Y ahora resulta que el penacho ni era de Moctezuma

  • ‘Definitivamente, el penacho no era de Moctezuma. Era de un sacerdote’, aseguró Christian Schicklgruber, director del Weltmuseum de Viena.

CIUDAD DE MÉXICO.

El penacho de Moctezuma, ese frágil objeto de incalculable valor y motivo de disputa diplomática entre Austria y México, es una leyenda. Según el museo vienés que lo custodia, la pieza nunca perteneció al emperador de los mexicas, sino que fue usado por un sacerdote.

“Definitivamente, el penacho no era de Moctezuma. Era de un sacerdote”, aseguró Christian Schicklgruber, director del Weltmuseum de Viena, el museo etnográfico que custodia una pieza tan delicada que, aseguran, no está en condiciones de ser trasladada, como reclama el Gobierno mexicano.

El experto afirmó que, según los códices históricos, “Moctezuma nunca llevó un penacho como ese”.

En junio de 2014, el caso legal se cerró: México y Austria dirimieron la añeja disputa por el Penacho de Moctezuma. Un dictamen realizado en el país europeo determinó “imposible mover” el tocado de plumas, debido a que la tecnología existente no lo permite.

¿POR QUÉ EL PENACHO DE MOCTEZUMA LLEGÓ A EUROPA?

La historia más aceptada en torno a las razones por las que el penacho llegó a manos de los europeos afirma que el tocado de plumas debió ser parte de los regalos que hizo Moctezuma a Hernán Cortés, cuando se encontraron en 1519, con la finalidad de mostrarle su respeto y evitar un enfrentamiento. La pieza sería después enviada por el conquistador a su soberano Carlos I de España.

El rey, quien era también emperador electo del Sacro Imperio Romano y jefe de la Casa de Habsburgo, dinastía con sede en Austria, pasó el penacho a esa nación en 1524. Desde ese momento se pensó que el penacho realmente era la corona del emperador mexica y se mantuvo prácticamente en el olvido hasta que en 1876 fue redescubierto por el primer director del Museo Imperial y Real Tribunal de Historia Natural de Viena, Ferdinand von Hochstetter, quien lo reclamó para el museo a partir de un catálogo (elaborado en 1596) de la famosa colección de Ambras (el acervo personal del archiduque Fernando II del Tirol, hijo del hermano menor y sucesor de Carlos V).

El penacho se mantuvo en el Castillo de Belvedere en Viena, donde permaneció doblado y expuesto a plagas de insectos. Una vez descubierto por

Hochstetter, éste decidió restaurarlo, aunque varios de sus elementos de oro fueron cambiados por otros de latón y no se respetaron muchas de las características originales de la pieza de aproximadamente 116 centímetros de altura y 175 de ancho.

La opinión científica, proveniente de la Universidad Técnica de Viena, se reveló en el documental El Penacho de Moctezuma. Plumaria del México antiguo, que fue dirigido por Jaime Kuri.

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En el filme de 75 minutos, Renée Riedler, conservador del Museo Etnológico de Viena (rebautizado en mayo de 2013 como Museo del Mundo), donde se conserva la pieza prehispánica, afirmó que las dimensiones de la vitrina donde se mantiene impiden su traslado en avión y que la tecnología existente no permite eliminar completamente las vibraciones que pudieran afectarlo.

El dictamen, como se retrata en la película, tuvo como resultado que con las medidas tecnológicas que tenemos hoy en día no se puede mover, no se puede transportar sin riesgos.

De enero de 2010 a noviembre de 2012 México y Austria conformaron una delegación binacional —encabezada por la investigadora María Olvido Moreno Guzmán por la parte mexicana y por Melanie Ruth Korn por la parte austriaca— para llevar a cabo una ardua investigación en torno a la manufactura y estado de conservación del penacho, así como desarrollar un meticuloso trabajo de restauración que permitió exhibir nuevamente la pieza después de ocho años que se mantuvo almacenada. 

Los estudios revelan que el estado del Penacho atribuido a Moctezuma se encuentra en estado “muy frágil” debido a la antigüedad y debilidad estructural de las piezas que lo conforman. En la cinta coproducida por TV UNAM y el OPMA (Organismo Promotor de Medios Audiovisuales), María Olvido Moreno afirma que la pieza de arte plumario “está envejeciendo, no a paso acelerado, vamos a llamarlo a un paso natural” pero agrega que con la restauración a que fue sometido “podemos pensar que por lo menos va vivir 500 años más”.