‘La literatura es una forma de sanar viejas heridas’: Pilar Quintana
|- La escritura también sirve para salvar esos acantilados que viven en la memoria de cada familia, dice la autora de ‘Los abismos’, novela con la que obtuvo el Premio Alfaguara 2021.
CIUDAD DE MÉXICO.
La escritura también sirve para sanar viejas heridas y salvar esos acantilados que viven en la memoria de cada familia, dice a Excélsior la escritora Pilar Quintana (Colombia, 1972), autora de Los abismos, novela con la que obtuvo el Premio Alfaguara 2021.
En ésta recorre los años 80 en el seno de una familia conservadora, incapaz de mirarse al espejo, mientras sucumbe a las reglas impuestas por el tradicionalismo, desde la mirada de Claudia, una niña de siete años que registra un rompecabezas de secretos, normas sociales, depresiones y muertes que afectan su vida familiar.
La escritura es el mundo como lo entiendo. Soy una creadora lenta que en la escritura entiende e interpreta el mundo que le toca vivir. Pero hay algo más allá. Creo que toda literatura siempre es de autoayuda para el que escribe y para el que lee. En mi caso, la literatura me permite mirar a los ojos de mi propio monstruo, enfrentarme a él y, en ese sentido, resulta sanador”, dice en entrevista con este diario.
Autora de Cosquillas en la lengua (2003), Coleccionistas de polvos raros (2007), Conspiración iguana (2009) y la colección de cuentos Caperucita se come al lobo (2012-2020), Quintana fue destacada en 2007 por el Hay Festival entre los escritores menores de 39 años con mayor talento y obtuvo los premios Novela Mar de Letras y de Narrativa Colombiana.
La novela retrata a una generación, que es la de mis padres, a la que le costaba mucho trabajo mirarse al espejo, identificar problemas, hablar de ellos y tomar medidas para solucionarlos. Era una generación que no creía en terapias ni sicólogos porque afirmaban que no estaban locos”, explica.
Y así como se habla de una generación de padres de niños nacidos en los años 60 y los 80, abunda, “creo que también fue una época llena de eufemismos para hablar de asuntos que no podían ser nombrados. Uno de ellos era la enfermedad mental”.
Por ejemplo, mi abuelo sufría de depresión y recuerdo escuchar a mi mamá y a mi tía hablarlo en voz baja, pero sin referir la enfermedad, sino tratarlo como un secreto familiar. De esto no se hablaba fuera de casa, no se nombraba la depresión ni la enfermedad mental debido a esa resistencia a sicólogos y siquiatras. Y aquí vemos a una niña que está en un punto de quiebre de su infancia, donde seguirá siendo niña –al final de la trama cumplirá nueve años–, pero habrá perdido la inocencia”.
Ese rompimiento sucede cuando Claudia descubre que el mundo de los adultos no es color de rosa. “Ella entiende que su mamá no es perfecta, que tiene una vida secreta que la excluye a ella y a su padre; y que su mamá sufre de una enfermedad a la que le dicen rinitis, pero sabe perfectamente que es algo más grave y que esa razón provoca que algunas mujeres terminen por suicidarse”.
La novela también explora esos vacíos que la protagonista descubre. “Están los abismos de la finca donde la familia se va una temporada, los de la carretera, el del apartamento de Gloria Inés y el abismo primigenio de Claudia, que son las escaleras de su apartamento, desde donde miraba el vacío, pero desde una reja de seguridad”.
Sin embargo, el más importante es el abismo familiar. “En este caso, creo que el más profundo es el silencio, es decir, cuando surge el conflicto entre los padres de Claudia y todo estalla (a causa de una infidelidad) e incluso su padre comete una violencia contra ella”, luego se instala un silencio prolongado y violento que nadie puede explicar ni resolver.
También está ese factor donde los hijos asumen que sus padres –en especial las madres–, están en el mundo sólo para ellos. “Ahí es donde Claudia descubre que su mamá es una mujer con deseos, frustraciones y una historia que cargan todas las mujeres de su generación.
Recordemos que, en la generación de mi madre, aunque ya había mujeres profesionistas que egresaban de las universidades, a muchas no se les permitía estudiar ni desarrollar intereses propios, porque entonces se afirmaba que el deber de toda mujer era entregarse a su familia. Ése es el caso de la mamá de Claudia, una mujer frustrada y vacía que no deseaba tener hijos”, concluye la autora.