El espacio poético de Ely Núñez
|Enoch Cancino Casahonda (Tuxtla Gutiérrez Chiapas 6 de octubre de 1928 – 2 de marzo de 2010)
ENOCH CANCINO CASAHONDA. Nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 6 de octubre de 1928, y murió el 2 de marzo de 2010. Fue elegido miembro correspondiente en su ciudad natal el 28 de septiembre de 1973. El 3 de mayo de 1974 leyó su discurso de ingreso titulado «Algunas consideraciones acerca de la poesía chiapaneca actual», y el académico que le dio la bienvenida fue Mauricio Magdaleno.
Enoch Cancino Casahonda fue coordinador del área de Humanidades de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH); secretario del Gobierno de Chiapas; diputado federal; presidente municipal de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Poeta y colaborador de Ámbar, Diario Popular, La Ceiba, Papalote, y Revista del Consejo.
En la política, se desempeñó como secretario general durante la gestión de Juan Sabines Gutiérrez; fue diputado federal y presidente municipal de Tuxtla.
Fue incluido en diversas antologías, entre las que destacan Modern Poetry from Spain and Latin America, publicada por Corinth Books en 1964, y Doce poetas chiapanecos (1976).
Junto a lo popular, la poesía de Enoch Cancino se expresa a partir de otras vertientes como la filosofía y la estética de la brevedad. Debido a la supuesta preeminencia de la primera, estas dos últimas han sido poco atendidas por la crítica y por los lectores. Sin embargo, son dos elementos
centrales tanto en la manera que el autor tenía de entender la poesía como en su manera de concebirla, en el sentido que tiene esta palabra de crear algo.
A Enoch Cancino le tocó vivir de cerca la transformación de Tuxtla Gutiérrez, que pasó de ser una pequeña y no tan pintoresca ciudad a una urbe atestada de plazas comerciales, farmacias, supermercados, hoteles, cervecentros, cafeterías, restaurantes de comida rápida y, en el centro, de
vendedores instalados en las banquetas y hasta en las calles.
La vida nocturna de aquella época se concentraba en el Casino Tuxtleco, donde los hermanos Gómez animaban con canciones de Agustín Lara, Gonzalo Curiel o Lorenzo Barcelata los tímidos cortejos de jóvenes que sólo querían bailar, tomarse un refresco y pasar un buen rato con sus novias; en ese entonces había sólo dos cines, uno de ellos instalado en un bello edificio porfiriano, el antiguo teatro Emilio Rabasa, que fue demolido por orden del gobernador en turno. Con esto se perdió, a decir
del poeta, el mayor orgullo de la ciudad y parte de su historia.
Al final, el espacio se convirtió en una arena de box y lucha libre, por lo que continuó siendo un referente popular hasta su desaparición, o más bien, su transformación, pues en su lugar se construyó un nuevo teatro, sin que logre todavía establecer, como su antecesor, una conexión importante con la gente.
La obra de Cancino Casahonda es un referente no sólo literario, sino también popular, debido a que su “Canto a Chiapas” fue adoptado como himno local, recitado de memoria por declamadores
improvisados o profesionales, siempre con música de marimba de fondo.
De ser cierta la frase de que en Chiapas se puede encontrar un poeta hasta debajo de las piedras, el nombre de Enoch Cancino figuraría de todos modos en el panorama literario.
Sus libros publicados de poesía fueron: Con las alas del sueño, 1951; Perfiles de barro, 1956; La vida y el labrador, 1957; Ciertas canciones, 1964; Estas cosas de siempre, 1970; Canto a Chiapas, 1974 y 1999; La casa del jaguar, homenaje a Gertrude Duby de Olom, 1978; Tedios y memorias, 1982; La vieja novedad de la palabra, 1986; Ciertas canciones y otros poemas, 1999; Canto a Chiapas, 1999. Antologías: Antología poética, 1979; La vieja novedad de las palabras, 1985; Antología poética (1948-1985), 2008.
CANTO A CHIAPAS
Chiapas es en el cosmos
lo que una flor al viento.
Es célula infinita
que sufre, lIora y sangra.
Invisible universo
que vibra, rie y canta.
Chiapas, un día lejano,
y serena y tranquila y transparente,
debió brotar del mar ebrio de espuma
o del cósmico vientre de una aurora.
…Y surgió, inadvertida
como un rezo de lluvia entre las hojas,
tenue como la brisa,
tierna como un suspiro;
pero surgió tan honda,
tan real, tan verdadera y tan eterna
como el dolor, que desde siempre riega
su trágica semilla por el mundo.
Desde entonces, Chiapas es en el cosmos
lo que una flor al viento.
Chiapas nació en mi:
con el beso primario en que mi madre
marcó el punto inicial del sentimiento.
Chiapas creció en mí:
con los primeros cuentos de mi abuelo,
en la voz de mi primer amigo,
y en la leyenda de mi primera novia.
Desde entonces, Chiapas es en mi sangre
beso, voz y leyenda.
…Y fue preciso
que el caudal de los años se rompiera
sobre mi triste vida solitaria,
como la espuma en flor, de roca en roca,
para saber que Chiapas no era sólo río,
para saber que Chiapas no era sólo estrella,
brisa, luna, marimba y sortilegio.
Para saber que a veces también era
la indescriptible esencia de una lágrima;
algo así como un grito que se apaga
y un suspiro de fe que se reprime.
(Supe que Chiapas no era sólo el insomnio de la selva
besando la palabra de los vientos
y el río llorando epopeyas
en el torrente de las horas viejas…)
Percibí en ella
una sed insaciable de nuevos horizontes,
una ansia inconfesada de compartir su vieja voz de arrullo
su triste voz
(triste como la imagen del indio
clavada entre la cruz de sus caminos).
…Mas supe también que Chiapas era
el callejón aquel donde ladraba el tiempo,
aquel olor a lluvia que cantaba
la santidad de nuestras almas niñas.
Y, supe además, que a ratos era
una fiesta en el barrio,
el aroma infinito de una ofrenda
y una marimba desafiando al aire
profanado de cohetes y campanas.
¡Chiapas!
he de volver a ti como un suspiro al viento,
como un recuerdo al alma.
He de volver a ti
como el cordero fiel de la leyenda
para ser una nota, que perdida,
vague en la soledad de tus veredas.
Para ser “uno más” entre tus redes,
tejidas con el hilo del incienso
y beber el poema de tus noches
en la leyenda azul de tus marimbas.
Y cuando viejo, solo y abatido
se aproxime el final de mi existencia,
he de besar tu tierra para siempre.
A esa bendita tierra,
que cual ella me hiciera:
con un alma de cruz
y de montaña.