Uriel Delgado, una muestra sucinta de su poesía

 

*Página Nómada

URIEL DELGADO MÉNDEZ. TLALNEPANTLA de Baz, Estado de México, 1992. Estudió Administración de Empresas en la Universidad Tecnológica de México y una Maestría en Administración de Negocios con Diplomado en Marketing en la misma institución. Poeta desde temprana edad ha pasado por diversos talleres literarios entre ellos el taller de Alicia Reyes y la Escuela de Escritores “José Emilio Pacheco”  coordinado por el escritor Eduardo Cerecedo en Tlalnepantla, de Baz, Estado de México. Ganó los concursos: Los símbolos patrios a nivel regional (2002) y del concurso UNITEC de Poesía (2009). Ha publicado en Tierra de en medio, Antología de cuento, Compilador: Eduardo Cerecedo, Casa del Poeta Otto Raúl González, 2018.

Una manera de ver a su alrededor, una forma de mirarse hacia a dentro, esas son las dos visiones que se plantea en su poética, para que su pensamiento vaya tomando el curso que le dicte su corazón. Las imágenes, vértebras para equilibrar imagen, ritmo; para su propuesta de escribir desde la vivencia. Aquí su opera prima, enhorabuena a Uriel Delgado, otro alumno de la Escuela de escritores “José Emilio Pacheco” de Tlalnepantla de Baz, Estado de México.

 

ERES EL COSMOS*

Te diré un secreto:

le hablo a los bellos

de tu oreja,

susurro a tu tímpano

y suelto un trozo de mi alma

para habitar en ti,                                                        

para alumbrar tu aura

extrapolar tu campo magnético.

Diminutos granos de arena

quedan incómodos en tus pies,

te enjuagas con mi agua,

transparente, lúcida,

que atraviesas con un rayo de luz

hirviéndola y purificándola.

Filamentos de mi cuerpo

quedan encendiendo,

te rodeo de soles como átomos; 

pues circundas el espacio

recolectando polvo cósmico,

haciéndote cometa

cuando eres universo.

 

MAJAS

No recuerdo magnificencia tal

como la de tu rostro,

con tu divino gesto,

con la gracia de tu piel,

afortunada guardiana encarnada,

de azúcar,

ligera y liviana,

como aire, como luz de una estrella.

Hace tiempo no comía durazno

hasta que mordí tu mejilla,

pagano, mordí bestia tu labio,

cuál carne afable de manzana roja,

ignoré mi sagaz alergia,

se hincharon mis labios,

se hinchó mi garganta,

pero hinchó mi corazón,

manante de dicha,

manante de gloria y bondad.

Hay imágenes en mi memoria

enterradas y agusanadas,

pudriendo de a poco,

desintegrándose en la tierra del olvido,

donde siembras semillas nuevas,

frutos rojos que riegas con la pasión de tu ser.

De mis campos desiertos

hiciste tierra fértil,

de mis cuerdas desafinadas

hiciste sinfonía,

de mi ceguera

me diste luz y vista

y de mi cobardía

hiciste un héroe en batalla.

SOLEDADES

 

Soledades deambulan imperecederas

son rayos y luciérnagas a los ojos ciegos,

soledades encarnadas en el oro de monedas viejas.

Soledades buscando asidero en la tumba

no hay caricias, sólo podredumbre,

y el alma intranquila

renace para morir al mediodía.

Mi soledad no tiene nada de diferente a tu soledad;

somos leña

crecemos fuego.

Soledades apareándose con la agonía,

se clavan como daga al pecho;

soy furtivo disfrutando de asesino

por la propia muerte que monto.

Soledades que asesinan la sangre,

pulverizan los ojos,

esconden las estrellas,

y los barcos se pierden,

ya no hay guía indeleble.

Soledades siempre más solas y se suman

a la lista de ausencias que guardo en el cajón.

Soledades como pecados hacen del alma el vacío,

se inmiscuyen al ser círculos de humo

de bocanada madre y virgen.

RÍO IMPARABLE

El agua pasa rápidamente

en su río imparable,

penetra las fibras

del supuesto listón rojo

que une las almas,

ahoga en su cauce

al listón en lujuria,

mientras peces de nostalgia

muerden hilo por hilo

alimentándose, en gorda,

la entropía.

Un anciano pesca el pasado,

aprieta sus arrugas,

hace álveo en su piel

para esculpir 

el débil punzón

del presente.

Hay un rescoldo de paz.

Fatigado presente

sobrevive tormentas,

desafía al arcoíris

y éste rinde tributo de

olla de barro con oro.

En conclusión

afirmo que mi sangre es tibia,

en presente,

toma del sol, después de la tormenta,

la fina luz que endurece mis huesos.

En la calma a menudo,

los rayos son espeluznantes,

cierro el pasado bajo llave

y obligo al gigante del tiempo

lo resguarde,

me brinde pluma

que estoy por escribir.

  • Poemas tomados del libro Ciudad en los ojos, EFE, de próxima aparición. Compilador: Eduardo Cerecedo