Un cuento de Francisco Cerecedo

FRANCISCO CERECEDO. Ciudad de México, 2002. Terminó El Bachillerato en  CCB, Plantel 3 en CDMX,  2020.  En 2011 tomó el curso de Seres mitológicos en el Faro de Oriente, sus pinturas fueron seleccionadas para una muestra colectiva de pintura infantil en Japón. Ha publicado en Contadero, libro de cuentos, Eterno Femenino Ediciones, 2014.

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DON LUIS

Todos odiaban a Don Luis, un viejo borracho que se la pasaba en el bar del señor José, su esposa lo había abandonado hace cinco años, desde entonces, ha estado de borracho y de vagabundo;   cuando no estaba  gritando despechado, se la pasaba molestando en el  vecindario a quien mirara o a quien tuviera el local abierto, les pedía dinero. El señor José estaba harto de que siempre se emborrachara y  se fuera sin pagar, se la pasó por un tiempo, pero después de meses de no pagarle y ponerle excusas, José hizo que sus hombres le dieran una paliza para que entendiera la situación, aún así, seguía en lo mismo. El borracho tenía un anillo de oro en el anular de su mano derecha, suficiente para cubrir la cuenta de todo lo que le debía, pero Don Luis se reusó a darle el único recuerdo que  su desdichada esposa le había dejado y como no tenía otra cosa de valor; no había como solucionarlo, así que  José  le pidió que le sirvieran un buen trago de su mejor  tequila a Don Luis y pidió que lo sujetaran bien, acto seguido, tomó un chuchillo de la barra y de un tajo le cortó el dedo con todo anillo, después lo hechó de su bar. Como era la costumbre de Don Luis molestar a quien viera con o sin dedo. Cuando se le bajó lo borracho, quería tomar un trago de ese tequila especial que la había dado José, pero no podía entrar sin dinero y menos después de lo que había sucedido. Necesitaba dinero a sí que tomó entre la basura un trozo de vidrio puntiagudo para ir a robar a la panadería de Don Iván, entró amenazando con el trozo de vidrio, pero por detrás un panadero lo golpeó con una charola en la cabeza  y lo lanzaron a la calle. Don Luis buscó por otro lado. La tendera Doña Jacinta,  cada vez que Don Luis la veía, le decía un piropo y le pedía dinero uno o tres pesos, inconforme le dijo de cosas y agarró la caja donde guardaba su cambio y salió corriendo, cruzando la calle, sin fijarse de los autos, entonces Marco, el dueño de la carnicería salió junto con sus sobrinos detrás de él, con un machete   para agarrar a Don Luis, cuando agarraron aprehenderlo, le dieron una paliza con la perdió dos dientes, varias costillas rotas y su pierna torcida. Llamaron a la policía y se encargaron de llevarlo a un hospital. Pasó un mes y medio, se notaba la usencia de Don Luis en ese poblado, sin recibir noticia de él, pensaron que había muerto. Se escuchaba las sirenas de una patrulla que se detuvo en medio de la calle a dejar a Don Luis, todos estaban decepcionados, no pasó mucho tiempo para que volviera hacer sus barbaridades. Tenía que buscar refugio  donde quedarse y qué mejor lugar que la biblioteca, Augusto el bibliotecario sabía que Don Luis entraba y nunca salía de la biblioteca; así que lo dejaba dormir. Por las noches  fumaba,  un hábito que había aprendido estando en la cárcel, una noche mientras estaba en un sillón de poliéster de la biblioteca se quedó dormido a medio fumar y la ceniza incandescente cayó en  el sillón; al sentir  el fuego, Don Luis despertó y salió corriendo dejando que se quemara la biblioteca, Augusto y la policía lo estaban buscando por provocar aquel incendio, Don Luis había entrado en el bar del señor José, pese a que estaba cerrado y ahí encontró ese tequila que le dieron cuando le habían cortado el dedo, ¿se iba a salir con la suya Don Luis? Pero por qué quedarse solo con esa botella de tequila, dijo, pasó la noche tomando todo lo que podía y antes de que el bar abriera salió de allí como pudo. Pasaron tres días y no había noticia de Don Luis desde ese incidente de la biblioteca  y el señor José estaba tan enojado que dijo, si lo vuelvo a ver, le voy a pegar un tiro, lo mismo dijo el bibliotecario que se había quedado sin trabajo, también el carnicero y doña Jacinta. No es sorpresa que a la mañana siguiente encontraran a Don Luis muerto a la orilla del río. Estaba debajo del puente,  alguien lo había matado y todos tenían razones o motivos, pero fue la estupidez de Don Luis ya que al salir del bar a toda prisa borracho, se tropezó bajando la colina, golpeando su cuerpo contra las picudas piedras a la orilla del río. Golpeando su cabeza contra el suelo, luego cayó al agua, allí sin que nadie lo auxiliara, murió de hipotermia  aquella noche, sin que se percataran sus enemigos. Fue una muerte accidental o al menos eso se dice, pero yo tenía una cuenta con Don Luis, cuenta que fue saldada por el río de aguas cristalinas.