes.
El DACA persiste y mantiene con un pie dentro de suelo yanqui y el otro fuera, a cuando menos un millón de jóvenes con orígenes en este país, pero que estudian y trabajan para los gringos, muchos de ellos en condiciones infames, las cuales apenas les permiten sobrevivir al grueso de los muchachos.
La ex embajadora Roberta Jacobson, representante de Washington al arrancar gestiones el gobierno de Trump, en un gesto que en mucho le agradecieron los aztecas, subrayaba enfáticamente que entre estadounidenses y mexicanos había hermandad y negaba que fuera esa relación puramente de socios. Sostenía que la frialdad que se acusaba había quedado en el pasado.
Por otro lado, la firma del Tratado de Libre Comercio, pactado en los años 90 de finales del pasado siglo XX, no deja de ser un acuerdo que conviene ostentarlo las tres naciones, Estados Unidos, Canadá y México, sobre todo en un mundo donde ningún país, podría ser autosuficiente en lo económico, en lo comercial y tampoco que pudieran satisfacer hacia sus interiores plenamente a sus gobernados, en no pocas de sus aspiraciones de intercambiar culturas, educación, deporte y diversas actividades laborales.
Trump busca su reelección, tal vez la consiga, porque los blancos le siguen apoyando a pie juntillas, no obstante lo protagónico y los excesos con que se conduce en su mandato el hombre más poderoso del mundo, sin embargo la democratización de la vida pública que disfrutan los gringos también lo expone a perder la ansiada elección, pues son millones de electores, que incluye a los propios yanquis de color, y a 34 millones de aztecas que no precisamente ven con buenos ojos para que el magnate continúe al frente de la Casa Blanca.
No hay que olvidar que las banderas en torno a las cuales se suman las mayorías en suelo norteamericano es el billete verde y su belicismo y ambas aspiraciones se las ha cumplido en forma aplastante el magnate a sus gobernados republicanos, pero igual, muchos demócratas y latinos beneficiados legales e indocumentados.
CALLES Y PUENTES, ATESTADOS DE PEDIGÜEÑOS Y LIMPIAPARABRISAS
Un problema que no solamente ocurrió en tiempos de los gobiernos neoliberales, asola ahora también en las calles, puentes, cruceros y el propio corazón de la ciudad, con la constante de adolescentes, jóvenes y menores y adultos, hombre y mujeres, quienes exigen la ayuda económica, ofrecen en venta alguna baratija o bien la hacen de limpiaparabrisas.
A los cuatro costados de la otrora Atenas veracruzana aparece el tema de la mendicidad vuelta con varios rostros, que por supuesto la 4T tampoco ha podido resolver.
Se anuncia oficialmente una cuantiosa inversión en becas-trabajo para muchachos que supuestamente antes no estudiaban y que tampoco trabajaban, pero cuando menos hay alrededor de tres mil muchachos que ocupan los cruceros y las calles como traga-fuegos, limpiaparabrisas o simplemente venden bolsas de limones y naranjas, algunos más ofertan chicles y dulces, que para hacer más grande su tragedia difícilmente algún automovilista les compra.
El problema se acerca a alcanzar los niveles de un verdadero conflicto que es social, doméstico, económico y de salud pública.
Son largas las filas de muchachos de ambos sexos que ocupan las arterias públicas sin cuidar ninguno de portar una mascarilla, en principio. La mayoría huele a licor y muy probablemente sus miradas sin mover un solo músculo de sus rostros, se deba a que sean consumidores de algún estupefaciente.
Si a este ejército de pedigüeños le añade usted los centroamericanos que junto con sus familiares arribaron a estas tierras para quedarse, apostados sobre los puentes y entradas a las plazas comerciales, jamás por ningún concepto la ciudad puede decirse que la cultura y la educación están a la vuelta de la esquina.
Bastaría que alguno de los regidores se diera una vuelta por las inmediaciones de la zona de Las Animas, las avenidas Américas, Lázaro Cárdenas, Araucarias, Las Trancas y en áreas colindantes y en los accesos a las plazas de La Rotonda, Los Sauces, el puente de Xallitic, para percatarse de que la fotografía en blanco y negro, de antaño, sigue estando presente.
Para estos ejércitos de pobres y potenciales aspirantes a convertirse en delincuentes, la pandemia no los espanta ni engaña. Saben que existe, pero con los estómagos vacíos no tienen más que salir a la calle y pedir a la gente del resto su apoyo financiero. Así fue antes, no cambia.
A estos seres vivientes se suman padres de niñas y niños con cáncer, diciendo engañosa o realmente que en el hospital donde se encuentran como pacientitos sus hijos no hay medicamentos para tratarlos.
Si en el sexenio priista de Fidel Herrera se acusó que a los menores enfermos les inyectaban agua en lugar de medicina de patente, ahora en la calle corren versiones en el sentido de que la quimioterapia a menores pobres no existe. Vaya usted a saberlo, pero los malvados así lo andan difundiendo. Es todo.