La leyenda de Tina Modotti: fotógrafa y revolucionaria

TINA MODOTTI el día de su boda, se casó con 24 años

Solo hizo 400 fotografías a lo largo de su vida. Quizá porque era perfeccionista y minuciosa. O quizá porque, fuera del cuarto oscuro, su vida era más fascinante, apasionada y peligrosa.tina modotti fue, en todo caso, una gran fotógrafa. Pero también fue muchas otras cosas, como demuestra Tina Modotti, fotógrafa y revolucionaria [Editorial La Fábrica], una biografía de Margaret Hooks que hace justicia a una vida de leyenda.

Nacida en Udine (Italia) en 1896, Modotti creció en un hogar humilde, donde no se comía otra cosa que polenta, y con 12 años empezó a trabajar en una fábrica de seda. Su padre emigró a Estados Unidos y, al cumplir los 16, se reunió con él tras viajar sola hasta San Francisco. Allí empezó a coser, pero enseguida trabajó como modelo y, más tarde, como actriz de teatro y ópera. Convertida en una pequeña celebridad entre la comunidad italiana, Modotti ansiaba, sin embargo, explorar otros círculos.

Durante la Exposición Universal celebrada en la ciudad en 1915 conoció al joven pintor y poeta Roubaix de l’Abrie Richey, Robo, con quien frecuentó los circuitos independientes en los que se hablaba de arte, utopía y amor libre, y se casó poco después. La pareja se trasladó a Los Ángeles, donde Tina consiguió pequeños papeles en películas mudas mientras se introducían en un círculo de artistas bohemios entre los que se encontraba el fotógrafo Edward Weston.

Mientras Robo hacía planes para montar una exposición en México, ella y Weston iniciaron una aventura. Dos meses después de que su marido cruzara la frontera, Modotti supo que había contraído viruela. Hizo las maletas y se subió a un tren, pero antes de llegar a México DF un telegrama le anunció su muerte.

Devastada, pero también estremecida por la belleza y la vitalidad del país que acababa de conocer, se quedó en la ciudad para organizar la exposición que Robo había estado preparando, mientras se zambullía en el corazón de la revolución artística y convencía a Weston, casado y con cuatro hijos, de que se trasladara a México. Sentía, además, que ser actriz era demasiado superficial para ella y llegó a un acuerdo con Weston: regentaría su estudio de retratos y él, a cambio, le enseñaría el oficio. Modotti tenía un talento innato. «Tina ha hecho una foto que me gustaría firmar con mi nombre, y eso no me sucede a menudo», le escribió Weston a un amigo.

Viajaron juntos por el país y plasmaron sus paisajes y sus gentes en el libro Idols behind altars. Pero mientras a él le obsesionaban la forma y la estética, Modotti exploraba la realidad de los trabajadores, los campesinos y los barrios marginales. «No puedo resolver el problema de la vida perdiéndome en el problema del arte», escribió.

Fue enterrada envuelta en una bandera adornada con la hoz y el martillo. Su amigo el grabador Leopoldo Méndez esculpió su perfil en la lápida y Pablo Neruda le dedicó un poema que terminó convirtiéndose en un poético epitafio. «Puro es tu dulce nombre, pura es tu vida frágil. De abeja, sombra, fuego, nieve, silencio, espuma. De acero, línea, polen, se construyó tu férrea, tu delgada estructura».